Los posibles nuevos aranceles propuestos por Trump han generado gran preocupación por el futuro de las exportaciones de vino catalán a los Estados Unidos. Las duras declaraciones del presidente estadounidense, que ha defendido el aumento de impuestos sobre los productos extranjeros, afectan directamente las estrategias de las bodegas de Cataluña, que quieren mantener sus ventas al otro lado del Atlántico. La situación es clara: la incertidumbre sobre cómo se materializarán estas medidas ha pasado a ser el principal tema de debate. Sin embargo, no solo las bodegas están perdiendo el optimismo, sino también los distribuidores y minoristas americanos, que comparten una visión negativa del impacto de estos aranceles. Aunque hay desacuerdos sobre si los productos catalanes tienen suficiente identidad para resistir el aumento de precio, los expertos coinciden en prever un futuro complicado y admiten que la reducción de ventas parece casi inevitable.
«Los aranceles no benefician a nadie», exclama la empresaria e importadora de vinos en los Estados Unidos, Núria Garrote. La catalana lleva años dedicándose a poner en contacto las bodegas de Cataluña con posibles vendedores de los Estados Unidos y es la primera en ver de manera muy poco clara estos aumentos. «Estamos hablando de un 25% del valor del producto, esto es muy difícil de asumir». En este sentido, Garrote reflexiona sobre los márgenes que tienen las empresas para operar, tanto en Cataluña como en los Estados Unidos, y confirma que la única manera de continuar vendiendo pasará por una reducción de ventas. «La primera reacción será parar un poco», admite la distribuidora de Norteamérica. También augura este final Pedro J. Rodríguez, propietario de la tienda de vinos americana Grand Cata, quien en una entrevista a Vadevi explica que para mantener los precios a raya tendrá que «planificar mucho más los pedidos y probablemente hacerlos de menos volumen». La realidad, pues, es que las bodegas catalanas podrán continuar vendiendo en los Estados Unidos, pero se enfrentarán no solo a un aumento de los gastos logísticos sino también a una reducción del volumen de sus ventas.
Por ello, las empresas vitivinícolas catalanas serán las más afectadas por las posibles nuevas normativas del presidente de los Estados Unidos. Esto es una conclusión casi unánime entre los expertos, que coinciden en que las bodegas serán las que asumirán los márgenes más bajos y la reducción de ventas. Más aún, teniendo en cuenta el crecimiento que han tenido en valor las exportaciones de vino catalán a Norteamérica. Según los datos de Prodeca, empresa pública adscrita al Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Generalitat de Cataluña, los Estados Unidos es el primer mercado importador del vino catalán y aglutina un 12,74% de la cuota de mercado total. De esta manera, mientras el conjunto de la economía catalana solo exporta a los Estados Unidos un 3,6%, los vinos catalanes superan incluso al sector de la perfumería que se queda en un 9,3%. Unos datos, pues, que auguran lo que los expertos confirman: «Las bodegas sufrirán mucho», reitera la empresaria e importadora de vinos en los Estados Unidos en una conversación con este diario. Además, una parte de esta carga llegará al consumidor final. «Absorber de manera interna todo el aumento es imposible porque no hay suficientes márgenes», afirma Garrote. Así, los distribuidores pedirán menos producto a las bodegas, primero por el encarecimiento de la cadena de producción y luego por la caída de la demanda, ya que los precios más altos harán que los consumidores compren menos.

La tensa situación ha dejado al sector vitivinícola y comercial de ambos países «en estado de alerta». Así lo confiesa Laia Villabí, jefa del sector del vino de Prodeca, quien recuerda que «no es la primera crisis para el mercado ni tampoco el primer conflicto arancelario con los Estados Unidos». Sin embargo, en el primer mandato de Trump ya se aplicaron medidas similares que en palabras de Villabí «bloquearon un poco el sector». La experta reconoce que en aquel momento la reducción del volumen de las ventas fue bastante fuerte. Según las últimas cifras publicadas por la empresa pública adscrita al Departamento de Agricultura de la Generalitat en 2019 Cataluña exportaba alrededor de 18,22 millones de litros de vino a los Estados Unidos. Este 2024 la cifra apenas superó los 15,5 millones de litros. «Se ha tardado mucho en recuperar este mercado, de hecho todavía nos estamos recuperando», afirma Villabí.
Menos vinos y más caros para los americanos
Es evidente que el consumidor final también verá afectado su bolsillo cuando compre vino catalán. Tanto minoristas, como distribuidores y bodegas confirman que harán lo posible para que el aumento no recaiga de manera muy significativa en el precio que paga el consumidor final, pero la evidencia y los recuerdos de la pasada crisis confirman que será inevitable que los vinos catalanes suban de precio. Ante esta casuística, las opiniones sobre el comportamiento de los clientes varían. Para Rodríguez solo se vivirá una reducción de volumen, es decir, aquellos clientes que siempre compran vino reducirán su consumo y «solo beberán los fines de semana», argumenta el propietario de Grand Cata. Garrote, en cambio, tiene una visión algo más pesimista y reconoce que se perderán consumidores, ya que «es un mercado con mucha competencia y es fácil encontrar otras opciones», afirma la experta. De hecho, los Estados Unidos no solo es un gran amante del vino catalán, sino que tiene mucha experiencia comprando en diferentes mercados mundiales. Paralelamente, el valle de Napa, en California, también es reconocido en todo el planeta por la calidad de sus vinos. «En los Estados Unidos hay tanta oferta de vinos que si no es uno será otro», afirma la distribuidora de los Estados Unidos. Así pues, mientras Rodríguez mantiene que a pesar de la caída de ventas algunos compradores de vino catalán «asumirán el aumento», Garrote lo ve más complicado.
La identidad catalana, en duda
El salvavidas del sector vitivinícola catalán debería ser la identidad que va ligada a sus vinos. El storytelling y los relatos que se esconden detrás de las botellas han probado ser un gancho infalible en el exterior. Sin embargo, Garrote lamenta que «todavía queda mucho camino por recorrer» y añade que «la identidad catalana no salvará los vinos de la reducción de ventas». Para Prodeca, sin embargo, este crecimiento del valor de los vinos de Cataluña en los Estados Unidos es evidente y las cifras apoyan esta versión. En este sentido, en 2019 se exportaron vinos a Norteamérica por valor de 71,08 millones de euros, un dato menor al de las exportaciones de 2024, que fue de 71,3 millones de euros. Así pues, el precio de los vinos catalanes en los Estados Unidos ha subido, una situación que Villabí relaciona directamente con el aumento de la voluntad de los americanos de comprar vino catalán porque conocen la historia: «Los compradores americanos cada vez tienen más conocimiento de la historia de los vinos de Cataluña y de sus 12 Denominaciones de Origen», argumenta la jefa del sector del vino de Prodeca.
El propietario de Grand Cata comparte la sensación de que la historia del vino catalán ha traspasado fronteras y ha dejado una huella en el mercado norteamericano. Aunque reconoce que la reducción de ventas es casi inevitable, destaca el buen trabajo de las bodegas de Cataluña a la hora de conseguir una buena reputación entre los consumidores. «El vino catalán es conocido entre mis clientes por ser un producto con una excelente relación calidad-precio«, comenta Rodríguez. En este sentido, a pesar de la incertidumbre que rodea la amenaza de Trump de unas políticas arancelarias más rígidas y su posible ampliación, parece que el futuro del vino catalán no se limita solo a sus efectos económicos inmediatos. La diversidad de opiniones entre expertos americanos coincide, sin embargo, en un punto común: las bodegas verán reducido el volumen de venta de los vinos catalanes. Este escenario, aún a la espera de que las declaraciones del presidente de los Estados Unidos se hagan realidad, abre una puerta a la reflexión sobre cómo el sector podrá adaptarse y responder a estos cambios tan significativos.