Como las mejores canciones de verano, hay presentaciones de vinos que sorprenden, y más aún si se degustan en su entorno. Hacer que respiren en la copa y a la vez en su cuna, en su patio de recreo, o en los rincones preferidos de su casa es una sensación extraordinaria. Esta es la fórmula que ha elegido Pep, el maestro audaz de la bodega de la Baronia de Talamanca, de la DO Pla de Bages, para presentar las nuevas creaciones de su proyecto y, por otro lado, permitir redescubrir con toda la pompa las joyas que ya se han hecho un hueco en el catálogo de vinos del Bages.
Sin ninguna extravagancia, ni ningún invento estrafalario, – en tiempos de Instagram el peligro acecha – Pep no ha hecho nada más que dejar degustar y dar a conocer sus vinos elegantes, versátiles y, en algún punto, atrevidos, en su casa. De hecho, la Baronia de Talamanca puede presumir de estar en uno de los parajes más impresionantes del Bages, con la suerte de que, además, en el paisaje se nota la mano artesana del hombre y el fuerte carácter que le ha otorgado la historia.
Escoltada por el macizo de la Montaña de Montserrat y el Montcau, la bodega de la Baronia de Talamanca es un balcón a los viñedos, al sueño de un horizonte trabajado. Además, guarda el tesoro de una preciosa ermita del siglo X, de Sant Iscle i Santa Victòria, además de unos viñedos que este año se muestran esplendorosos y presumidos por la generosidad de las lluvias y del sol. Cada uno de estos escenarios ha servido a Pep, acompañado por la sommelier de la casa, Anna, para servir, degustar, valorar y conversar sobre los vinos que han emergido de estos rincones.

Un paseo itinerante
Una fórmula bien encontrada, que ha combinado una fabulosa tarde de verano con una degustación itinerante que ayudaba a contextualizar el vino. Sin agobiar, con explicaciones lo suficientemente breves y plásticas para entender qué ofrece cada botella y cómo los restauradores y distribuidores que han asistido pueden recibirlos en sus almacenes u ofrecerlos a sus clientes. Como una buena obra de teatro, cada degustación era un acto, con un guion continuado pero particular y con un escenario diferente.
La bienvenida ha ofrecido el último proyecto de la casa, un Ancestral. El Zimi, que combina tres variedades autóctonas como el picapoll negro, el picapoll blanco y el sumoll. «¡La burbuja siempre hace fiesta!», recordó Anna mientras mostraba un vino que es un proyecto de dos jóvenes enólogos combinando Penedès y Bages. Un espumoso de larga duración, de burbuja fina y generoso en aromas que puede encantar, sobre todo, al público joven. El otro acto ha sido dentro de la ermita. Un envoltorio perfecto para el Victòria, un blanco fresco y amplio, que otorga transparencia a la casa y al oficio con el que se ha elaborado.

El siguiente decorado ha sido entre las cepas de Picapoll Negro, que se hacen ver y disfrutar, donde se ha presentado el nuevo Mima’t, un blanco criado en barrica de castaño. Un vino que este lunes era primicia y del que los autores están orgullosos, y ciertamente, con motivo. Incluso, la brisa marina ha sido lo suficientemente detallista para poner una banda sonora suave y delicada. El último ha sido la reinvención del Aina, el rosado de la casa. De hecho, se ha vestido de gala en la bodega, donde se hace el vino y con la noble presidencia de una barrica del siglo XVIII. Un vino transversal, dúctil y versátil que Pep ha sacado de la oscuridad del catálogo para revitalizarlo y ofrecer un vino agradecido, afable y para todo el año.
La Baronia de Talamanca, de la bodega MondObert, ha tenido ingenio y una buena astucia para reconvertir una bodega que podía caer en el olvido. Una reinvención cuidadosa e inteligente que busca sobre todo la complicidad con el origen, al lugar. Hay que tener presente cómo los pájaros que decoran las etiquetas son las especies de la Baronia, como los fósiles o las cabañas de piedra simulada que visten los tintos de la casa. Señal de que estos vinos son de una tierra determinada. Al fin y al cabo, la idea es tan simple como atractiva y toma prestado el famoso verso de Màrius Torres: la tierra no sabe mentir.