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Envejecimiento submarino de vino: la apuesta de tres bodegas tarraconenses

“Transbalsa la belleza como el vino de una vendimia antigua tomada a sorbos; su ardor siega las rodillas y precipita el corazón hasta languidecer”. Los versos del poeta Joan Vinyoli ya evidenciaban la magia que se esconde en el mundo del vino. Captar la historia detrás de las bodegas y los productores de este sector en un sorbo, a veces, no es posible. “Nosotros hemos decidido madurar el vino en ánforas por diversas razones y una de ellas es el relato que se desprende de esta manera de producir. Y el resultado es una obra de arte”, dice el propietario y quinta generación de la bodega Mas Vicenç, Vicenç Ferré, a VadeVi

Recientemente, la bodega Mas Vicenç junto con la de Pallarades y la de Vinyes del Tiet Pere han lanzado al mercado la segunda tirada de un vino envejecido bajo el mar del puerto de Tarragona. La apuesta de estas bodegas va mucho más allá de crear una obra de arte: el proyecto tiene el afán de construir un relato que ponga en valor el vino tarraconense y, conecte la tradición vinícola romana, con las raíces pesqueras y la esencia mediterránea. 

Con variedades autóctonas como el macabeo, el cartoixà vermell y la malvasía, estos vinos pasan cuatrocientos días bajo el mar, sometidos a las condiciones ambientales de nuestras aguas y al movimiento suave de las corrientes marinas. “Este entorno parece que afina la textura del vino y potencia su aroma, dotándolo de una suavidad y cremosidad única”, explica Ferré. La percepción es compartida por el propietario de la bodega Pallarades, Josep Armengol, quien asegura que el vino madurado dentro de las ánforas en comparación con el madurado en la bodega adopta unas otras cualidades organolépticas. “El primero tiene notas más salinas. Es un vino más fino, elegante y redondeado. De hecho, si lo bebes al lado de un vino de la misma añada madurado fuera del mar, te das cuenta de lo virtuoso que es el de las ánforas”.  

Imagen del Puerto de Tarragona / Europa Press
Imagen del Puerto de Tarragona / Europa Press

Las ánforas como símbolo de esta iniciativa vinícola 

Por otro lado, la iniciativa de estas bodegas quiere ampliar las técnicas que se emplean a la hora de producir vino en el territorio. Según el alma mater de Les Vinyes del Tiet Pere, Oriol Pérez, la investigación científica y técnica asociada al proyecto “no ha prosperado mucho” y aún no se dispone “de un socio científico y tecnológico estable que permita formalizar un protocolo de investigación riguroso”. A pesar de que los efectos de la técnica de envejecimiento en el mar aún no están contrastados, los impulsores del proyecto coinciden en que las corrientes marítimas cambian la personalidad del vino. “Es como si el vino se balanceara en la cuna del mar”, aclara Ferré, recordando que las condiciones submarinas aportan un carácter especial al producto, intensificando los sabores del vino sin interferir en su estructura.

En cuanto al proceso de producción de este vino es mucho más exigente que el envejecido en la bodega: requiere licencias especiales e inmersiones con submarinistas profesionales. Aun así, según los promotores de la iniciativa, es un proceso que vale la pena. “Cada ánfora se convierte en una auténtica obra de arte, decorada con incrustaciones marinas que le dan un impacto visual extraordinario”.

En la antigüedad, las ánforas eran imprescindibles para el transporte de vino entre ciudades y regiones de todo el Mediterráneo. Tarragona era la capital de Hispania y también una de las principales productoras de esta bebida. En el siglo I dC, era una escena rutinaria ver cómo los barcos cargados de ánforas salían del puerto de Tarraco en dirección a Roma y otros destinos, como la Galia, Germania o Britania. De hecho, la producción de vino situó a Tarraco como un punto estratégico dentro de las rutas comerciales del Imperio Romano. “Madurar los vinos bajo el puerto de Tarraco nos ha dado un resultado extraordinario”, asevera el propietario de la bodega Pallarades. 

Las ánforas se han convertido en un símbolo del esplendor romano y de la importancia del vino tarraconense. “El proyecto surgió a raíz del trabajo que realiza una empresa de logística marítima de Cambrils”, explica Pérez. Esta empresa está especializada en hacer madurar productos bajo el mar, como aceites y vermuts, y también produce vino envejecido en ánforas. “El problema es que la empresa solo trabajaba desde una visión comercial y maduraba vinos procedentes de La Rioja. Por eso, consideramos necesario iniciar un proyecto donde las ánforas fueran llenadas con vinos locales”, remarca el propietario de Les Vinyes del Tiet Pere.

Imagen de las ánforas para el envejecimiento submarino del vino / Cedida
Imagen de las ánforas para el envejecimiento submarino del vino / Cedida

Investigación científica entre maridaje de historia y vinicultura

El trasfondo del proyecto es la investigación científica para evaluar los resultados del vino madurado en el mar. Pero la falta de recursos y los altos costos operativos —unos 3.000 euros por cada inmersión, incluyendo las licencias de navegación, alquiler de puerto y el costo de los submarinistas— han dificultado la investigación. En esta línea, uno de los objetivos científicos es explorar cómo afecta el entorno submarino al producto: “La temperatura estable a veinte metros de profundidad y el movimiento suave de las corrientes pueden modificar las propiedades del vino, aportando más cremosidad, según nuestra hipótesis”, comenta Pérez. Sin embargo, llegar a unos resultados concluyentes requiere una investigación exhaustiva con diferentes tipologías de vinos y recipientes. De momento, las pruebas han incluido variedades autóctonas, como es el sumoll y la parellada, que muestran “resultados sorprendentes de la evolución del vino” en estas condiciones de maduración, aportando “una cremosidad que añade volumen a los sabores ácidos”.

A pesar de los retos económicos y la falta de colaboración científica, el proyecto mantiene un gran atractivo comercial y una fuerza narrativa vinculada a la romanización de la costa de Tarragona.  De hecho, la iniciativa fue impulsada desde la DO Tarragona, la cual buscaba reconectar la ciudad con su pasado histórico y acercar los vinos locales a la cultura mediterránea. Solo tres de las veinticinco bodegas de la DO se unieron. “Decidimos seguir adelante de manera independiente con el apoyo de la Taula de Vi de Tarragona, lanzando una primera serie de 150 ánforas que se han agotado rápidamente, con botellas a un precio de 100 euros”, explica Ferré. 

Sea como sea, esta propuesta singular ya ha captado el interés de consumidores y distribuidores, y el producto se ha presentado ante más de 300 personas en catas exclusivas, como la que se celebró en la bodega de Vila-seca. Los tres productores se sienten orgullosos porque el proyecto ya “ha superado las expectativas iniciales”, demostrando que el envejecimiento submarino no solo preserva la tradición vinícola, sino que la empuja hacia el futuro con un relato potente y un producto de alta calidad que vincula las viñas de Tarragona con el mar.

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