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Vestigios de un gran legado vinícola en la región de Alella

El territorio con DO Alella vive uno de sus mejores momentos. Diez bodegas (siete de ellos, amparados bajo el Consejo Regulador) trabajan a pleno rendimiento elaborando vinos de primera calidad que no paran de recibir premios en certámenes en todo el mundo. Se está plantando nueva viña, hay un montón de proyectos de jóvenes viticultores sin bodega y la oferta enoturística es amplia e interesante.

Es un territorio con un gran presente y un futuro más que prometedor. En ningún caso hay que cogerse a aquello que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo que sí que es un hecho indiscutible es que la superficie de viña se ha visto extraordinariamente reducida en las últimas décadas. Y más allá del que podamos ver en fotos antiguas o del que nos puedan explicar los viticultores más grandes y sabios, basta de pasear por los bosques de la Cordillera Litoral para darse cuenta de que, aquellos espacios que hoy son pinares y encinares, no hace paso mucho tiempo habían estado viñas esplendorosas.

Casi toda la montaña, desde el Besòs hasta la Tordera, era una enorme viña. Hagamos un repaso de los elementos que certifican esta afirmación. Todos ellos los podemos encontrar vinculados a viñas que todavía son en producción; encontrarlos bajo el bosque es una experiencia interesante por la información que, en silencio, nos aportan sobre un pasado no muy lejano.

Mur de piedra seca entre pinos y encinas, en Alella | Foto: Òscar Pallarès

Muros de piedra seca

Muros construidos con piedras de granito de medida mediana (sin cemento ni cabe otro material que las religue) que aguantaban las fincas de viña y evitaban que, con la pendiente, el agua de la lluvia hiciera grandes cárcavas al sauló que pudieran descalzar las cepas.

Barraca de viña en Vallromanes | Foto: Òscar Pallarès

Barracas de viña

Son preciosas. Algunas llegan a tener detalles decorativos que recuerdan elementos modernistas. Con las paredes de ladrillo o de piedra, la cubierta es casi siempre de vuelta de cañón. Servían para guardar las herramientas, resguardarse de la lluvia e incluso, a veces, para cerrar pequeñas manadas de ganado. 

Cueva de sauló en Alella | Foto: Òscar Pallarès

Cuevas de sauló

Tenían exactamente la misma función que las barracas de viña, pero eran “simples” cuevas excavadas por la mano del hombre en el suelo de sauló. Las características de este suelo tan propio de la DO Alella permiten su construcción sin mucho esfuerzo y se han mantenido funcionales durante décadas.

Restos de un antiguo lavadero de planta circular junto a un pozo, en Montornès del Vallès | Foto: Òscar Pallarès

Lavaderos manchados de azul

Muchas viñas viejas todavía los conservan. Pequeños lavaderos o depósitos, a menudo de sección cuadrada, a veces vinculados a un pozo. Se usaban para preparar el caldo bordelés, un tratamiento para la viña que se preparaba con sulfato de cobre y que teñía sus paredes de un característico moratón verdoso. 

Pies americanos rebrotan cerca del castillo de San Miquel (Montornès del Vallès) | Foto: Òscar Pallarès

Pies americanos que brotan

Tras la filoxera, en todo el territorio de Alella (como el resto del país) se replantó de nueva viña. Pero esta vez se usaron pies americanos (o pies bordes) que después se injertaron de las variedades tradicionales. Cuando una viña se abandona y muere (o se arranca), las raíces todavía vivas del pie americano rebrotan y dan lugar a cepas bordas que tienen los pámpanos mucho más pequeños y que podemos encontrar por todas partes.

Resulta enriquecedor pasear por los bosques del territorio Alella e ir encontrando todos estos vestigios que explican el pasado vinícola de casa nuestra. Cómo decíamos, no se trata necesariamente de un pasado mejor, pero sí de un pasado previo a la presión urbanística donde una buena parte de la población de la zona se dedicaba a la viticultura.

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