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Los vinos de las Islas Baleares: un tesoro vinícola por descubrir en Cataluña

Las Islas Baleares, con una tradición vitivinícola que se remonta a la época romana, son hoy un referente en la producción de vinos de calidad. A pesar del creciente reconocimiento en el ámbito europeo, especialmente en Alemania y Bélgica, su presencia en el mercado catalán es aún limitada.

Los romanos introdujeron el cultivo de la vid en el siglo I a.C., y ya entonces los vinos baleares eran comparados con los mejores de Italia, según el escritor latino Plinio el Viejo. A pesar de las restricciones durante la dominación árabe, la vid resistió, y el siglo XIX marcó una época dorada con exportaciones masivas a Francia. La plaga de la filoxera, sin embargo, supuso un duro golpe en 1891.

Una historia vinícola con raíces romanas

Desde los años noventa, el sector vitivinícola balear ha experimentado un renacimiento, centrándose en la calidad y aprovechando las condiciones bioclimáticas favorables. Actualmente, un 65% de la producción se destina a la exportación, especialmente al norte de Europa, mientras que un 80% de las ventas se realizan dentro del territorio balear. Solo un 3% de los vinos llegan a otras partes de España, incluyendo Cataluña, según datos del Instituto de Calidad Agroalimentaria de las Islas Baleares (IQUA). “Nuestros vinos tienen una gran acogida en Europa, especialmente en Alemania. Allí valoran mucho nuestra combinación de autenticidad y calidad”, explica una de las técnicas del servicio de control y calidad agroalimentaria del IQUA, a Vadevi.

De la misma manera, la responsable de comunicación de la bodega Son Sureda (Mallorca), Carme Llinàs, explica que el principal cliente de sus vinos es extranjero. “Sobre todo de Alemania, Suecia, América del Norte, Dinamarca, Suiza, Inglaterra y Francia. De consumidores de Cataluña no tenemos, pero tampoco prácticamente de las Islas”, detalla Llinàs, a Vadevi. La bodega Son Sureda produce vinos de autor ecológicos de larga evolución. “Nuestro vino más joven es de 2015 y el más antiguo de 2005. Usamos variedades locales como el callet, así como tempranillo, cabernet y merlot”, añade Llinàs. El enólogo Javier Jara, responsable de la elaboración de los vinos, destaca que la diferencia entre los vinos catalanes y baleares radica más en los procesos de elaboración que en el clima o el suelo.

Europa brinda con los vinos baleares

Jara no cree que la falta de penetración de los vinos baleares en el mercado catalán se deba a una cuestión de diferencias. “Los vinos catalanes y baleares comparten claras similitudes porque están dentro de la cuenca mediterránea y tienen climas semejantes. La diferencia, por tanto, solo se encuentra en cómo se elabora el vino: pequeña escala o industrial, ecológico o no, y el tipo de variedades empleadas”, explica el enólogo de Son Sureda.

De hecho, son las condiciones climáticas y orográficas, con suelos calcáreos y entorno mediterráneo, las que hacen de Baleares un entorno ideal para producir vinos con carácter. Las variedades autóctonas como el callet, el manto negro y el moll son uno de los grandes tesoros de las Islas. También destacan otras variedades autóctonas como el fogoneu y el gorgollassa que contribuyen a enriquecer la oferta vinícola del archipiélago.

Actualmente, las Islas Baleares cuentan con dos denominaciones de origen principales: Binissalem y Pla i Llevant, así como diversas indicaciones geográficas protegidas como Vi de la Terra Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. La vid de Binissalem destaca por sus vinos tintos con cuerpo y aptos para la maduración, mientras que Pla i Llevant ofrece una gran diversidad, desde vinos tintos intensos hasta blancos delicados y aromáticos.

Un mercado catalán por seducir

Para la propietaria de la bodega Sa Marjaleta (Menorca), Glòria Casesnoves, la dificultad de introducir los vinos de las Islas en el mercado catalán es “por la fuerte tradición vinícola de Cataluña”. Desde Sa Marjaleta producen unas 8.000 botellas anuales, que se consumen principalmente en Menorca, con una pequeña distribución en Santa Coloma de Gramenet. “Todo el vino lo vendemos gracias al turismo extranjero y también en el mercado local”, detalla Casesnoves. Una de las características del vino menorquín es estar íntimamente ligado al medio natural: acebuches, pinos y paisajes que rodean los viñedos. “La tierra aquí es pedregosa, arcillosa y poco profunda, lo que da lugar a vinos muy minerales, frescos, afrutados, secos, persistentes y de gran calidad”, concluye Casesnoves.

A pesar de su limitada presencia en Cataluña, los vinos de las Islas Baleares son una expresión única del patrimonio cultural y natural mediterráneo. Con proximidad geográfica y una calidad contrastada, tienen el potencial para establecer un puente entre dos tradiciones vinícolas que comparten el mismo mar.

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