Hay quien elige el vino pensando en el plato que tiene delante. Pero quizás deberíamos preguntarnos con quién estamos, qué sentimos, dónde estamos y por qué brindamos. Porque el vino no solo acompaña comidas, sino también momentos, emociones, instantes vitales. En Cataluña, con la riqueza de variedades, paisajes y elaboradores que tenemos, podemos permitirnos jugar con las copas como si fueran páginas de un diario emocional. Hoy proponemos cinco vinos catalanes que encajan con cinco momentos concretos de la vida, y que os invitamos a probar en cinco lugares muy diferentes. Porque, al final, el buen vino siempre encuentra su momento ideal.

Cinco vinos, cinco momentos, cinco lugares. No son normas, sino propuestas. Porque quizás el mismo vino que te consuela en una despedida también te puede acompañar en una declaración de amor. Pero lo que está claro es que, cuando abrimos una botella, también abrimos una ventana a un estado de ánimo. Y saber escuchar qué nos pide el momento puede hacer que ese vino brille más que nunca. Al fin y al cabo, una botella de vino es mucho más que un producto: es el resultado de un proceso de fermentación, sí, pero también de un proceso de vida. De cepas que han resistido temporales, de manos que han recogido con cuidado, de decisiones tomadas con pasión. Cuando destapamos una botella, también vertemos nuestra emoción del momento. Nuestro estado de ánimo influye tanto como la temperatura de servicio o el maridaje: si estamos contentos, el vino celebra con nosotros; si estamos melancólicos, el vino nos acompaña. Es un encuentro entre dos vidas -la del vino y la nuestra- que se reconocen, aunque solo sea por una noche.

No siempre es necesario el maridaje perfecto con un plato de carta. A veces, el mejor maridaje es un paisaje, una voz, una emoción. Y el vino catalán, con su diversidad y su proximidad, nos lo pone muy fácil. Solo hay que prestar atención, elegir con el corazón, y brindar con sentido.

Cinco maneras de vivir el vino

Todo comienza con un reencuentro. Aquellos que llegan sin prisas pero con ganas. Quizás hace años que no ves a esa persona, pero solo hace falta una mirada para que todo vuelva a fluir. Para este momento, nada mejor que una copa de Clot del Roure (DO Penedès). Un vino que tiene el equilibrio perfecto entre calidez y frescura, como una conversación pausada en una terraza de pueblo mientras el sol comienza a declinar. Es de esos vinos que no tienen prisa, con una textura suave, pero una estructura que aguanta el tiempo. Perfecto para brindar mientras las palabras van haciendo camino y el silencio no incomoda.

1ª edición de la Feria Vinàriament en el Poble Espanyol. 17.05.2025, Barcelona foto: Jordi Play

Y si el reencuentro es la calma, la cita romántica es la expectativa. Las mariposas en el estómago, la mirada que busca complicidades, la mano que se acerca tímidamente. Aquí proponemos dejarse seducir por el Bàrbara Forés Rosat (DO Terra Alta). Un rosado, que tiene la delicadeza de una flor y la profundidad de un beso inesperado. Es un vino discreto pero inolvidable, sutil pero con identidad. Ideal para una cena al aire libre, en un restaurante con jardín, luces suaves y una música que acompaña pero no domina. Un vino que, como una buena cita, te deja con ganas de más.

Pero la vida también tiene momentos de adiós, y no todos son tristes. A veces despedirse es comenzar de nuevo, aunque cueste. Para esos momentos intensos, proponemos un vino con alma: Martinet Bru (DOQ Priorat). Un tinto con nervio, profundo, con ese paisaje abrupto y mineral del Priorat en la copa. Es un vino para beber despacio, en una noche de confidencias alrededor de una mesa en casa. Cuando las palabras pesan y el vino ayuda a digerirlas. Un vino que no busca olvidar, sino dar sentido. Porque despedirse con dignidad también es una forma de celebrar.

Hay, sin embargo, momentos que llegan sin avisar. Brindis improvisados, cenas que se convierten en fiesta, encuentros que terminan con música y risas. Para estas ocasiones, nada mejor que la alegría natural del Ancestral Aus del celler de les Aus d’Alta Alella (DO Alella). Un espumoso ancestral joven, fresco y vivo, con burbuja fina y espíritu salvaje. De esos vinos que no necesitan excusas. Imaginaos en una playa al atardecer, con una mesa plegable, platos improvisados, pies descalzos y el sonido de las olas. El momento no estaba previsto, pero el recuerdo será imborrable. Y el vino, una chispa más.

Finalmente, proponemos un momento de paz absoluta. Desconectar, respirar profundo, sentirse parte del paisaje. Un día de caminar, de avanzar por la montaña, y de detenerse a comer con las manos, con el cielo de techo. Aquí brilla el Blanc d’Orto Brisat de Orto vins (DO Montsant), un vino brisado de Garnacha blanca que sabe de tierra y de piel, de silencio y de raíces. Es un vino que no busca agradar a todos, pero que recompensa a quienes se detienen a escucharlo. Ideal para un picnic sobre una manta, con vista al valle, mientras el viento mueve las hierbas. Un vino que no quiere protagonismo, porque el momento ya lo tiene todo.

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