«Está siendo un año especialmente difícil para el campesinado, la situación es severa», dice con preocupación Pepe Raventós, propietario de Raventós i Blanc y Can Sumoi. Y lo dice, desde este segundo proyecto, dirigiéndose a los viticultores con los cuales trabaja y a quienes compra la uva para elaborar sus vinos. Esta última campaña ha sido especialmente complicada, por la falta de agua, y, aun así, ha mantenido intacto el compromiso, apunta, de pagar precios que se acercan al euro por cada kilo de uva, concretamente, de media, 1,10 €/kg a Raventós i Blanc y a 0,90 €/kg a Can Sumoi.

La falta de lluvia en estas últimas campañas en el Penedès ha hecho que la producción haya sido inferior, pero la preocupación va más allá cuando se piensa en la siguiente campaña. «Cómo podaremos, si no hay madera, el sarmiento no ha crecido, hay cepas que ni siquiera podrán brotar«, lamenta el viticultor. Y en el supuesto de que broten, y crezcan, siendo altamente optimistas, el segundo reto, el del corzo que, sumado al jabalí, «echa a perder los brotes tiernos y se carga el 100% de la producción».

Viñedos viejos en Can Sumoi | Foto: Raventós i Blanc

«Hace falta un cambio de rumbo, un golpe de timón»

Can Sumoi es el proyecto más personal de Pepe Raventós, donde recuperó una finca fechada a 1645 que había sido abandonada. Allí trabaja una veintena de hectáreas de viñas viejas, que superan el medio siglo de vida, que están rodeadas por 380 hectáreas de bosque y donde se conservan tres masías de finales del siglo XVII donde ya ha documentado la producción de vino. «Es la recuperación de una viticultura heroica, de montaña, y también de la variedad sumoll con el objetivo de defender el potencial de nuestro territorio», reivindica.

Se para en la sumoll, insistiendo en el hecho que «hay que simplificar el discurso varietal«. Y se explica, «tenemos la xarel·lo y la sumoll, una climatología única. Tenemos que confiar en ciclos más húmedos y orientar todo el trabajo a potenciar la expresividad de estas dos variedades reinas, que han demostrado ser resilientes«. Y sumado a esto, orientar el trabajo hacia el control de los rendimientos y hacer vinificaciones de calidad, porque sí que «hay muchos kilos y muchas botellas, pero quienes tenemos que hacer los deberes somos quienes trabajamos calidad: no podemos vender barato«. Y añade, «si esto pasa para reducir volúmenes, controlar rendimientos, adelante, porque el resultado será que nos percibirán como un territorio de prestigio».

Así, Pepe Raventós entiende que es momento de hacer «un cambio de rumbo, un golpe de timón«. El contexto es el que es, el clima urge, pero insiste en el hecho que se tiene que «volver el protagonismo en los valles, en los pueblos, a las parcelas». Entiende que el camino exige dejar de criticar a los grandes y reforzar el trabajo de los medios y pequeños, los «quién trabajamos por el prestigio», precisa. Como orientación, tres pistas. Seguir reflejando los orígenes en los vinos, pagar el que toca por el precio de la uva y centrar nuestra producción en las variedades del territorio. «El mundo tiene ganas de conocer nuestros vinos», espeta.

«¿Por qué no tenemos confianza en nosotros mismos?», concluye, porque esto es lo que nos hará seguir en el camino de la competitividad.

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