Anna Casabona es una de las sommeliers más importantes de Cataluña. Con una trayectoria de más de treinta años en el sector, ha sido galardonada con diferentes premios por su impecable labor en el mundo de la prescripción de vinos. Quedó tercera del Campeonato de España de Sommeliers 2024 y en el último concurso para encontrar al Mejor Sommelier de Cataluña 2025 se llevó la segunda posición. Casabona estudió enología, pero nunca llegó a dedicarse a ello. La experta en vinos argumenta que le gusta más «vaciar botellas de vino y comunicarlas», que llenarlas. Actualmente, trabaja como sommelier en la bodega Juvé&Camps, donde recibe a Vadevi para explicar su vida laboral en clave femenina. Antes, sin embargo, hace gala de su cargo e improvisa una visita guiada para conocer mejor las instalaciones. La sommelier explica los saltos profesionales que ha dado durante su carrera y cómo las voces femeninas, antes invisibilizadas, cada vez cobran más fuerza en el sector. Lanza algún mensaje a las instituciones y reconoce que trabaja en un sector cambiante, de modas. Aunque valora positivamente los avances que se han visto a lo largo de los años, asegura que, en muchos momentos y sobre muchas cuestiones, «aún tenemos espacio de lucha».
Usted es una de las mujeres que lleva más años trabajando en el sector vitivinícola.
Sí, soy muy veterana.
¿Cómo se introdujo en este sector?
Cuando terminé COU -que en mi época aún se hacía- decidí que quería estudiar en la universidad, y como era más de ciencias que de letras, pensé en hacer biología. Justamente, sin embargo, ese año se creó en Tarragona la primera carrera de enología y como era una carrera científica y nueva me atrajo mucho. Además, en casa mi padre había sido agricultor toda la vida y bueno, me hizo gracia y me apunté. Podríamos decir que fue un poco por casualidad mi introducción a este mundo: Coincidió que en Tarragona se abría esta posibilidad, me pareció interesante, fui y me atrapó. De hecho, ese es el problema del mundo del vino, o la suerte. Si te pica el gusanillo, el vino es una pasión que si te engancha, ya no te deja nunca, fíjate los años que hace y aún estoy aquí.

Pero, ¿usted trabajó de enóloga cuando terminó la carrera?
Me gradué en 1992, es decir, en plena crisis. En Cataluña había cuatro bodegas contadas y encontrar trabajo de enóloga era muy complicado. En ese momento mi hermana quería abrir un catering y me preguntó si me quería asociar y más tarde ya buscaría trabajo de mi sector. Me apunté y al final estuve 20 años en ese pequeño negocio, no volví al mundo del vino.
¿Y cómo reconectó con él?
Como también era tienda de vinos, me fui interesando cada vez más por el mundo de la sommeliería. De hecho, estudié para ser sommelier profesional; allí descubrí que me gustaba más esta otra parte, la parte oscura del mundo del vino o al revés, la parte luminosa (ríe). Descubrí que en lugar de llenar botellas, me gustaba más ayudar a vaciarlas, explicarlas y compartir. Con los años me fui especializando, continué estudiando sommeliería y continué con los WSET. Actualmente, tengo el nivel 4, que es el diploma, pero no pararé, porque es lo que digo: cuando empiezas no paras. El sector del vino es un pozo sin fondo y siempre piensas que no sabes lo suficiente y que quieres saber más.
¿Por qué dio el salto a las bodegas?
Después de una trayectoria de 20 años en mi catering y tienda de vinos quería un cambio y entré en el mundo de trabajar para las bodegas. Mi primer trabajo fue en el Montsant, en la bodega de Capçanes, y desde hace más de cuatro años estoy aquí en Juvé&Camps.
Todo el mundo tiene muy claro qué hace un sommelier en un restaurante, incluso en una tienda. ¿Cuáles son las funciones de un sommelier en una bodega?
Me gusta que me lo preguntes. En efecto, todo el mundo tiene clarísimo que el sommelier es la persona que en el restaurante te recomienda los vinos, que te hace el servicio del vino. Después también se ha entendido que en una tienda es la persona que te recomendará el vino, que te explicará cómo lo puedes maridar mejor en casa y cómo debes servirlo. Pero en una bodega aún hay dudas. Estamos en el siglo XXI, por tanto, todo ha cambiado mucho y hoy en día creo que hay que entender que un sommelier ya es mucho más que la persona que está en un restaurante. De hecho, es cualquier entendido en el mundo del vino con conocimientos para comunicar y conectar con una persona que necesita un consejo, una guía a la hora de escoger un vino o de cómo degustarlo. Por eso es una figura vital en las bodegas actuales, ya que los vinos que elabora una bodega deben explicarse y comunicarse, no solo al público final que terminará bebiendo esa copa, sino, por ejemplo, al profesional que está en el restaurante. Alguien tiene que explicarle al sommelier del restaurante lo que hay detrás de esa botella. En mi caso en Juvé&Camps, poca gente habrá probado más veces un Reserva de la Familia que yo misma. Por tanto, puedo hablar con mucho conocimiento y ayudar a que los profesionales puedan recomendar mejor lo que hay en esa botella.
Antes las bodegas eran un lugar cerrado donde se hacían vinos, en cambio, ahora hay cierta apertura. ¿Es por eso que la figura del sommelier gana importancia?
Si hacemos la analogía con un restaurante, antes el cocinero era una figura cerrada dentro de un lugar oscuro, con las cazuelas y removiendo la comida. En cambio, hoy en día nos interesa mucho la parte de atrás, es decir, de un restaurante queremos ver la cocina. En una bodega debe pasar lo mismo, es decir, también nos debe interesar a todos muchísimo la parte de elaboración, y no solo en la bodega, sino en el viñedo, que es donde realmente nace el vino. Entonces, una figura como un sommelier es esa persona que puede hacer de puente entre la parte más oculta de la bodega y la gente que la quiere conocer.
Hablemos un poco de la vitivinicultura. No es ningún secreto que ha caído el consumo de vino en el mundo. Esto a usted, como experta con gran conocimiento del sector, ¿le preocupa?
Es evidente que me gustaría que hubiera más consumo y que todo fuera bien, pero lo que se debe hacer es estudiar qué está pasando exactamente. El consumo que está bajando es el consumo de vinos y espumosos de más baja calidad, mientras que los elaborados de más calidad se están manteniendo, incluso están creciendo. El sector cada vez es más prémium y para mí es positivo. No debemos olvidar de dónde vienen los vinos, es decir, del campo y del agricultor. No debemos dejar a nadie por el camino y debemos proteger y conservar nuestro territorio. Para mí se debe dejar que la gente viva y viva bien elaborando vinos y cuidando viñedos.
¿Qué elementos hacen que pueda quedar «desprotegido» el sector del vino?
Actitudes como la de demonizar el vino, más bien dicho el alcohol del vino. Los vinos tienen entre 12 y 15 grados máximos y ponerlos en el mismo saco que los destilados o las mezclas no me parece bien. No veo a los jóvenes haciendo botellones de vino, los veo haciendo botellones de cosas más potentes, que son con las que deberíamos vigilar. Al final, beber vino ayuda a beber bien. El vino es cultura, forma parte de nuestra dieta mediterránea. Incluso se ha reconocido que tiene algunos efectos positivos, pero siempre con moderación. Por tanto, encuentro que es injusto que se ponga todo en el mismo saco. Precisamente en Cataluña, el sector del vino no es solo el vino, es la agricultura, son las bodegas, las empresas de botellas, de corchos, las comercializadoras y la hostelería. Desde el agricultor hasta el restaurante hay un montón de gente que vive de esto y, por tanto, debemos ser responsables. No solo es un mensaje a los consumidores, sino también lo lanzo a las instituciones. Todos debemos ser conscientes de todo lo que hay detrás del mundo del vino.

Entendemos que esta visión más prémium de todo el sector del vino ayuda un poco a que todos los actores del sector puedan ganarse mejor la vida.
Exacto, si le damos más valor añadido, toda la cadena podrá vivir mejor.
Pero también hay quien no quiere gastarse tres euros más y piensa que el producto se está encareciendo…
Por eso también se debe hacer esta parte de pedagogía y de explicar todo lo que hay detrás de una copa de vino. Es muy importante que la gente comprenda que cuando está comprando una botella de vino catalán, realmente está repercutiendo en la riqueza del territorio.
También se ha ido extendiendo que cada vez gustan menos los vinos tintos o con mucha complejidad. De hecho, parece que la gente empieza a preferir vinos blancos, más aromáticos. ¿Hasta qué punto es un cambio social en lugar de una moda pasajera?
Es cierto que ahora mismo parece que hay un movimiento hacia vinos blancos a escala mundial, pero toda la historia del vino ha sido como un péndulo, vamos de un lado a otro. Si hablamos de Galicia, todos tenemos clarísimo que es un lugar de vinos blancos, pero antiguamente era un lugar de vinos tintos. Allí, en algún momento giró el péndulo hacia vinos blancos. Toda la historia del sector ha ido un poco ligada a tendencias y a modas, y ahora nos toca la de más vinos blancos. Sí que es cierto que cuando añadimos el maridaje también hay cambios en nuestra alimentación. Antes se hacían cosas más potentes: asados, entrecots… En cambio, ahora la cocina de alta gastronomía es más sutil y de sabores ligeros. En este sentido, si a estos platos les añades un vino tinto, pierdes. La realidad es que rompe más la experiencia que un vino blanco. Paralelamente, cada vez sabemos elaborar más y hemos descubierto que se pueden hacer una infinidad de matices y de estilos diferentes con los blancos que dan mucho juego con la cocina actual. Aquí también se puede añadir la preocupación que hay actualmente de no beber tanto alcohol, y normalmente los blancos suelen ser más ligeros. Todo esto, supongo que hace que aumente su consumo, pero ya verás que dentro de treinta años volveremos a buscar los vinos tintos.
Ahora que hablaba de la graduación y de vinos con menos alcohol: ¿los vinos sin alcohol sí o los vinos sin alcohol no?
Creo que está bien que en lugar de beber un refresco, si alguien quiere tener la experiencia de disfrutar de abrir la botella y de beber en una copa, elija un vino sin alcohol. No obstante, pienso que es un sector que debe avanzar y se debe estudiar cómo hacer vinos sin alcohol que no estén tan retocados. Al fin y al cabo, un vino sin alcohol es un vino al que se le ha hecho un proceso físico para quitar todo este alcohol y esto hace que, inevitablemente se quiten otras cosas. También es verdad que la tecnología está creciendo y mejorando, por tanto, se están encontrando maneras de ser más sutiles, y por eso creo que será una posibilidad más. A mí todo me parece bien, siempre que la materia prima sea uva y ayudemos a nuestros agricultores.
Hay otro conflicto en el sector: el relevo generacional. Entonces yo le pregunto, en la vitivinicultura ¿nos faltan jóvenes?
Sí… Es cierto que aquel que ha sido agricultor toda la vida, lo será hasta el final. Ahora bien, ya hay muchas zonas donde son los mismos padres los que dicen a los hijos que se dediquen a otra cosa porque con esto se morirán de hambre. Por tanto, yo creo que la responsabilidad del sector es dignificar el trabajo de la tierra y que cuando un joven dice que ama el trabajo y quiere vivir de ello lo pueda hacer. Se debe trabajar para que no sea como lanzarse a una piscina sin agua.
Y ligado con esto, ¿faltan mujeres en el sector?
Hay muchas, invisibles, pero están. En el sector del vino siempre ha habido mujeres, lo que pasa es que estaban detrás, estábamos invisibilizadas. Cada vez tenemos más visibilidad y hay más mujeres en todos los sectores. En la agricultura y en las bodegas -que siempre han estado- pero también hay más enólogas, más mujeres que están trabajando en producción, más sommeliers, más mujeres comunicadoras y, sobre todo, cada vez vemos más mujeres al frente de la gestión de las empresas. Por tanto, parece que estamos comenzando a lograr una paridad real, aunque, también debo decir que en el sector, al igual que en la sociedad, aún tenemos espacio de lucha.
Usted ha hecho dos carreras dentro de este mundo: la sommeliería y la enología. Cuando las cursó, ¿había mujeres también?
Sí, pero siempre ha pasado lo mismo. Cuando yo empecé a estudiar enología había muchas mujeres, pero después, en el sector laboral cambiaban las estadísticas. De hecho, uno de los motivos por los cuales en lugar de dedicarme a hacer de enóloga, monté el negocio con mi hermana, fue precisamente porque había pocas bodegas y estas preferían contratar hombres. Había este rechazo para contratar mujeres para hacer trabajos técnicos, pero es verdad que esto ha ido cambiando. Antes no se contrataban mujeres a menos que fuera para trabajar en el laboratorio. Al principio era muy difícil elegirlas para estar al frente de la bodega, o incluso como enólogas o en el viñedo. Actualmente, nos encontramos muchas enólogas y muchas mujeres técnicas en el viñedo. Creo que aquí ha habido un cambio importante.
Usted habla de invisibilización. Es cierto que cada vez hay más ferias y eventos relacionados con el vino. ¿Aún se nota cierta ausencia de mujeres, es decir, sí que están en la bodega, pero no las eligen para explicarlo?
Está creciendo la participación de mujeres, sobre todo porque cada vez hay más mujeres en posiciones directivas, pero aún estamos muy por debajo. En empresas donde hay muchas mujeres, a veces ves que el responsable de tomar la última decisión aún es un hombre. Eso es lo que debería cambiar. Por ejemplo, en el ámbito de la prescripción, Robert Parker era Robert Parker, pero ahora ya se empieza a hablar mucho de Jancis Robinson o Sara James Evans. En cuanto a Cataluña, también hay más voces femeninas. Todo esto permite normalizar que sea una mujer la que te hable de vinos.

Pero aún hay algunas conductas enquistadas, ¿no?
En mi trayectoria me he encontrado desde micromachismos a macromachismos. Por ejemplo, había ido con mi marido a alguna feria y a pesar de yo ser la entendida en vinos, ellos hablaban con mi marido. También, cuando ya tenía el negocio, algún comercial me había preguntado por el responsable, cuando la responsable era yo. En algunos cursos de cata o cuando venía algún cliente al que le tenía que explicar los vinos, yo tenía doble trabajo, porque le tenía que explicar todo bien, pero antes tenía que demostrar que yo lo podía explicar. Primero tenías que ganarte el respeto y después podías hacer tu trabajo. Eso a los hombres no les pasa, los hombres directamente hacen su trabajo, porque se supone que están calificados para explicar lo que sea. Estas situaciones aún pasan un poco, aún tienes que ganarte el respeto de ciertas personas. Pero, cada vez somos más las que logramos ganarnos ese respeto, vamos normalizando que en el sector del vino no se te cuestione que sepas o no, solo porque seas mujer.
¿Qué nos queda en este camino?
Seguir, no desfallecer. Lo estamos haciendo bien y cosas como discriminar positivamente, organizar catas de vinos solo de mujeres es una buena herramienta. Es triste tener que discriminar positivamente, pero si no lo hacemos, no se nos ve. Ojalá, en pocos años, no sea necesario discriminar positivamente, pero de momento, es un trabajo que debemos hacer.