En un mundo cada vez más interconectado, la gastronomía es uno de los espacios donde mejor se manifiesta la mezcla de culturas. Y en este escenario, el vino catalán, con toda su riqueza de matices y territorios, tiene mucho que decir. Más allá de los maridajes clásicos, hoy proponemos un viaje arriesgado y delicioso: descubrir cómo los vinos catalanes pueden acompañar —y en muchos casos, potenciar— los sabores intensos, delicados y sorprendentes de la cocina asiática.
Una cocina diversa, una paleta de sabores infinita
Cuando hablamos de cocina asiática, de hecho, estamos hablando de un mosaico inmenso de tradiciones gastronómicas: desde el picante punzante de la cocina tailandesa hasta la sutileza del sushi japonés; desde la grasa suave del char siu chino hasta los curris especiados de la India. Esto plantea un reto apasionante: ¿qué vino puede encajar con platos tan diversos?
La respuesta no es única ni cerrada, pero sí hay líneas maestras que nos pueden ayudar a entender mejor cómo el vino catalán —con DO como Penedès, Empordà, Terra Alta, Costers del Segre o Conca de Barberà— puede ser un compañero ideal de estos platos lejanos pero ya bien presentes en mesas de aquí.
Blancos con alma para platos delicados
La cocina japonesa es un buen punto de partida. El pescado crudo, las salsas suaves de soja o ponzu, el arroz con vinagre y la delicadeza del sushi demandan vinos sutiles, frescos y con una acidez bien marcada. En este terreno, los blancos del Penedès —hechos con xarel·lo o macabeu— funcionan muy bien. Su frescura limpia el paladar y no domina los sabores del plato.
Recomendaciones:
- Cantallops 2023 – Anima Mundi (DO Penedès): delicado, fresco y equilibrado. Ideal para sashimi de atún o nigiri de lubina.
- Virolet 2024 – Oriol Rosell (DO Penedès): floral y aromático, casa perfectamente con sushi de mango, platos con jengibre o yakisoba suaves.
La acidez contra el picante: rosados y espumosos
Cuando entramos en el terreno más especiado —como la cocina tailandesa o vietnamita—, aparece una nueva necesidad: la acidez y la burbuja son claves para equilibrar el picante, refrescar y dar aire al paladar. Aquí los rosados jóvenes de garnacha tienen un papel ideal, especialmente si tienen un poco de volumen y notas de fruta roja.
Recomendaciones:
- Jhana – Castell d’encus (DO Costers del Segre): rosado con mucho volumen y final largo, ideal para pad thai con gambas o rollitos vietnamitas.
- Leopardi – Llopart (Corpinnat): espumoso brut nature con buena acidez, perfecto para platos con curry rojo o sopa tom yum.

Tintos ligeros para platos carnosos y dulces
Muchos platos chinos y coreanos juegan con salsas dulces y texturas melosas: pensemos en un cerdo agridulce, unas costillas con soja y miel, o el famoso bulgogi. En este caso, se necesitan vinos tintos que no sean excesivamente tánicos, pero sí con estructura y fruta. Los tintos jóvenes de sumoll o garnacha pueden brillar aquí.
Recomendaciones:
- Sumollista – Mas Bertran (DO Penedès): Fresco con fruta negra y un toque especiado, combina muy bien con bulgogi o cerdo agridulce.
- “Tocat de l’Ala” – Coca i Fitó (DO Empordà): coupage de cariñena y garnacha, fresco y profundo, ideal con platos como ternera con hoisin o cordero especiado.
El valor del contraste: cuando el dulzor suma
Uno de los secretos de los grandes maridajes es jugar con el contraste. Un vino dulce de mistela o un vino de licor con garnacha blanca puede encajar sorprendentemente con platos muy especiados o incluso con postres asiáticos como el mochi, el mango con arroz de coco o las galletas de almendra chinas.
Recomendaciones:
- Dolç Mataró – Alta Alella (DO Alella): vino dulce natural con notas de fruta negra. Sorprendente con mochi de chocolate o curry intenso.
- Airam – Celler Espelt (DO Empordà): dulce oxidativo, perfecto para acompañar frutas tropicales o para finalizar un menú asiático con elegancia.
Una oportunidad para explorar y atreverse
La clave de todo esto es salir del guion establecido. La cocina asiática, cada vez más arraigada en Cataluña, ofrece una oportunidad magnífica para reinterpretar el vino catalán, darle nuevos escenarios y hacerlo descubrir a nuevos públicos.
Además, muchos restaurantes asiáticos del país comienzan a incluir vinos catalanes en sus cartas, a menudo a propuesta de sumilleres jóvenes con ganas de romper barreras. Es una tendencia que vale la pena seguir, porque abre caminos de conexión entre culturas, sabores y paisajes.
Los vinos catalanes tienen mucho más que decir de lo que a menudo creemos. No es necesario que nos quedemos con los maridajes tradicionales: probarlos con cocina asiática es una manera no solo de disfrutar, sino de reivindicar su versatilidad, personalidad y capacidad de dialogar con el mundo.