VadeVi
Vinos de Colliure y dulces de Banyuls, maridajes únicos en Côte Vermeille

Hay quienes se quejan por el exceso de uso de la palabra experiencia para describir actividades que se organizan alrededor del vino, pero la definición del término no puede ser más exacta cuando se refiere a «participar de una cosa que permite adquirir conocimiento» (DIEC). Lo cierto es que hace unas pocas jornadas, pudimos vivir una experiencia inmersiva -otra palabra de moda- por los paisajes de la Costa Roja a través de un recorrido exprés por su historia vitivinícola, que no es exigua, pero tampoco suficientemente conocida.

Viñas plantadas en vertientes de la montaña, a unos 400-500 metros de altitud | Foto: E.V.

Los orígenes del cultivo de viña a los cuatro municipios de la Côte Vermeille, Colliure, Portvendres, Banyuls de la Marenda y Cervera de la Marenda, hay que buscarlos en el siglo IX, cuando era común ver cepas alrededor de abadías y monasterios, plantadas en los vertientes de las montañas como complemento de los cereales que entonces se sembraban en las zonas más planas. Desde entonces, según recuerdan los libros de historia, nunca ha dejado de existir la producción de viña y vino en el territorio, a excepción de momentos puntuales como la afectación de las viñas por la plaga de la fil·loxera entre finales del siglo XIX y primeros del XX, haciendo, como en otros lugares de la geografía del mundo, que la viticultura perdiera muy de peso en la economía de muchas sociedades hasta entonces eminentemente agrícolas.

Sea como fuere, a pesar de los altibajos, la viticultura se ha mantenido como un rasgo definitorio del paisaje y economía en la región, siendo a menudo una actividad complementaria para muchas familias, muchas de ellas vinculadas al mar, que han compaginado -y continúan haciéndolo- los trabajos de la pesca con el cultivo de la uva.

El sistema del pie de gallo en una finca de Romuald Peronne, presidente del Consejo regulador, y propietario de Clos Saint Sébastien | Foto: E.V.

Técnica innovadora: el pie de gallo

Los paisajes de viña de la Côte Vermeille siguen llenando las vertientes de las montañas que miran en el mar Mediterráneo. Son, en buena parte, viñas viejas que pueden superar los cincuenta años, que se estructuran ordenadamente sobre más de 6.000 km de muros de piedra seca y un sistema único al mundo que idearon hace unos cuantos siglos los templarios: una red de canalización de los torrentes y rieras llamada «pie de gallo» que, a pesar de la dificultad de hacerla y mantenerla, continúa siendo una de las características que singularizan y diferencian la viticultura de la región. Único en el mundo, insisten los actuales responsables de las entidades reguladoras del vino, AOC Collioure, AOC Banyuls, AOC Banyuls Grand Cru, y el IGP Côte Vermeille, que evalúan la posibilidad de pedir que los declaren patrimonio de la humanidad.

Como resultado de estos paisajes únicos, vinos dulces admirados y reconocidos por todas partes que abrazan las denominaciones de origen Banyuls y Banyuls Grand Cru, que se suman a una oferta cada vez más consolidada (y mayoritaria) de vinos blancos, negros y rosados que salen al mercado bajo el amparo del AOC Colliure o, en menor medida, de la IGP.

Las viñas de la Côte Vermeille, muy tocadas también por la tramontana, ocupan en la actualidad borde 1.200 hectáreas sobre suelos calcáreos y de llicorella, una cifra que va en caída libre, decreciendo de una treintena de ha cada año, porque cada vez es más difícil encontrar relevo que pueda vivir con las condiciones que exige una viticultura heroica, con difícil trabajo que no sea manual, y viñas con rendimientos bajos de unos 3.000 kg/ ha. Todo ello, ha hecho que los viticultores que forman parte de las entidades reguladoras del vino se replanteen como seguir para poder seguir escribiendo nuevos capítulos de su historia vitivinícola.

El vino es un sector activo a la Côte Vermeille | Foto: E.V.

Plano de recuperación para mejorar la rentabilidad de empresas de vino y garantizar continuidad y futuro

El primer paso ha sido pedir una auditoría externa que los permita evaluar el estado actual, poner bases del crecimiento y la consolidación y definir estrategias de mejora para el futuro.

Entre los diagnósticos, que hay pocos viticultores profesionales y bodegas elaboradoras, que muchos de quienes se dedican a la viña y el vino son personas mayores de más de 60 años de media, y que la mayor parte de las empresas no tienen empleados o muy pocos ofrecen contratos indefinidos. Desde el punto de vista de la producción, se enfrentan a retos importantes por el hecho que los rendimientos por finca son muy bajos, que hay un porcentaje importante de fincas con superficies muy pequeñas, y que muchas de ellas tienen fuertes pendientes que pueden superar el 50% de inclinación, de forma que el trabajo que requiere es manual y en ningún caso mecanizado (por lo tanto, incrementa el gasto).

El plan de recuperación pasa, según la consultoría, por definir un plan de recuperación que permita invertir en viñas, rejuvenecer y restaurando los activos, aumentando los rendimientos por parcela, mejorando las condiciones de producción (acceso en la mano de obra todo el año, o facilitar instalaciones compartidas donde poder hacer vino en la zona), e incrementando los precios de venta de los productos a partir de una inversión en estrategia de marketing e identidad de marca.

Entre las acciones de marketing, se encuentra la invitación a prescriptores y comunicadores, a quienes quieren explicar pasado, presente y futuro de la región, y un claro interés, por parte de los representantes de las entidades reguladoras del vino a estrechar relaciones con la Cataluña del Sur, empezando por ampliar la red de conocimientos, y siguiendo con la participación en ferias u otras actividades que los permita presentar su singularidad y los vinos que elaboran en los cuatro municipios de la mancomunidad.

Productores de Colliure y Banyuls, mostrando una de sus botellas de vino | Foto: E.V.

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa