La relación del territorio DO Montsant -como el del resto de Cataluña- con la viña y el vino viene de lejos. Gracias a escritos y registros que se han ido conservando, se realza el significado de la época romana, que en parte pueden explicar, por ejemplo, los restos recuperados de un asentamiento romano en el municipio de Marçà, donde quedaron a cuerpo descubierto algunas ánforas que se utilizaban para conservar el vino. La gran expansión de la viña, eso sí, se escribe a partir de la edad mediana, cuando el trabajo de la cepa se extiende hacia los pueblos y termas que actualmente abraza la denominación de origen.
Fue durante la cristianización, de la mano de los monjes cartujos de Scala Dei, cuando el cultivo aconteció indisociable de esta tierra. Ellos aportaron nuevas técnicas de cultivo que potenciaron el crecimiento de las viñas por toda la zona. De hecho, la implantación de la Cartuja (1194) fue bastante importante para dar nombre a toda una comarca geográfica: Priorat, que significaba las tierras del prior.

El valor del paisaje y el cooperativismo
La comarca del Priorat ha sido tradicionalmente agrícola, con un peso específico del sector del vino, que se ve representado en más de doscientos proyectos y dos denominaciones de origen que conviven: la DO Montsant y la Denominación de Origen Calificada Priorat. Sea como fuere, este valor vitivinícola se suma a la riqueza patrimonial de un paisaje que siempre ha sido considerado, en esta región, como uno de los bienes más preciados y con más urgencia para cuidar y mantener para legarlo a las futuras generaciones.
Es, para ellos, pues, un elemento de identidad, un valor cultural más. Que se significa, entre otros, con proyectos de conocimiento del entorno, la zonificación y los estudios de suelos que los ayudan a conocer y trabajar la tierra con más acierto y con mirada de futuro. Precisamente uno de estos proyectos, fruto de la colaboración entre la DO Montsant y otras instituciones, pretende impulsar la Candidatura Priorat-Montsant-Siurana, mosaico mediterráneo, para entrar a la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, y demostrar la valía de un modelo agrícola que, según los ideólogos, «ha sabido harmonizar la tradición agraria mediterránea todavía viva y la innovación y la creatividad con proyección de futuro».
En la actualidad, a la DO Montsant conviven desde grandes cooperativas hasta iniciativas familiares, pasando por bodegas privadas de diverso tamaño y productores que elaboran vinos de sus propias viñas usando las instalaciones otras bodegas. Un modelo de convivencia en el cual cogen peso catedrales modernistas como las de Falset y Cornudella, las dos del año 1919, que continúan en activo y haciendo valer proyectos cooperativos que empezaron a gestarse apenas después de la filoxera y de la pérdida de miles de hectáreas de viña por culpa de esta plaga mundial.
La DO más joven de Cataluña
Las viñas viejas, cuidadas como auténticos tesoros, acumulan Historia con mayúsculas. La Denominación de Origen Montsant es la DO más joven de Cataluña, fundada en 2000, y quizás esta juventud le otorga un entusiasmo que la proyecta con firmeza hacia el futuro. Inicialmente, cuando se creó, eran 28 bodegas, ahora superan la cincuentena y una producción que supera los cinco millones de botellas el año.
En cuanto a los vinos, salen productos «que hablan de clima mediterráneo, de orografía accidentada, de variabilidad de suelos, y de variedades de uva diferentes». Es tierra de blancos, de garnachas y macabeos, pero sobre todo de negros, con uno significando predominio de estas últimas, que pueden suponer hasta el 90% de la producción total de la región. Entre las variedades también dominantes, garnacha y cariñena, muchas de ellas nacidas de viñas viejas, que son dos de las mejor adaptadas en el territorio y sobre las cuales la entidad del vino ha querido construir y explicar su identidad.

Por todo esto, por los años de historia, por el aprecio y cura del paisaje también desde la DO Montsant se puede afirmar que a




