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Vinos de otoño: copas que abrazan el paisaje

Cuando los viñedos comienzan a teñirse de amarillo y rojo y los primeros vientos fríos llegan a las tardes cortas, el vino también cambia de vestuario. Después de los meses de verano, llenos de blancos ligeros, rosados y burbujas refrescantes, el otoño pide vinos que inviten a detenerse, a observar, a disfrutar con calma. Es momento de vinos con un poco más de alma, más textura y profundidad, pero sin perder la frescura. Los blancos pueden tener cuerpo y crianza, y los tintos, sorprendentemente, pueden ser jóvenes, vivos y afrutados. Una manera de entrar al otoño con el paladar en equilibrio.

En Cataluña, esta época tiene un acento propio. Desde el Penedès hasta la Terra Alta, pasando por el Empordà, el Priorat, la Conca de Barberà o el Bages, cada territorio ofrece una expresión diferente del mismo momento: la madurez sin peso, la calidez sin exceso, el aroma de hoja seca y tierra húmeda. Los blancos con crianza evocan el sol que aún calienta, y los tintos jóvenes recuerdan el aire fresco que anuncia el invierno. Beber vinos de otoño es, en el fondo, una manera de escuchar el territorio. No es necesario buscar complejidad extrema, sino vinos que acompañen la transición: cuando aún hace suficiente sol para comer afuera, pero ya apetece una copa que caliente el alma. Entre estos cuatro vinos que recomienda Vadevi -dos blancos que abrazan y dos tintos que danzan- hay todo lo que el otoño catalán puede ofrecer: paisaje, memoria y armonía.

Copa de vino, servicio
Sirviendo una copa de vino tinto | Foto: istock

Blancos con cuerpo: la calidez en la copa

Mas Candí – QX (Quatre Xarel·los) 2021 (DO Penedès)

Mas Candí trabaja con respeto absoluto por el viñedo y una mirada honesta hacia el territorio. El QX es un monovarietal de xarel·lo procedente de diferentes parcelas de cepas viejas -entre 55 y 60 años- que muestran la diversidad del paisaje del Penedès. La crianza se realiza en tres tipos de madera diferentes, una decisión que aporta matices y complejidad sin ocultar la esencia varietal.

En la copa, el vino es profundo y vibrante a la vez. Encontramos notas de manzana al horno, frutos secos, hierbas mediterráneas y un toque ligero de tostado. En boca es amplio, denso, pero vivo, con una acidez precisa que prolonga el recuerdo. Es un blanco con cuerpo y elegancia, perfecto para acompañar platos de setas, arroces de montaña o quesos artesanos.

Lagravera – Ónra Blanc 2021 (Serra Llarga, Lleida)

Hecho en la Serra Llarga, cerca de Alfarràs (Lleida), el Ónra Blanc de Lagravera es un vino biodinámico que nace fuera de cualquier Denominación de Origen, pero con una identidad muy clara. Está elaborado mayoritariamente con garnacha blanca y una pequeña parte de sauvignon blanc, combinando el carácter mediterráneo de la primera con la frescura aromática de la segunda.

Tiene una crianza parcial en barricas y ánforas, que le da estructura sin perder pureza. En nariz encontramos notas de pera madura, albaricoque seco y hierbas aromáticas; en boca es denso, equilibrado y largo. Es un blanco que requiere atención, ideal para acompañar platos de caza menor, pescado al horno o quesos curados.

Tintos jóvenes y ligeros: frescura con alma

Les Acàcies – Desbordant 2023 (DO Pla de Bages)

El Desbordant es una de esas botellas que definen un territorio. Elaborado por Les Acàcies, en el corazón del Pla de Bages, es un vino donde la garnacha muestra su cara más viva y espontánea.

En el ámbito aromático, recuerda claramente el paisaje boscoso de la zona: notas de sotobosque, romero, lavanda y un toque de frutas rojas frescas -fresa, frambuesa, cereza- que aportan una sensación de chispa en la nariz. En boca es ligero, suave, pero con personalidad. Un tinto que no busca densidad ni madera, sino precisamente la inmediatez y la energía del fruto. Ideal para acompañar una coca de escalivada, un embutido suave o unas castañas recién asadas.

Celler Frisach –-L’Abrunet Negre 2023 (DO Terra Alta)

En la Terra Alta, donde la garnacha es reina, el L’Abrunet Negre de Celler Frisach es un magnífico ejemplo de cómo un vino joven puede capturar la luz mediterránea sin perder frescura.

El coupage combina garnacha y cariñena, fermentadas con levaduras propias y sin mucha intervención. En nariz encontramos fruta roja madura, ciruela y un toque de especias dulces. En boca es vivo, con una acidez que limpia e invita a una segunda copa. Es el típico vino de otoño que puedes servir ligeramente fresco y que brilla con platos sencillos como un estofado vegetal, un bocadillo de jamón o una pizza artesanal de verduras.

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