Agustí Torner Samper (Vilafranca del Penedès, 1951) es uno de los últimos boteros de oficio de Cataluña. Y a pesar de que hace unos cuantos meses que se jubiló, lo hizo tras dedicar toda una vida a la Boteria Torner, dando continuidad a un largo legado familiar que tiene los orígenes a primeros del siglo XVIII. Esta jubilación dio paso a una nueva vida para la tonelería, que a punto de cerrar puertas, encontró tres socios -Asís Suriol, Nuria Guillaumes y Sergi Camps– dispuestos a mantener vivo este negocio, manteniendo una tonelería activa en un territorio íntimamente vinculado al vino. «Estamos muy agradecidos -compartía Agustí Torner en el momento del traspaso-, no solo por este gesto que permitirá seguir sumando años al proyecto, sino también porque, gracias a ellos, no se perderá el oficio de botero en el Penedès».

“He nacido entre serrín”
Los orígenes de la tonelería Torner hay que buscarlos a inicios del siglo XVIII. Agustí recuerda a su abuelo, Josep Torner Juvé, y al padre, Josep Torner Martí, y su paso por una cooperativa de boteros que se gestó en épocas magras con el objetivo de mejorar el trabajo del colectivo, pero de la cual pronto decidieron salir para retomar las riendas del negocio familiar. «En Vilafranca se podía contar casi un botero en cada calle, era un oficio muy extendido», compartía en una entrevista cedida a esta cabecera, «hasta que vino una crisis muy fuerte de la cual surgió esta idea de unirse en cooperativa«.
El padre y el abuelo -que, por cierto, tenía un gemelo que también se instaló por su cuenta – instalaron la maquinaria necesaria para continuar produciendo barricas. Les iba bien, recuerda Agustí. Era una época en que mayoritariamente destinaban la producción a empresas que transportaban vinos del Penedès a otros destinos. “La mayor parte de la carga se iba a Galicia, pero también salía alguna dirección en las Canarias”, recuerda. Y lo tiene presente y fresco porque él lo ha vivido siempre en primera persona, desde muy pequeño -“nací entre serrín”, confesa- y como un trabajador más a partir de los 14 años, acabada la escuela, cuando ya “tenía edad” para entrar al obrador y empieza como aprendiz.

El valor de la bota de castaño
Una de las particularidades que ha marcado la trayectoria de la tonelería Torner ha sido el trabajo con bota de castaño. De hecho, los Torner siempre apostaron por ella, y la nueva propiedad ha decidido continuar su producción. Sea como fuere, y volviendo al relato histórico del proyecto y de su último propietario, «a primeros de los 2000 creció la tendencia de elaborar vinos tintos, y de hacer crianzas que pasaban por madera», recuerda, y esto dejó entrever un cambio en el perfil de compradores. “Uno de los secretos por habernos mantenido activos durante tantos años es que nos hemos ido adaptando al cliente, a la demanda del momento”, dirá el antiguo propietario: producir botas de muchas capacidades, tinas, hacer reparaciones…, entre muchas otros.

