Hace algunas semanas os contábamos que el Ayuntamiento de Alella había llegado a un acuerdo con la propiedad del edificio de Alella Vinícola, situado en el centro del municipio. El edificio, obra del arquitecto modernista Jeroni Martorell, se convertirá en un equipamiento cultural público y perderá una función que ha tenido durante 120 años: la elaboración de vino.

Alella Vinícola es mucho más que una bodega: es una parte muy importante de la historia del vino de Alella: es la empresa donde trabajaron y la cooperativa donde llevaron la uva un altísimo porcentaje de alellenses durante décadas. La conexión emocional entre los vecinos y “la Vinícola” tiene una dimensión que va mucho más allá de la arquitectura del edificio. En todo caso, es un buen momento para conocer su historia.   

A principios del siglo XIX, Alella vivía del cultivo de la vid. La llegada de la filoxera en 1886 provocó una devastación tan grande, que en 1894 no quedaba ni una sola vid viva. Esto abocó a la miseria a las clases populares, pero también a los terratenientes. Las grandes fincas del pueblo comenzaron a venderse y subastarse y fueron a parar a manos de una nueva clase acomodada formada por industriales que surgía en Barcelona. Como se trataba de personas que desconocían el mundo agrario, dieron las tierras a aparcería. 

Superada la filoxera, la producción de vino en Alella se recuperó. El éxito del vino de Alella se volvió en contra de los productores alellenses porque tabernas y colmados comenzaron a vender “vino de Alella” que no era de Alella y el producto empezó a perder prestigio. Con el objetivo, sobre todo, de luchar contra estas dos dificultades, en 1906 se creó la bodega cooperativa Alella Vinícola, que agrupaba a la mayoría de viticultores (propietarios y aparceros) de la zona. 

Después de unos primeros años de dificultades económicas, con el lanzamiento de vinos de crianza innovadores, el sindicato Alella Vinícola adquirió la fama de elaborar algunos de los mejores vinos del mundo. De inmediato se exportaron a todas partes. La burguesía de Barcelona tomaba los vinos de Alella Vinícola, que eran distintivo de persona refinada, con clase y elegancia. 

La certificación del origen, la autenticidad del producto, fue una de las principales preocupaciones de la cooperativa desde el principio. Por eso, ya en las primeras etiquetas, aparecía la palabra legítimo. En cierto modo, Alella Vinícola ejerció de consejo regulador más de cincuenta años antes de la creación del Consejo Regulador de la DO Alella.

Imagen exterior del antiguo edificio de Alella Vinícola / Cedida
Imagen exterior del antiguo edificio de Alella Vinícola / Cedida

El blanco abocado, el de cápsula de color marfil, apareció en 1910. Era un vino nuevo, innovador, diferente de los que había, moderadamente dulce y que salía al mercado después de tres años de crianza. Poco a poco se convirtió en el vino más vendido de Alella Vinícola y la marca Marfil tuvo fortuna y dio nombre a más vinos de la casa. 

Durante décadas, el funcionamiento de la cooperativa no cambió mucho. Era un modelo que funcionaba y la gama de productos (con los nombres actualizados) estaba más que consolidada con el Marfil Blanc, el Marfil Sec, el Marfil Rosat, el Marfil Negre, el Generós Dolç y el Generós Sec. Al final de los años 1940 se incorporó al catálogo de la bodega el Supermarfil, un blanco más dulce y más criado que el Marfil Blanc, que se elaboró durante una veintena de años. 

Los años 1970 coinciden con el inicio del crecimiento urbanístico desmesurado de Alella con el máximo histórico de ventas de la bodega (más de un millón de botellas anuales). La pérdida de viñedo para dar lugar a urbanizaciones hizo entrar a Alella Vinícola en una crisis sin precedentes. A pesar de algunos intentos por repensar el proyecto y la gama de productos, la cooperativa no salió adelante. A principios de los años 1990 el catálogo de la marca solo tenía tres referencias: el Marfil Semi, el Sec y el Rosat. La producción se redujo hasta las 400,000 botellas en la vendimia de 1996, y en 1998 llegó la liquidación y el final de la cooperativa.

A pesar de Ruiz Mateos, Parxet y Codorníu mostraron interés por Alella Vinícola, pero quien finalmente la compró fue Alfons Garcia Grau. La familia Garcia reflotó la empresa y pronto tomaron las riendas los hijos Samuel (a cargo de los viñedos) y Xavier (enólogo), y la marca Marfil fue recuperando el prestigio perdido de manera paralela a la creación de nuevos productos y marcas. Xavier Garcia se ha convertido en uno de los enólogos reconocidos del territorio.

Al final de 2022 Xavier Garcia hizo público que había creado una nueva bodega, el Celler Marfil, que había adquirido la maquinaria, el stock y las marcas de Alella Vinícola y que pasaría a elaborar vinos de Alella y más territorios en unas nuevas instalaciones situadas en Can Jonc.

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