El mundo del vino está lleno de historias, anécdotas y detalles sorprendentes que a menudo pasan desapercibidos entre copa y copa. Más allá de la uva, del terroir o de las variedades más conocidas, hay todo un universo que fascina a sommeliers, aficionados y curiosos a partes iguales. Hoy te traemos cinco curiosidades que quizás no conocías y que te harán mirar tu próxima copa con otros ojos.
Estas son solo cinco curiosidades, pero el mundo del vino está lleno de rincones inesperados, saberes antiguos e innovaciones modernas. Cada botella lleva dentro una historia -de la tierra, de la viña, de quien lo hace y de quien lo bebe-. El vino es memoria líquida, cultura embotellada y una excusa perfecta para seguir aprendiendo. Así que la próxima vez que se abra una botella, piensa: quizás detrás de ese color, ese aroma o ese sorbo hay un detalle que está esperando ser descubierto. Porque, en el fondo, el vino no es solo cuestión de probar. Es cuestión de mirar, escuchar y preguntar. Y de brindar, siempre, por la curiosidad. Como dice el viejo proverbio italiano: In vino veritas, in aqua sanitas. En el vino hay la verdad, y en el agua la salud. Quizás por eso, el vino sigue siendo una ventana al mundo y al conocimiento -tanto si lo disfrutas en una cata profesional como si lo compartes, sencillamente, entre amigos-.
El vino salvó (literalmente) la civilización europea
Durante la edad media, muchas ciudades europeas sufrían graves problemas de agua contaminada. Las enfermedades intestinales estaban a la orden del día y el agua a menudo era fuente de peligro más que de vida. En este contexto, el vino -gracias a su contenido alcohólico y a los procesos de fermentación– se convirtió en una bebida segura para el consumo. De hecho, en muchas comunidades monásticas y en entornos urbanos, el vino diluido con agua era la bebida principal del día a día. Esta práctica no solo era habitual entre los adultos: incluso los niños bebían vino aguado, ya que se consideraba más seguro que el agua sola.
Esto explica también la proliferación de viñedos cerca de monasterios y conventos, especialmente en Francia, España e Italia, donde la Iglesia ejercía un papel central tanto en la producción como en la preservación del conocimiento vinícola. Podemos afirmar, sin exagerar, que el vino no solo formó parte de la alimentación medieval, sino que contribuyó a la supervivencia y desarrollo de la sociedad europea tal como la conocemos.
El color del vino no depende del color de la uva (exactamente)
Todo el mundo cree que el vino tinto viene de la uva tinta y el vino blanco de la uva blanca. Pero esto no es del todo cierto. La pulpa de casi toda la uva, sea blanca o tinta, es de color claro. Lo que da el color al vino tinto es la maceración con las pieles: son las pieles tintas las que liberan los pigmentos (antocianinas) que tiñen el vino. Por eso, si tomas una uva tinta y te quedas solo con el mosto, puedes elaborar un vino blanco.
Esta técnica es habitual en la elaboración de blancs de noirs, vinos blancos hechos con variedades tintas. En Cataluña, por ejemplo, se pueden encontrar cavas hechos con Trepat -una variedad tinta autóctona- pero que presentan un color blanco o ligeramente rosado. En Francia, el Champagne blanc de noirs elaborado con Pinot Noir o Pinot Meunier es otro ejemplo clásico de esta práctica.

Existen vinos que no se pueden llamar vino
Parece un juego de palabras, pero es una realidad legal. En Europa, la palabra “vino” está protegida y solo se puede usar para designar bebidas obtenidas exclusivamente de la fermentación alcohólica de la uva. Esto significa que si se fermentan otras frutas -como cerezas, fresas o manzanas-, el resultado nunca podrá etiquetarse como “vino”. Estas bebidas tienen otras denominaciones: sidra, hidromiel, o simplemente «bebida alcohólica de fruta fermentada».
Lo mismo ocurre con los vinos desalcoholizados: aunque provienen de la uva, deben llevar nombres como “bebida aromatizada a base de vino” o “producto vinícola desalcoholizado”. Esta legislación busca preservar la identidad del vino tradicional y proteger su cultura y autenticidad ante un mercado que cada vez explora más alternativas sin alcohol. Aun así, el consumo de vinos desalcoholizados crece, sobre todo entre los jóvenes y los consumidores conscientes de la salud.
El tapón de corcho puede hacer envejecer el vino (o estropearlo)
Durante siglos, el corcho ha sido el aliado natural del vino. Aparentemente inerte, el tapón de corcho juega un papel fundamental en la evolución del vino dentro de la botella. Permite una microoxigenación lenta que ayuda a desarrollar aromas complejos con el tiempo. Pero también puede ser un riesgo. Un tapón en mal estado o contaminado con TCA (tricloroanisol) puede provocar el temido defecto del “sabor a corcho”, que estropea el vino y elimina cualquier placer organoléptico.
Se calcula que hasta un 3% de las botellas podrían sufrir este defecto. Por eso, muchas bodegas optan actualmente por tapones alternativos: de rosca, sintéticos o de corcho técnico, especialmente para vinos jóvenes o de consumo rápido. En países como Australia o Nueva Zelanda, por ejemplo, los tapones de rosca son mayoritarios y no están asociados a una calidad inferior, como a veces se percibe en Europa.
El vino tiene memoria del sonido (o eso parece)
Una curiosidad que roza la frontera entre la ciencia y la poesía: varios estudios han experimentado con la idea de que la música puede influir en la evolución del vino durante la crianza. Algunas bodegas han probado de exponer las barricas a música clásica, vibraciones suaves o incluso grabaciones de la naturaleza, con el objetivo de ver si estas vibraciones afectan al desarrollo del vino.
Aunque aún no hay pruebas concluyentes, algunos enólogos aseguran que estas frecuencias podrían influir sobre las levaduras durante la fermentación o favorecer ciertos procesos bioquímicos. Además, el sonido también juega un papel en la cata: escuchar una música determinada mientras se degusta un vino puede cambiar la percepción de su sabor, intensidad o textura. No es extraño, pues, que algunos sommeliers y bodegas comiencen a ofrecer experiencias sonoras asociadas a sus vinos.