Cataluña tiene más de siete centenares de bodegas repartidas por todo el territorio. La mayoría, sin embargo, son pequeñas y medianas empresas desconocidas a los ojos poco expertos. El enoturismo nació de la necesidad de encontrar una tercera pata para el modelo de negocio que en los últimos años ha castigado a pequeños y grandes debido a la caída de las ventas. A pesar de esto, parece que la gran afluencia de turistas se la llevan las bodegas con más recursos y las pequeñas quedan a la sombra de estas grandes empresas con mayor capacidad de atracción. Es por eso que el Gobierno -evidenciando los beneficios del enoturismo para la salud empresarial vitivinícola- añade bodegas y pequeños elaboradores a su propuesta de turismo enogastronómico Benvinguts a Pagès La Festa (del 4 al 5 de octubre). Esta iniciativa devuelve el protagonismo a los productores de toda Cataluña, que obtienen un espacio donde presentar sus propuestas únicas y reunir al máximo de turistas y clientes en solo un fin de semana.
«Se trata de poner en valor la agricultura», asegura Sara Jové, de la bodega Mas Blanch i Jové, en Vadevi. La enóloga expresa la clara necesidad que hay actualmente en el territorio catalán de conmemorar el trabajo de los vinicultores. En este sentido, reitera que es necesario mantener «propuestas que acerquen al consumidor al trabajo» y recuerda que no siempre se valora todo lo que sucede antes de que una botella de vino esté en la estantería del supermercado. Mas Blanch i Jové es una bodega de Les Garrigues donde se elaboran 60.000 botellas de vino ecológico que pertenece a la DO Costers del Segre. En su propuesta enoturística presentan una visita a su bodega para «demostrar la identidad de los vinos», responde Jové. Entre todas las iniciativas de las bodegas de Cataluña que participan en el proyecto hay un punto en común: la voluntad de enseñar cómo se elaboran los vinos.

Jové no es la única que recuerda que hay mucho trabajo detrás de una botella, Josep Dasca, de la bodega Dasca Vivies, situada en el Alt Camp explica que uno de los objetivos de esta iniciativa es «pasar de la producción al consumidor final a través de la venta directa en las bodegas». Una técnica que gracias al aumento del enoturismo ha salvado buena parte de las ventas de muchas bodegas. En concreto, Dasca no solo tiene una bodega, sino que cultiva otras frutas y comercializa más productos de elaboración propia. Por eso su oferta para Benvinguts a Pagès la Festa va mucho más allá de sus vinos e incluye visitas a todas sus tierras y una cata de todos los productos elaborados de la finca. «No es nuestra principal fuente de beneficio, pero el enoturismo sumará a la larga», reflexiona el enólogo del Alt Camp, quien tiene muy claro que sea bajo el paraguas gubernamental con iniciativas como esta o por su cuenta «este es el camino».
Un entorno biodinámico
El principal atractivo de los viñedos catalanes es su compromiso con el medio ambiente y la sostenibilidad. En muchos casos, los cultivos catalanes son ecológicos y a medida que pasan los años, los turistas se interesan aún más por los productos de mínima intervención y respetuosos con su entorno. «Tenemos muchísima biodiversidad alrededor de la bodega», describe en Vadevi Maria Font, de la bodega Can Morral del Molí. Esta pequeña bodega se encuentra entre el Vallès Occidental y el Baix Llobregat. Los viñedos tienen más de 70 años y la producción es ecológica, lo que los convierte en un reclamo para los enoturistas. De hecho, Font admite que tienen visitas prácticamente todo el año, pero que participar en Benvinguts a Pagès la Festa es una buena manera de «fidelizar algunos clientes y darse a conocer por los alrededores».
Un fin de semana de ensueño
El fin de semana de Benvinguts a Pagès quiere llenar Cataluña de experiencias que conecten con las raíces agrícolas y gastronómicas del territorio. Más allá de los entrevistados por este diario, hay más propuestas de bodegas en plena temporada de vendimia. El Priorat propone un desayuno entre viñedos para vivir de cerca la esencia del momento más intenso del año para las bodegas, combinando el paisaje, los vinos y las historias que se transmiten de generación en generación. Más al norte, en el Segrià, la masía centenaria Pifarré abrirá sus puertas para que los visitantes puedan recorrer cada espacio de la granja, descubrir herramientas y maquinaria agrícola y disfrutar de una degustación de productos frescos de la huerta de temporada. Todo ello, acompañado de jugos ecológicos, sidra, vino y cerveza artesana elaborada en el mismo entorno.

La iniciativa pone el acento en los pequeños elaboradores, y reconoce que mantienen vivo el tejido productivo y gastronómico del país. Fuera de las actividades relacionadas con el vino, Benvinguts a Pagès la Festa también valora y da voz a otros tipos de cultivos, muchas veces olvidados por los mismos consumidores. En el Baix Camp, una cooperativa cervecera formada íntegramente por mujeres celebra veinte años de actividad y abre las puertas para mostrar su proyecto colectivo. En la Garrotxa, unos cultivadores ecológicos de micelio, sustratos y hongos medicinales y gourmet invitan a conocer un oficio tan singular como desconocido. Y en la Conca de Barberà, una charcutería centenaria especializada en butifarras, longanizas y chorizos ofrece la posibilidad de ver de cerca cómo se elaboran estos productos tradicionales.
El turismo rural gana fuerza y el enoturismo lleva la voz cantante. En este sentido, la promoción forma parte de la estrategia gubernamental para salvar el campo catalán. En momentos tensos de baja producción e incertidumbre geopolítica, colocar Cataluña en el mapa nacional e internacional es prácticamente una obligación. De esta manera, proyectos como Benvinguts a Pagès la Festa recuerdan a la población por qué es importante cuidar el medio ambiente y sobre todo a los agricultores del territorio. Es una puerta abierta a los viñedos, pero también a otros cultivos que no siempre se tienen en cuenta.