El vino forma parte de nuestro patrimonio cultural mucho antes de que existieran las denominaciones de origen. Más allá del cultivo agrícola, la viña ha sido una escuela de sabiduría popular, una fuente de imágenes y metáforas que han arraigado profundamente en el idioma y la manera de ver el mundo. En cada masía, en cada pueblo, el vino no era solo una bebida: era memoria, identidad y transmisión de conocimientos. Y este legado ha perdurado, especialmente, a través del refranero, que nos habla tanto del clima como de la vida, de la tierra como del alma.
Para hablar de esta relación tan estrecha entre el vino, la tierra y la palabra, hay que recurrir a quien sabe: el filólogo y lingüista Víctor Pàmies i Riudor, especialista en paremiología —la ciencia que estudia los refranes. Él reivindica el valor de los refranes como una fuente de conocimiento colectivo: “El mundo del vino ha generado un legado riquísimo dentro de la cultura popular. A través de los refranes, se han transmitido conocimientos esenciales sobre el cultivo, la meteorología, las plagas o la moral”.
Según Pàmies, estos refranes servían de manual oral de supervivencia en sociedades mayoritariamente analfabetas, con una sabiduría condensada en frases breves. Un ejemplo claro de esta función lo encontramos en los dichos que asocian las condiciones climáticas con la cosecha: “Agua de enero llena botas y granero”, “Agua por San Juan, bodega vacía y mucha hambre”, o “Agua de agosto, azafrán, miel y mosto”.
También el ciclo de la uva se describe con precisión en los dichos tradicionales: “De la uva, por abril la flor, por mayo el color”. Y los trabajos del campo tienen su momento recomendado: “Cava en enero y tendrás que agrandar el granero” o “Cava que cavarás, que en vendimiar lo encontrarás”. Septiembre, el mes vinícola por excelencia, merece su lugar de honor: “Septiembre, el vendimiador corta los racimos de dos en dos”.

Pàmies recuerda la importancia del 11 de noviembre, San Martín, como momento clave del calendario vinícola: “Es el día del vino nuevo, y hay una gran producción paremiológica en torno a esta fecha. Refranes como ‘Por San Martín, destapa, prueba y tapa el vino’ o ‘Vino de San Martín es el mejor vino’ todavía se usan hoy.” Incluso el maridaje con la fiesta es bien explícito: “Por San Martín, castañas y vino nuevo” o “Mata el cerdo y empieza el vino”.
Refranes que hablan de moderación
Pero la sabiduría popular del vino también habla de moderación y proporción. “Hay frases como ‘Casa para tu estar, viña para tu beber y tierra para tu comer’, que nos recuerdan que debemos vivir de acuerdo con nuestras necesidades. Y esto también es una forma de sabiduría popular”, apunta Pàmies. Incluso la fraseología ha trasladado expresiones del mundo vitícola a ámbitos más generales: “De mal cepa no puede salir buen sarmiento” o “El miedo guarda la viña” funcionan hoy como metáforas morales y de prudencia.
Tal como explica Pàmies, en Vadevi, su primera aproximación al mundo de la paremiología tuvo como punto de partida la viña: “Con un amigo de Alella nos adentramos en el mundo vitivinícola y comenzamos a trabajar un proyecto sobre el vino y la viña en la cultura popular”, explica. “Desafortunadamente, el proyecto quedó en un cajón”, lamenta. Aun así, Pàmies asegura que los dichos populares de este sector deberían estudiarse cuidadosamente, “porque conecta lengua, territorio, gastronomía y tradición”.
El refranero catalán, pues, es como una viña vieja: con raíces profundas y una producción inagotable de saberes populares. Pàmies a menudo recuerda que “El buen vino no necesita ramo”, un dicho que habla por sí solo. Pero también hay que tener presente que “El vino hace sangre”, como quien dice que nutre y da vida. Igual que estos refranes, que arraigados al oficio y a la tierra, continúan regando nuestra lengua de significado y memoria.