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Tres años del ‘Filomena’: de la gran nevada a la falta de lluvias

«La nieve destruye la bodega Vall Llach en Porrera», «la borrasca hunde la bodega de Lluís Llach en el Priorat» o «Filomena destroza una bodega del Priorat» fueron algunos de los titulares de las noticias que recogían los efectos de aquella grande nevada que emblanqueció a muchos pueblos de Cataluña en enero de 2021. Ahora, tres años después de la efeméride, el edificio afectado, La Final, ya está totalmente rehabilitado e incluso ha visto entrar dos vendimias. El contexto también ha cambiado. Se ha pasado de una realidad climática que dio muchas reservas de agua a las viñas, a una carencia de agua cada vez más severa, que pide incluso llevar agua del Ebro en la comarca o conectar con la red de regadío del canal Garrigues-Sur para garantizar reguera de apoyo que pueda dar continuidad a los cultivos.

Albert Costa es el Alma de Vall Llach
Albert Costa, de Vall Llach, con Porrera de fondo | Foto: Jordi Play

Tres años difíciles para Vall Llach

Albert Costa, propietario de la bodega Vall Llach, mira atrás y dice que «tienen días de todo», que todavía se preguntan como han podido superar todo ello. «La caída del techo, que dichosamente no provocó heridos, pero también el contexto que ha acompañado el accidente, como los problemas a la viña por el mildiu, la pandemia de la Covid-19«, recuerda.

Han sido tres años complicados, confesa. Y a pesar de todo, se muestra «emocionado y muy agradecido por el apoyo de tantas personas, amigos, clientes…», que apoyaron moral y económico a la reconstrucción del edificio. Lo cierto es que mucha gente se ofreció a dar un golpe de mano con el escombro, con salvar los vinos que habían quedado enterrados, incluso el Consejo Regulador de la DOQ habilitó enseguida una página web para vehicular la multitud de ayudas económicas que querían colaborar con la causa.

Interior del edificio La Final, de Vall Llach, después de las obras de reconstrucción | Foto: Bodega Vall Llach

De una desgracia, varias oportunidades

«Han sido momentos duros, pero también hemos aprendido muchas cosas en estos tres años», continúa Costa. De entrada, valoran positivamente haber podido rehabilitar un edificio «tan emblemático del pueblo«, y además, se enorgullecen de haber construido una bodega «más eficiente, energéticamente y logísticamente«, unas obras «que nunca habríamos hecho si no hubiéramos sufrido los efectos de la borrasca Filomena«.

En Vall Llach, antes de la nevada, utilizaban dos edificios del pueblo y, ahora, después de las obras, han podido centralizar toda la producción de vino en La Final. «Esto facilita el trabajo», dirá Albert Costa. El techo está lleno de placas solares, las paredes están mejor aisladas, de forma que los permite ser más eficientes y reducir el gasto de energía a la bodega. Y reducir gasto, ya va bien, porque el propietario tiene claro que todavía hay trabajo para pagar toda la inversión, «que no ha estado poca».

«Miras atrás y te entra esta tristeza recordando el momento que vivimos. De haber perdido el que perdimos. Pero también es cierto ahora, entras a la bodega y cambias ante una oportunidad de cambio que, de alguna manera, nos permite disimular la tristeza», concluye.

Entrada a la renovada bodega Vall Llach | Foto: cedida

Ahora, preocupados por la sequía

La realidad climática de aquel 2021 no fue una preocupación aislada para los responsables de la bodega Vall Llach, que ven lejana la nevada y los efectos positivos que pudo tener sobre la viña. «Nuestros pensamientos están ahora en el hecho que no llueve«, lamenta el enólogo. La última no ha sido una añada especialmente mala, evalúa el enólogo, con pérdidas que no superaron el 2%, gracias, explica, a unos cuantos litros en agosto que garantizaron la cosecha. Pero ahora, estamos pendientes de la cosecha de 2024, «que viene llena de incertidumbres«, comparte.

«Es muy dramático lo que está pasando», dice no solo haciendo referencia a la falta de agua por los cultivos, sino también el agua de boca. «He hablado con gente mayor del pueblo, y nunca nadie había visto una situación parecida en que incluso se han secado las minas». Además, volviendo al caso de la viña, «el año pasado tenía reservas, este año no tiene y no sabemos si la planta podrá aguantar«, continúa. «Quienes vivimos del vino, lo sufrimos, y a pesar de que no seamos un producto de primera necesidad, está claro que cada vez nos será más difícil producirlo«, concluye.

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