La figura de la mujer continúa infravalorada en muchos sectores. Son muchos los avances que se han hecho, pero aún parece que el empoderamiento femenino es más una utopía que otra cosa en espacios históricamente masculinizados. El mundo rural es un ejemplo espléndido. Siempre que se piensa en la figura de un agricultor, se tiene la imagen de un hombre. Rara vez el imaginario colectivo coloca a una mujer sobre un tractor, labrando el campo o cosechando uvas. No es que no existan ni hayan existido nunca estas mujeres, simplemente se las ha invisibilizado o relegado a tareas administrativas, en el caso de las bodegas, donde efectivamente hay mujeres, pero la gran mayoría se dedica a la administración o secretaría de la empresa. La Asociación Mujeres del Mundo Rural busca demostrar no solo que hay mujeres agricultoras, ganaderas y viticultoras, sino también colectivizar la lucha que muchas han llevado en silencio. La entidad crea un espacio de comunicación, pero también de queja para encontrar juntas la manera de mantenerse fuertes y luchar hacia un futuro más igualitario: «El empoderamiento ya ha pasado, ahora toca ir un paso más allá», explica Rosa Domènech, presidenta de la asociación.
A pesar de los avances de los últimos años, las mujeres del mundo rural continúan denunciando carencias estructurales que dificultan su plena igualdad dentro del sector. Judit Sogas, propietaria de la bodega Rubió de Sòls, destaca que “no hay muchos cambios”, aunque reconoce el impulso de la colectividad femenina como un punto de inflexión. Ella explica sin vergüenza que su trabajo no es su prioridad, pero admite que esta no es una decisión que ha tomado sola, sino que el sistema ha querido que así fuera. Sogas es madre y los cuidados también forman parte de su jornada laboral; en parte porque ella lo ha elegido, pero también porque se espera que así sea. Según la bodeguera, el apoyo mutuo entre mujeres ha permitido ganar empoderamiento y visibilidad, pero el día a día continúa marcado por la carga familiar y la falta de servicios. “Tengo que seguir haciendo de mujer en casa”, lamenta, y añade que los incentivos públicos son escasos y que la sociedad “tiene que cambiar totalmente” para facilitar la conciliación y el progreso profesional.
Una percepción similar expresa Noemí Poquet, enóloga y cuarta generación de la bodega Molí de Rué, que afirma no haber sufrido discriminación directa, pero sí constata que la mirada social aún arrastra inercia del pasado. “Aún te dicen que respires tranquila, que como has tenido niños, seguro que te ayudarán, como si fuera cosa de hombres continuar el negocio”, replica. Para Poquet la conciliación no es un problema, aunque asegura que dentro de la bodega ella se encarga de las tareas administrativas. Sin ser una imposición, concluye que «alguien tiene que hacerlo», una frase que en muchos casos acaba saliendo de la boca de una mujer. Aun así, valora positivamente la incorporación de la visión femenina en el sector, porque “hombres y mujeres vemos las cosas de manera diferente y eso es bueno para todos”.

El vino como bebida neutra
Si bien es cierto que el sector vitivinícola está compuesto con cierta paridad, la realidad de venta y percepción desde el exterior es otra. De hecho, hay un estigma sobre la elección del vino que ha acompañado a las mujeres durante siglos. “No existen vinos para mujeres o para hombres, el vino es neutral”, reivindica Poquet quien, sin embargo, sabe perfectamente que hay una falsa creencia que dice lo contrario. Los vinos blancos se consideran vinos para mujeres, por ser más ligeros y delicados. En cambio, los vinos tintos, con más cuerpo, están destinados a paladares fuertes, normalmente ligados a figuras masculinas. «Estoy harta de estas etiquetas, parece que todo lo tenemos que categorizar», exclama la enóloga de la bodega Molí de Rué. Ella misma concreta que es evidente que es necesario hacer un estudio de mercado para concluir qué público tiene cada elaborado, ya que «todos queremos vender». Ahora bien, asegura que es necesario dejar de percibir el vino como una bebida que debe cambiar dependiendo de la persona que la bebe. «La visión masculina es necesaria, pero la femenina también», recuerda Poquet.
La necesaria construcción de redes
El sector vitivinícola está lleno de mujeres, pero aún luchan en silencio para ser más visibles. No es ningún secreto que las figuras que aparecen en la tele o escriben las historias del sector son hombres, lo cual hasta ahora llevaba las voces femeninas a esperar entre bastidores. Parece ser, sin embargo, que cada vez hay más mujeres dispuestas a ponerse frente a las cámaras, tomar las riendas de las bodegas y demostrar que siempre han estado ahí. Desde la óptica de la representación colectiva, la presidenta de la Asociación Mujeres del Mundo Rural, destaca que el mundo vitivinícola cuenta con una presencia femenina notable, pero reitera que a menudo es poco reconocida. “Detrás de una bodega siempre hay una mujer”, afirma, aunque reconoce que aún es inusual verlas en el campo o en posiciones de mando dentro de cooperativas. A pesar de los avances, admite que aún cuesta ver “a una mujer sobre un tractor cargado de uvas”, una visión que comparten las tres entrevistadas y coinciden en afirmar que el futuro de la lucha implica mantener los espacios de reflexión y agrupación de mujeres.
En definitiva, las mujeres forman parte del mundo rural desde el primer día, pero sin estos grupos para compartir experiencias conjuntas no tendrían la plataforma que tienen en la actualidad. No solo se trata de unirse, sino también de comenzar a reconocer todo lo que ha aportado la figura femenina al campo. Desde el uso de maquinaria, hasta largas jornadas bajo el sol, las mujeres han formado parte de la elaboración de buena parte de todos los vinos de Cataluña -y de otros lugares-. Mujeres del Mundo Rural mantiene esta llama femenina viva, con la intención de continuar luchando para enseñar a los jóvenes que las mujeres son partícipes de este sector, aunque históricamente solo se hayan visto hombres. Para Domènech se encuentran en el vértice de un nuevo camino, donde ya no solo toca empoderarse, sino avanzar, porque si continúan en este camino, tal como ella misma concluye: «Las nuevas generaciones ya no verán tan extraño que una mujer lleve una bodega o trabaje en el campo».