En la antigüedad, el ánfora era el recipiente que se utilizaba por trasladar los vinos entre ciudades y territorios del mundo. Y de hecho, en los alrededores del siglo I d. C. era habitual ver salir de Tarraco, capital y centro político de la Hispania, barcos cargados de ánforas en dirección a Roma, capital del imperio, y también hacia la Galia, Germània o Britànnia.

Era el vino de la Tarraconense, que de tan reputado y reconocido por todas partes, no era extraño que se hiciera mención en alguna de las obras de autores latinos de la época como Silio Itálico, Marcial o Plini. Un contexto que atrajo la concentración de un gran número de productores en la calle Real de Tarragona, junto al Puerto, puesto que era desde allí de donde salían los barcos cargados de vinos que se repartirían por todo Europa.
Hoy en día, esta justificación histórica ha valido porque el ánfora se haya convertido en la imagen y el icono de la actual Denominación de Origen Tarragona y de las bodegas a los cuales mujer cobertura la entidad.
Entre el Ebro, y el Mediterráneo, aglutina municipios de cuatro comarcas
Lo territorio de la DO Tarragona se sitúa entre el río Ebro y el mar Mediterráneo, dando cobertura a proyectos y productos de cuatro comarcas diferentes: La Ribera de Ebro, donde hablan de las «viñas cerca del río», el Baix Camp, de donde salen «vinos panorámicos«, el Tarragonès, que elabora «vinos con historia» y el Alt Camp, tierra de «vinos y calçots«.
Tarragona es tierra de blancos y hacen bandera de la variedad macabeo, que más allá de estar entre las más plantadas en las fincas de los varios términos municipales, también se ha escogido para estudiar en profundidad para conocer el comportamiento y poder mejorar la calidad final de los vinos que en fan. Con la blanca, conviven también variedades negras como tempranillo o garnacha, de la cual salen una gama de vinos rosados, tintos y espumosos que complementan la oferta vinícola del territorio. Tarragona también es especialmente conocida por sus vinos dulces y rancios: mistelas, moscateles, vimblanc… Tanto es así, que las suyas soleras han hecho la vuelta en el mundo, llegando incluso a ser el producto que acompaña los fieles seguidores de las misas del Vaticano.
Y si bien esto nos habla de presente y futuro del territorio, hablar de la DO Tarragona también nos obliga a recordar los vinos Tarragona Clásico, que fueron motor para la fundación de la entidad ahora hace más de 75 años; de la Estación Enológica de Reus, construida en 1910, que fue una de las primeras del estado, y del movimiento cooperativista, las catedrales del vino que levantó el arquitecto de Valls Cèsar Martinell. Es tierra de formación, con esta Escuela de Enología dentro de la Enológica, a la cual señalan como precedente del actual Universitat Rovira i Virgili, que ha formado una innumerable cantidad de enólogos y sumilleres que hoy en día están posicionando en el mundo el sector vitivinícola catalán.
Esta región también cree en la enoturismo y apuesta a partir de la creación de la Ruta del Vino de la DO Tarragona, que muestra la realidad de una zona privilegiada para el cultivo de la viña con experiencias que maridan el vino con la gastronomía, el deporte o la cultura y actividades pensadas para atraer a todo tipo de público.

Por todo esto, por la suma de historia y tradición, se puede afirmar con firmeza que a
