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Verema 2025: entre la cicatriz y la esperanza

Después de tres años de una sequía implacable, el viñedo catalán comienza a respirar. La vendimia 2025 se encara con una sensación agridulce: por un lado, las señales de recuperación son evidentes; por otro, el recuerdo reciente del sufrimiento todavía está muy presente. Por eso, este año no se habla de una gran cosecha ni de un año histórico, sino de una vendimia de transición. Hablamos con dos voces del territorio: Pau Peyri, viticultor y elaborador en el Priorat, y Salvi Moliner, que trabaja tanto en el Penedès como en el Montsant.

Un verde que emociona: el viñedo renace tras tres años de resistencia

“El 2025 es el primer año desde 2020 que tenemos una brotación verde y sana”, explica Peyri, quien ve en este hecho una primera victoria. “El año pasado llovió con cierta regularidad en otoño e invierno, y eso ha permitido romper la dinámica de sequía extrema. Esta primavera también ha llovido, de manera repartida, y las viñas han crecido bien.” Eso sí, advierte que no será una gran añada en términos de volumen: “Hay muchas viñas que han sufrido mucho, y todavía lo arrastran. Algunas han brotado bien, otras tienen una o dos sarmientos por cepa, y en algunos casos no han brotado nada.”

Moliner refuerza esta visión desde una perspectiva más amplia: “Para entender el 2025 hay que hablar de 2023 y 2024. En 2023 la viña todavía quiso producir, pero sin agua para madurar: tuvimos vinos muy tánicos, desequilibrados. En 2024 la planta ya no pudo más. Priorizó la supervivencia. No produjo uva. En muchas viñas no cosechamos.” Este estrés ha tenido consecuencias graves: “La mortalidad ha sido altísima en cepas viejas, especialmente en viñas ecológicas sin riego. Hay parcelas con un 30% de cepas muertas o que se recuperarán muy lentamente.”

Esta realidad condiciona fuertemente la campaña de 2025. “Tendremos una cosecha pequeña, pero de calidad. Es un año equilibrado en el ámbito climático, con lluvias bien distribuidas y sin calor extremo”, dice Peyri. “Esto nos permite trabajar con ritmos más naturales y recuperar el espíritu de vendimias lentas, sin prisas, que dan buenos vinos.”

Copa de vino tinto | Shutterstock

Un enemigo latente: el mildiu reaparece con fuerza en un año húmedo

Ahora bien, esta recuperación relativa también conlleva riesgos. El más destacado: el mildiu. “Es el año con más riesgo de mildiu desde 2020”, avisa Salvi Moliner. “Hay mucha vegetación y humedad, y la viña está muy activa. La presión fúngica es muy alta.” En el Penedès, donde la mayoría de los viticultores trabajan en ecológico, esto supone un desafío importante. “Necesitaremos ser muy cuidadosos con las aplicaciones de azufre y cobre, y muy vigilantes en cada viña”, expresa.

Peyri lo ve igual: “El mildiu es el gran tema de 2025. Hemos pasado de no tener vegetación ni niebla durante años, a tenerlo todo a la vez: humedad, hojas, temperatura… y el hongo ya se ha instalado. Tendremos que trabajar de forma quirúrgica para evitar que se extienda.” Y añade: “La viña nos ha dado una nueva oportunidad, pero debemos saber cuidarla.”

En el Montsant, el panorama es ligeramente diferente. “Allí las lluvias han llegado más tarde”, explica Salvi Moliner. “El Priorat, como sistema montañoso, ha hecho de barrera y ha frenado muchas lluvias provenientes del mar. Esto hace que las viñas aún no se hayan recuperado del todo.” Sin embargo, las perspectivas son buenas: “Hay mucha fuerza subterránea, y si julio no es demasiado seco, la planta puede seguir desarrollándose bien.”

Una vendimia de transición: poca cantidad, pero calidad y esperanza

Tanto Peyri como Moliner coinciden en decir que este 2025 no es un año para hacer grandes cantidades, sino para consolidar una recuperación progresiva. “La viña tiene una memoria biológica muy potente”, dice Salvi Moliner. “Cuando ve que tiene recursos, vuelve a dar. Pero se necesita tiempo. No podemos pedirle milagros.” Apunta que esta será una añada de vinos equilibrados y honestos, con buenas condiciones para maduraciones largas y sin estrés.

La vendimia 2025, pues, es más que una cosecha: es un punto de inflexión. Es el primer año que la viña se vuelve a vestir de verde después de mucho tiempo, y eso tiene una carga emocional fuerte para muchos viticultores. “Es como ver a alguien querido saliendo del hospital después de una larga enfermedad”, dice Moliner. “Todavía tienes que cuidarlo, todavía está débil, pero tiene ganas de vivir.”

En definitiva, no estamos ante una gran vendimia, pero sí ante una vendimia significativa. Un año que no quedará registrado por la abundancia, sino por la posibilidad de volver a mirar hacia adelante. “Lo más importante de este año es la sensación de futuro”, concluye Peyri. “Después de tantos años hablando de muerte, de sequía y de abandono, ahora podemos volver a hablar de vino, de cepas, de proyectos. Y eso es lo que realmente nos hace vivir.”

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