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Vinos que sorprenden: cuando lo extraño se convierte en fascinante

Cuando pensamos en vino, casi todos visualizamos la misma paleta clásica: blanco, tinto y rosado. Pero el mundo vinícola es infinitamente más rico, y detrás de cada botella puede haber una historia inesperada, casi extraña, que desafía lo que creemos saber sobre el vino. De hecho, lo que hoy etiquetamos como “extraño” a menudo es simplemente lo que aún no hemos probado. Y en este terreno, la curiosidad es la mejor brújula.

El mundo del vino es, a la vez, tradición y experimentación. Y es precisamente en estos vinos “extraños” donde encontramos el espíritu más juguetón y más vivo de la viña. El consejo es claro: dejarse sorprender. Probar un naranja, un ancestral o una variedad que nunca habías oído. Quizás desconcierte al principio, pero es en este desconcierto donde nace la fascinación.

El misterio de los vinos naranjas

Uno de los ejemplos más llamativos son los vinos naranjas, elaborados con uva blanca, pero vinificados como si fueran tintos: dejando las pieles en contacto con el mosto durante semanas, es decir, llevando al extremo la técnica de los vinos brisados de nuestros antepasados. El resultado es un vino con un color ámbar intenso, una textura sorprendente y taninos inesperados para un blanco. En Cataluña, varias bodegas de todo el territorio vinícola ya han apostado por este estilo ancestral, que hoy causa furor en los círculos más inquietantes del vino natural.

Burbujas salvajes: el mundo del pét-nat

Si alguna vez has destapado un ancestral, o pét-nat, seguramente has sentido que es un poco imprevisible: espuma repentina, burbuja irregular, aromas vivos. Se trata de un espumoso elaborado con una sola fermentación, embotellado antes de que el azúcar se transforme completamente en alcohol. El resultado es fresco, vibrante y, para algunos, un poco loco. Justamente esta parte “desordenada” es la que hace que cada botella sea una experiencia única.

Vinos de hielo y otros extremismos

Más al norte, donde el invierno congela las cepas, nacen los ice wines, vinos dulces obtenidos de uva vendimiada y prensada en estado congelado. La acidez y la dulzura bailan con un equilibrio fascinante. En nuestro país, sin estos climas tan extremos, hay bodegas que juegan con criomaceraciones o vendimias tardías para acercarse a este estilo imposible de imitar completamente.

Envejecimiento bajo el mar

Quizás uno de los experimentos más singulares es el de las botellas sumergidas. El Empordà ha sido pionero en esta práctica: dejar reposar el vino bajo el Mediterráneo, aprovechando la oscuridad, la presión y el movimiento constante del agua. El resultado es sutilmente diferente: algunos dicen que más redondo, más amable. Sea como sea, abrir una botella que ha pasado meses en el fondo del mar es una experiencia que roza la poesía.

Uva que renace

También hay extrañeza en lo que es antiguo. Variedades casi olvidadas, como el mandó, el sumoll, la malvasía de Sitges, o el picapoll negro vuelven a aparecer en las etiquetas. Hace solo unas décadas parecía que iban a desaparecer, arrinconadas por variedades más comerciales. Hoy, en cambio, son sinónimo de autenticidad y singularidad. Un sumoll ligero y aromático puede desconcertar a aquellos que buscan un tinto potente, pero precisamente en esta delicadeza está su gracia.

El picapoll Esta variedad tradicional goza de un gran prestigio por su singularidad

Recipientes que cambian el sabor

No todos los vinos pasan por barricas convencionales. Algunas bodegas optan por ánforas de barro, huevos de hormigón o incluso maderas exóticas que modulan el envejecimiento. Estos depósitos aportan texturas y aromas diferentes, y a menudo permiten que el vino se exprese con más pureza. Puede sonar extraño, pero una misma variedad puede mostrar dos caras radicalmente diferentes según dónde haya reposado.

Lo que hoy nos parece extraño puede convertirse en moda mañana. Los vinos envejecidos bajo el mar, por ejemplo, eran desconocidos para el gran público hace quince años y ahora llenan las copas de los más curiosos. Lo mismo ocurre con los pét-nats, que han conquistado barras de vinos naturales en todo el mundo. La extrañeza no es más que un paso previo al descubrimiento. En definitiva, el vino no siempre tiene que ser solemne ni previsible. También puede ser divertido, rebelde y sorprendente. Y, por suerte, en Cataluña no hay que viajar muy lejos para comprobarlo.

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