Georgia es un país donde, al menos en el sector del vino, la tradición tiene un peso muy importante. En un artículo publicado a ‘wine-searcher’, se explica en detalle el presente y el futuro de la vinicultura de un país que todavía tiene en los ‘qvevri’, los recipientes ancestrales de barro donde envejecen el vino, un rasgo distintivo que los da personalidad y que los ha hecho conocidos en todo el mundo.
Envejecimiento en cerámica y enterrado bajo tierra
El vino envejecido en ‘qvevri’ hace el proceso de envejecimiento bajo tierra, donde hay una temperatura controlada que los da capas de oxidación y el que a menudo se denomina ‘complejidad’. El resultado es –si bien a muchos elaboradores georgianos no los gusta que se diga– pareciendo al de tantos otros lugares donde se han hecho envejecimientos en ánfora, con un sabor ligeramente oxidado y un color que, en los blancos, a menudo vira hacia el ámbar.

La diferencia, pero, es que en aquel país el 95% del vino que se elabora se hace de este modo, siguiendo las normas de los ‘Vinos de Georgia’, que permite que los sabores de estos vinos, a menudo elaborados con variedades muy poco conocidas por el gran público, se expresen al máximo. Los vinos que ellos denominan ‘de estilo europeo’, envejecidos en madera o en acero inoxidable, son por lo tanto una parte pequeñísima de su producción.
Más de 500 variedades
Entre las más de 500 variedades que se cultivan en Georgia, la más famosa para los vinos tintos es la Saperavi y, en cuanto a los blancos, la más apreciada es la Rkatsiteli. Los negros, a pesar de que también envejecidos en ‘qvevri’, se pasan unas ocho semanas, mientras que los blancos se están 24. Esto hace, según Liza B. Zimmerman, la autora del artículo, que la oxidación se note mucho menos en los primeros que en los según, que suponen el 75% del que se cultiva en el país.

Los vinos georgianos quieren salir al mundo
Según afirma el artículo, pero, los vinos envejecidos sin ‘qvevri’ se están haciendo cada vez más populares, especialmente para los importadores, puesto que muestran mucho mejor la personalidad del terruño, aunque no tengan la historia y el relato de los elaborados a la manera tradicional. Estos fines ‘a la europea’ empezaron a cultivarse durante el siglo XX a causa de la priorización de las autoridades soviéticas de la cantidad por sobre la calidad, el relato o la tradición.
El hecho, en cualquier caso, es que si Georgia quiere posicionarse mejor en el mercado internacional, más allá de los expertos y de los forofos con curiosidad, el primer paso es conseguir una buena reputación por sus vinos ‘europeos’, que pueden ser apreciados más fácilmente por cualquier persona, sepa o no de vinos.
Otra idea, está claro, seria introducir variedades internacionales conocidas y apreciadas si bien, según Zimmerman, en los elaboradores no los gusta mucho la idea. Uno de los productores más grandes de Georgia, Lost Eden, precisamente está mirando de entrar al mercado norteamericano. Con una producción de 20.000 cajas anuales –y capaz de llegar a 100.000–, duplica la media del país. Lo hace con vinos con variedades tradicional como la Saperavi, en una botella con un diseño fantasioso y con grabados al vidrio y también con cupadas con vinos hechos en qvevri y otros que no.
Habrá que ver qué éxito tienen los vinos georgianos en el futuro y si, quien sabe, empezarán a abandonar un poco las variedades y la elaboración tradicionales para abrirse mercado. Un país con 8.000 años de historia vitivinícola –quizás el más antiguo del mundo– pero que, como la vecina Armenia, quedó ‘aislada’ del mundo durante la etapa soviética, quizás tendrán que decidir entre una estrategia ambiciosa para entendidos o una producción más ‘normativa’ para llegar a cuanto más compradores mejor.