No es lo mismo probar un plato casero, cocinado con amor y cuidado, que comer un canapé en un banquete multitudinario de gran nivel. El plato que ha sido hecho durante horas a fuego lento en los fogones caseros es aquel que definiría la filosofía que se esconde detrás de la microproducción de vino.
Las bodegas que apuestan por las microproducciones, o microvinificaciones, han decidido priorizar el proceso artesanal y la calidad por encima de la cantidad. Cada botella es el resultado de un trabajo minucioso y personalizado. En este sentido, el enólogo del Celler Cooperatiu d’Espolla, Pau Albò, explica a Vadevi que esta cooperativa trabaja las microproducciones, que llaman vinos de finca. Concretamente, su iniciativa se enmarca en el proyecto Vins de Postal.
El valor de las fincas y su legado
“Elaboramos colecciones de vinos únicos, provenientes de viñas viejas de cariñena y garnacha, en cantidades reducidas de unas 1.000 botellas por finca”, explica Albò. Para Espolla, la microproducción es una forma de reconocer el trabajo de los viticultores, socios de la cooperativa, para preservar y proteger las viñas, las cepas ancestrales y las variedades locales. Además, destaca que estos vinos especiales, de producción limitada, “no alcanzan ni el 10% del total de la bodega”, lo que acentúa su exclusividad. “Cada vino es único e irrepetible. Trabajamos con cariñenas y garnachas de viñas viejas, y los vinos que nacen de estas microproducciones son un homenaje a nuestros socios”, asegura el enólogo. El proyecto Vins de Postal quiere ser un reconocimiento a su trabajo y a la historia que hay detrás de cada finca. Por eso, las botellas de esta microproducción llevan una etiqueta con la fotografía de la viña de donde proviene el vino y una dedicatoria personal.
La microproducción vinícola conecta con la esencia más artesanal del mundo del vino. Por este motivo, las bodegas reconocen que requiere paciencia, pasión y dedicación, ya que su rentabilidad no suele llegar hasta pasados cinco años de explotación. Pero para los microproductores, más allá de un negocio, hacer vino es una forma de vivir, una manera de entender el vino y de ejercer un control artesanal sobre cada paso del proceso. Además, la apuesta por la microproducción evita la expansión desmesurada, fomenta la sostenibilidad y la protección del territorio, y permite experimentar con diferentes variedades y técnicas. Esto permite conocer mejor cada vinificación y obtener vinos singulares que serían imposibles de reproducir en grandes producciones.

Reconectar con el proceso artesanal
En Cataluña, varias bodegas defienden esta manera de entender el vino. Un ejemplo destacado es la bodega La Vinyeta, en el Alt Empordà, que desde hace tiempo impulsa el proyecto Microvins. “Se trata de pequeñas vinificaciones monovarietales, hechas con uva de viñas centenarias situadas en parcelas de una tipicidad extrema. Cada año experimentamos con nuevas técnicas y materiales para profundizar en el conocimiento de cada variedad”, comenta Marta Pedra, responsable de la bodega La Vinyeta, a Vadevi.
Las microproducciones de La Vinyeta se hacen con variedades autóctonas como la cariñena (blanca, roja y negra), la garnacha o el macabeo. Además, la bodega apuesta por técnicas tradicionales como el uso de ánforas de barro, bocoyes de castaño del Montseny o barricas de roble para dotar a los vinos de carácter y autenticidad. También experimentan con técnicas como maceraciones, brisats, levaduras salvajes y vinificaciones ancestrales directamente en la viña. “Cada año experimentamos con ocho o diez microvinificaciones diferentes, aunque solo se embotellan las cinco o seis más interesantes. No repetimos nunca un vino, porque cada añada nos permite explorar técnicas nuevas y conocer mejor cada variedad”, detalla Pedra.
Tal como indica la responsable de la bodega, la producción de estos vinos es muy limitada, con entre 500 y 2.500 botellas por referencia, y se destinan principalmente a vinotecas y restaurantes especializados que buscan vinos singulares. “Normalmente, los clientes de estos vinos son personas con inquietudes por el mundo del vino, que quieren probar propuestas diferentes y exclusivas”, añade Pedra.
En resumen, las microproducciones de vino son una manera de reivindicar la tradición y el territorio con un enfoque artesanal y sostenible. Más allá del volumen de producción, el valor de estos vinos radica en el detalle, la paciencia y el respeto por la tierra. En cada sorbo, se recoge la historia y la pasión de los viticultores por su tierra.