Con la llegada del buen tiempo, el vino rosado recupera protagonismo en mesas, terrazas y vinotecas. Cataluña, tierra diversa y vinícola por excelencia, ha ido redefiniendo el rosado en las últimas décadas, alejándose de clichés antiguos y abrazando un estilo más versátil, elegante y arraigado al territorio. Si hace años se consideraba un vino menor, hoy el rosado catalán vive una época dorada, con elaboraciones que brillan por su personalidad y capacidad de maridar con platos frescos, días luminosos y tardes largas de primavera y verano.
Una nueva mirada al rosado
El vino rosado siempre ha sido una categoría difícil de explicar. Ni blanco ni tinto, a menudo incomprendido, ha tenido que luchar contra prejuicios y percepciones simplistas. Pero esta imagen está cambiando. Los rosados catalanes han dejado atrás el color chicle y el exceso de dulzor que marcaban muchas elaboraciones de los años 90 y 2000. Hoy, hablamos de vinos secos, equilibrados, de aromas sutiles y textura sedosa. Vinos con una identidad propia.
Las tendencias actuales apuntan hacia rosados pálidos, en la línea de los famosos vinos de Provenza, pero sin perder la esencia mediterránea ni las variedades autóctonas. Garnacha, trepat, sumoll o cariñena toman el protagonismo y dibujan un paisaje gustativo muy rico y territorialmente coherente.
Diversidad de terrenos, diversidad de rosados
Desde el litoral hasta las zonas más interiores y frescas, Cataluña ofrece un mosaico de terrenos que permiten jugar con estilos muy diversos de rosado. En el Empordà, por ejemplo, la garnacha negra sigue siendo la reina, con rosados ligeros pero con carácter, perfectos para una mesa marinera. En la Conca de Barberà, el trepat da lugar a rosados vibrantes y especiados, llenos de energía. En el Penedès, el sumoll —en recuperación— permite hacer rosados delicados y afilados, mientras que las zonas altas como Costers del Segre o Pla de Bages apuestan por acideces más marcadas y aromas más florales.
Esta diversidad permite encontrar rosados para todos los gustos: desde los más ligeros y refrescantes hasta los más estructurados y gastronómicos.

Algunos nombres a tener en cuenta
Sin ánimo de hacer una lista definitiva, vale la pena destacar algunos proyectos que están elaborando rosados de gran calidad y autenticidad.
- Notas de rosado 2023 de la bodega Mas Geli (Empordà): su rosado de cariñena es un buen ejemplo de equilibrio y elegancia. De color muy pálido, es fresco, limpio y con un trasfondo salino muy atractivo.
- Nas del Gegant 2020 de la Bodega Escoda-Sanahuja (Conca de Barberà): elaboran un vino con trepat y garnacha negra natural, sin añadidos, que sorprende por su energía y originalidad.
- Rosado de Bàrbara Forés 2023 (Terra Alta): ofrecen un rosado de garnacha, syrah y cariñena con notas frescas de frutas rojas y muy buena acidez.
- Petit caus 2023 de la bodega Can Ràfols dels Caus (Penedès): un rosado elaborado con Merlot, Tempranillo y Syrah donde destaca el color rosa salmón y en boca nos recuerda a la perfección que nos encontramos en el Mediterráneo.
Maridajes para días soleados
Un buen rosado catalán puede brillar tanto como aperitivo como acompañando una comida completa. Marida de maravilla con platos fríos, ensaladas creativas, quesos suaves, arroces, pescado azul, cocina asiática o incluso carnes a la brasa. Un rosado de trepat puede ir genial con sushi o platos con jengibre y soja. Uno de garnacha puede hacer pareja ideal con una coca de recapte o un arroz de mar y montaña.
También hay que reivindicar los rosados espumosos, a menudo injustamente olvidados. Un Corpinnat, un cava o clásico Penedès rosado puede ser el compañero perfecto para una fiesta de verano, una celebración al aire libre o un brindis sin excusas.
¿El rosado, un vino para los jóvenes?
En el intento de conectar el vino con las generaciones más jóvenes, el rosado puede ser una puerta de entrada ideal. Por su imagen fresca, por su sabor más accesible, y porque se presta a un consumo menos formal y más lúdico. Esto no significa que sea un vino simple o superficial. Al contrario: muchos rosados catalanes tienen una notable complejidad y pueden evolucionar con elegancia en la botella.
Es tarea también de los comunicadores, tenderos y restauradores ayudar a romper tópicos y presentar los rosados como lo que son: vinos versátiles, elegantes y perfectamente adaptados a nuestro clima y modo de vida.
Un verano en clave rosada
Con el calor al acecho, las neveras de los wine bars, restaurantes y casas se llenan de rosados. Cada vez más, también con botellas catalanas. Es una buena noticia: significa que el sector ha sabido leer el momento, apostar por la calidad y recuperar la confianza en una categoría que puede dar muchas alegrías. Abrir una botella de rosado catalán es, en cierto modo, abrir una ventana al paisaje: oler el sol, la brisa, las flores y los frutos de un territorio vivo. Y brindar, por supuesto, por un verano largo y lleno de buenos momentos.


