¿Por qué cuesta tanto que la gente joven se acerque al vino? El enólogo Llorenç de Ferrer (34 años) y el sommelier Sergi Marco (31 años), analizan desde dentro un fenómeno que preocupa al sector: la dificultad de atraer a los jóvenes a un producto que forma parte esencial de nuestra cultura, pero que a menudo se percibe como un mundo distante, complejo o simplemente “no para ellos”. El vino, como tantas otras cosas del mundo rural y artesanal, sufre una desconexión profunda con la sociedad actual. De Ferrer, enólogo de la bodega Les Acàcies (DO Pla de Bages) y propietario del proyecto Dues Ales, en Berga, lo resume con contundencia: “Hay una desconexión total con la naturaleza y con lo hecho a mano. La gente no sabe de dónde sale la buena leche, ni de dónde vienen los huevos de calidad. Y con el vino pasa lo mismo: si solo lo ves dentro de un supermercado bien envasado y pulido, parece de gran calidad, pero falta entender su origen”. Para el joven enólogo, acercar a los jóvenes al vino implica reconectarlos con la tierra y con el paisaje. “El vino es cultura, es naturaleza y es gastronomía —no solo una bebida alcohólica. Si logramos que los jóvenes se pregunten qué hay detrás de una botella, lo tendremos mucho más fácil.”
De Ferrer es claro cuando dice que no hace falta hacer vinos especiales para los jóvenes, sino hacerlos entender qué es realmente el vino. “Yo no me centraría tanto en hacer vinos pensados para los jóvenes, con mucha fruta o como si fueran refrescos. El vino ya lo descubrirán. A medida que vas madurando, quieres abrir botellas mejores. Lo que hace falta es que tengan curiosidad por saber qué hay detrás de una botella”. Además, defiende que el futuro no pasa por el consumo masivo sino por el consumo consciente: “Vivimos en una sociedad muy estresante, y cada vez será más necesario abrir una buena botella para celebrar cualquier cosa o para desconectar. Si solo beben una el fin de semana, pero es buena, mejor. Crecerá el segmento de media-alta calidad”.
Un mundo demasiado cerrado y difícil para el consumidor
Desde el punto de vista de Marco, sommelier de 31 años y actual comercial de Vila Viniteca, el problema es que el mundo del vino se ha vuelto demasiado difícil para el consumidor. “Hemos creado un club exclusivo. Si no entiendes de sabores, de aromas o de madera, parece que no puedas formar parte de este mundo. Y esto lo hemos hecho nosotros: productores, sommeliers y restauradores.” Marco cree que hay que volver a la naturalidad y la inclusión: “Cuando era pequeño, en casa siempre había vino en la mesa. No hacía falta entenderlo, solo beberlo y disfrutarlo. Ahora todo se ha complicado: la gente quiere hacer cursos para entender qué es el vino, cuando en realidad no hace falta entenderlo, hace falta disfrutarlo. El vino es para compartir, no para analizarlo constantemente”.

Para el sommelier y actual comercial de Vila Viniteca, la comunicación del vino ha acabado generando rechazo entre muchos consumidores. “Hay gente que dice yo no sé de vino, como si eso fuera un impedimento. Pero no hace falta saber: hay vinos para todos. El problema es que hemos hecho creer que si no eres experto, no puedes participar en él”. También señala un factor evidente: la fuerte competencia de la cerveza, un producto mucho más visible y socialmente aceptado. “Cuando quedas con los amigos, dices vamos a tomar una birra. El vino no tiene esa presencia. Mira Estrella Damm: está en los conciertos, en el fútbol, en la tele. En cambio, no recuerdo el último anuncio de vino que haya visto”.
El reto de hacer el vino cercano e inclusivo
Marco defiende que hace falta más inversión en comunicación y más vínculos con la cultura popular: “Tenemos que enseñar que el vino es un producto hecho por el pueblo, que hay buenos a cinco o diez euros, y que también son vinos dignos. No todo tiene que ser lujo o coleccionismo”. En esta misma línea, cree que hay que cuidar mucho más los vinos que se ofrecen por copas: “Muchos restaurantes ponen vinos mediocres por cuestiones de costo, pero hay vinos asequibles y de gran calidad. Si mejoramos la experiencia de la copa, el público se enganchará más”.
De Ferrer, por su parte, insiste en que el mensaje de fondo tiene que cambiar. “No podemos vender el vino como una bebida alcohólica más. Tenemos que transmitir que es el resultado de un paisaje, de una cultura y de un oficio. Si esto lo entendemos, el vino recuperará su lugar”. Ambos expertos comparten una misma visión: el futuro del vino pasa por hacerlo más cercano y más fácil, sin renunciar a su identidad ni a su valor cultural.
Ni Llorenç de Ferrer ni Sergi Marco hablan desde la nostalgia, sino desde el compromiso de una generación que vive el vino con pasión pero también con realismo. Saben que los hábitos cambian, que la salud pesa y que los precios son un obstáculo, pero creen que el camino no es hacer vinos “para jóvenes”, sino hacer que los jóvenes se sientan parte del vino. “El vino es paisaje embotellado”, dice De Ferrer. “Y hay que disfrutarlo», insiste Marco. Quizás, entre estas dos frases, esté la clave del futuro del sector.