Música, comida, buen ambiente y, sobre todo, vino. Lo que prometía la primera edición del festival Vinàriament Barcelona parece haberse cumplido. Del 16 al 18 de mayo, el Poble Espanyol se llenó de uno de los productos que define la cultura catalana. El vino fue el protagonista de una fiesta que cumplió todas las expectativas, pero sobre todo acogió a un grupo que normalmente no está interesado por los vinos: la gente joven. Durante los tres días, ocho bodegas de excelencia, galardonadas por los Premios Vinari, sirvieron copas de sus mejores vinos y espumosos. A su alrededor, varios artistas y DJ realizaron actuaciones originales para todos los públicos. Dentro del claustro del monasterio del Poble Espanyol, diferentes actividades exclusivas convirtieron la fiesta en un espacio de conocimiento de los vinos catalanes y finalmente, el chef de estrella Michelin, Fran López, maridó todo con sus platos.
No hay nada que guste más a la generación Z que una buena fiesta. El sector de los vinos catalanes lamenta desde hace años el poco interés que tienen los jóvenes por estos elaborados tan ligados al territorio. No es ningún secreto que los jóvenes han dejado de beber vino de manera cotidiana y en muchos casos se asocia a gente más adulta, con un poder adquisitivo más alto. Esta, sin embargo, no fue la realidad del Vinàriament Barcelona, un festival organizado por Vadevi y la agencia Pleisure que prometía mucho vino, pero también una buena fiesta. «El perfil de los asistentes fue principalmente público internacional interesado en descubrir los productos catalanes, pero también público local joven, de entre 30 y 40 años, con ganas de conocer las propuestas enológicas en un ambiente distendido y con valor añadido», aseguraban desde Castell d’Or a Vadevi. Así pues, muchos jóvenes curiosos se pasearon por el Poble Espanyol en busca de una copa de vino o vermut. «Hemos escuchado la música y hemos venido a echar un vistazo», explicaban a este diario, una pareja de catalanes que estaban visitando el Poble Espanyol. Otros, sin embargo, ya se habían enterado de la fiesta a través de las redes sociales y aparecían con su entrada comprada: «Nos ha parecido una buena actividad para hacer un sábado por la tarde», comentaba otra pareja en la cola para tomar la primera copa de vino.
El buen ambiente se apoderó de todo el festival, aunque a medida que pasaban las horas el tipo de gente cambiaba. Las mañanas fueron el momento más flojo, pero a partir de la hora del vermut, muchas familias llegaron para escuchar a los DJ y beber una copita de vino. «Este mediodía ya empezaba a haber mucha gente», reconocía a este diario Enric Vives, gerente de Vives Ambrós, una de las ocho empresas del sector que tenían un stand en el festival. Aun así, los jóvenes se apoderaron de las noches del evento. Algunas colas y mucha gente bailando llenaban la zona principal del evento, el Baluard del Poble Espanyol. Un poco más arriba, al lado del monasterio de este emblemático recinto de Montjuïc, varias personas se sentaban en las mesas y sillas del evento mientras tomaban unas copas con vistas a toda Barcelona. Sorprendentemente, por la tarde el vermut funciona muy bien», concretaba Rafa Spirit, embajador de Dos Déus Vermut, otra de las bodegas invitadas que reivindicó su bebida durante todo el día.

La realidad es que este festival no dejó indiferente al público, pero tampoco a los profesionales que participaron. Las bodegas Domenys y Vallformosa fueron las que más colas tuvieron durante los tres días y curiosamente los espumosos triunfaron al mismo nivel que los vinos. También en la parte más gastronómica del evento, bodegas como Giró Ribot comentaban a Vadevi que aunque habían comenzado «un poco flojos», en palabras del delegado comercial de la bodega en Cataluña y Baleares, a medida que pasaba el día la gente se animaba. Así mismo, Miquel Coca, de la bodega Coca y Fitó reconocía que las sensaciones eran «muy positivas» y que habían conectado muy bien con el público: «Suma porque es un entorno como el Poble Espanyol de casa, muy bonito y que normalmente no lo disfrutamos mucho», añadía.
La inesperada visita internacional
Como todo buen festival que se hace en el Poble Espanyol, una parte de los asistentes al Vinàriament Barcelona fueron extranjeros. Los guiris son fans de cualquier cosa que se haga en la ciudad de Barcelona, sobre todo si está cerca de un espacio que pueden visitar como turistas. Durante el fin de semana, mucho público de fuera de Cataluña pasó algunas horas en el festival, una situación que también se convirtió en una oportunidad para las bodegas, que aprovecharon para dar a conocer sus productos a escala internacional. “Copa que se sirve, copa que tenemos que explicar”, recordaba Vivies, de la bodega Vives Ambrós. Alrededor de un 20% de todos los asistentes al evento fueron extranjeros, un público que las empresas vitivinícolas con stand en el festival no esperaban, pero que en ningún caso fue impedimento para demostrar la calidad de los vinos catalanes: «Todos los que vienen te preguntan de qué está hecho, cómo está hecho, piden explicaciones, se interesan mucho por el mundo del vino y quieren descubrir», ejemplificaba Coca, de la bodega Coca y Fitó.

Actividades exclusivas y comida de gran calidad
Vinàriament Barcelona giró en torno a la música, el vino y el buen ambiente, pero también aseguraba algunos espacios para conocer en profundidad las maravillas de los vinos de Cataluña. Las catas y maridajes exclusivos, dirigidos por el sumiller profesional Ramon Roset y con el apoyo de Bonpreu i Esclat, supermercado que proporcionó toda la comida de proximidad, fueron todo un éxito. En el espacio del claustro del monasterio del Poble Espanyol se montó una mesa larga, donde los participantes más sibaritas degustaron varios vinos y espumosos ganadores de los Premios Vinari, acompañados de quesos, ahumados, chocolate y otros productos catalanes. Estas actividades se salían de la norma de lo que se puede encontrar en un festival, pero no pasaron desapercibidas para los asistentes, que en muchos casos decidieron comprar las entradas con antelación para tener un lugar en esta mesa.
La propuesta gastronómica de las Terres de l’Ebre del chef Fran López, quien ostenta una estrella Michelin en el restaurante Vila Retiro de Barcelona, también jugó una parte muy importante en este evento. Su amplia oferta de productos y platos de calidad acumuló muchos asistentes frente a su puesto. Entre las diferentes tapas que más triunfaron estaban los calamares a la andaluza con mayonesa de lima, surtidos de croquetas, el saquito crujiente de rabo de toro, brioche de steak tartar, pan bao con diferentes rellenos, canelones de pollo de corral con bechamel trufada, tablas de quesos catalanes y una propuesta de hamburguesa de 130 g.
