El vino ha sido un elemento económico de primer orden a lo largo de la historia. Al convertirse en un bien de consumo general y generoso, también se ha convertido en un elemento social, cultural y, por supuesto, político. De hecho, Cataluña es una muestra evidente, con peculiaridades jurídicas como el contrato de la rabassa morta o la famosa ley de Conreus que generó un debate político de una dimensión tan ingente, que no se entendería la historia del catalanismo político contemporáneo. Al final, sin la viña y el vino y su potencialidad económica no se puede comprender ni los Hechos de Octubre de 1934, la guerra de los Tres años o los indianos.
Otra de las muestras evidentes de la influencia política del vino es Karl Marx, uno de los pensadores y filósofos más influyentes del siglo XIX, XX, XXI y de lo que vendrá. El creador del comunismo, la lucha de clases y el materialismo histórico no solo disfrutaba del vino -y no con mucha moderación- sino que tiene una relación teórica y familiar extraordinaria con él. Incluso, hay un extraordinario vino alemán que lleva su huella, llamado «Das Kapital», que toma prestado el título de su obra más popular. De hecho, pudo constatar sus tesis en defensa del proletariado gracias a los viticultores prusianos a quienes defendió intelectualmente frente al poder exagerado de las instituciones prusianas que los oprimían económicamente con impuestos y una burocracia asfixiante.

Un vino familiar
Marx tampoco era un recién llegado al sector vitivinícola. La familia de Karl Marx invirtió en viñedos en la zona de Mosela. En concreto, Heinrich Marx, el padre del gran pensador, un respetable abogado de la ciudad de Tréveris, compró dos hectáreas de viña en Viertelsberg, el Castillo de Maximin Grüngaus, Herrenberg. Mantuvo la viña durante treinta años hasta que murió en 1838, y Karl fue su heredero, pero su madre mantuvo aún los derechos de explotación. Al morir su madre, Marx, que no era un genio de las finanzas, vendió las cinco últimas barricas de vino llenas almacenadas en la bodega de su casa en Trier.
Esta experiencia sirvió a Marx para hacer una defensa férrea de los viticultores frente a las estructuras de poder prusianas. Cuando Marx regresó de estudiar Derecho en Berlín y se instaló en Colonia, editó un diario «Rheinische Zeitung». Un diario que se oponía a la competencia de otro diario muy influyente en la zona, de clara tendencia reaccionaria, el «Kölnische Zeitung». A través de este diario, y con la ayuda de Friedrich Engels, Marx terminó de afianzar su lucha de clases, con una serie de artículos, publicados entre 1830 y 1840, donde denunciaba cómo la administración de la época condenaba a la precariedad y el empobrecimiento a los viticultores de Mosela. Una situación derivada de la burocracia, de las tasas aduaneras y de las subastas públicas de la materia prima que beneficiaban a los grandes tenedores y las grandes bodegas.

Convertido al comunismo a través del vino
De hecho, el libro «Cómo el vino hizo de Karl Marx un comunista», del investigador James Baumestier, relata cómo Marx terminó de convencerse con el vino. La conclusión es que el vino convirtió a Marx en un comunista. En este sentido, cabe destacar que, como recuerda Baumestier en su trabajo, -que se puede encontrar en internet- Marx ya señalaba en 1859, en su obra Contribución a la crítica de la economía política que el vino fue el primer elemento que utilizó para construir sus teorías económicas y las condiciones de vida de los viticultores de Mosela, que luego aplicaría a los campesinos y los obreros.
Engels afirmó que la preocupación de Marx por los campesinos de Mosela «llevó a Marx de la mera política a las condiciones económicas». Un hecho que lo llevó al «socialismo» y, posteriormente, a adoptar una perspectiva global de la precariedad de lo que llamaría proletariado. Todo a raíz del vino. En síntesis, Marx pudo construir una ideología gracias a la viña y el vino, una ideología que ha marcado la historia mundial de los últimos doscientos años.
Precisamente, para conmemorar estos 200 años, la bodega que actualmente gestiona los viñedos familiares del filósofo, hace un vino especial. El Riesling de la viña Herrenberg y que se ha llamado «Das Kapital». Según la web de los productores, -Maximin Grünhaus- la última cosecha permitió embotellar hasta 1.300 botellas. Un vino de 9,9 euros la botella que según la nota de cata revela «aromas de fruta maravillosamente complejos». Quizás tan complejos como el personaje que inspira el caldo y la comprensión global de sus tesis. Marx en botella.
