La Batalla del Ebro fue una de las más sangrientas de la desafortunada guerra civil española, y en la Terra Alta dejó una fuerte impronta que todavía en la actualidad es palpable. Fueron años difíciles, pero también una época en que la población se vio abocada al ingenio para garantizar la supervivencia, sobre todo de las personas, pero también de las empresas y entidades que alimentaban la economía local. Un ejemplo lo tenemos en la Cooperativa de Gandesa, obra del arquitecto Cèsar Martinell en 1919, que en aquel contexto, tomó una decisión que quizás entonces no imaginaban, pero que les cambiaría la vida radicalmente.
«Pensad en un año 1939 donde los campos de viñas estaban llenos de balas, cadáveres y sangre. Era un panorama desolador. Y en este contexto, los socios hicieron una importante apuesta: patentar el vermut que hacíamos desde 1932, embotellarlo en botellas pequeñas y comercializarlo con mejor margen«, recuerda el presidente de la Cooperativa, Pere Bové. «El vermut Terralta nos salvó de la quiebra y de que muchos campesinos se fueran hacia la ciudad», sentencia.

Una acción de marketing inédita
La diferencia vino por la gran campaña de difusión que desplegaron. Una enorme inversión, por la época, recuerdan, pero que permitía ver en 1941 el vermut Terralta en vallas publicitarias junto a la Monumental de Barcelona. «Pintamos el cartel de Àngel Pallarès, que hizo de etiqueta del vermut«, relata Bové. Y todo ello, «por poco más de 7.000 pesetas«. Aquella campaña sonada también permitió poner publicidad en los tranvías de la capital, y «este impacto hizo que nuestro vermut hiciera un verdadero
Más recientemente en el tiempo, tras celebrar el centenario, la Cooperativa decidió conmemorar el 90.º cumpleaños del primer vermut con una reedición que recuperaba una fórmula similar al original y que reproducía exactamente la icónica etiqueta de Pallarès, que muestra una mujer campesina con un cesto lleno de racimos ante el edificio cooperativo.

La novedad: un vermut vinculado a la coctelería
La bodega ha continuado ininterrumpidamente produciendo vinos desde el año 1919, y recordando el significado del vermut en sus inicios, han querido repetir la fórmula y apostar para ampliar esta gama de productos. Nacía, entonces, un nuevo concepto de vermut íntimamente ligado a la coctelería. Mariona Vilanova, bar tender y asesora de la Cooperativa en materia de vermuts, tenía claro que Pessigolla tenía que ser «un vermut especial, concebido desde sus orígenes para los combinados«.
«Es un vermut singular que nos diferencia otras marcas«, añade Bové. Una singularización que, recientemente, los ha hecho merecedores de uno de los premios de los Vinari de vermuts. El Pessigolla ha sido coronado como mejor vermut para coctelería, un reconocimiento «que nos hace muy felices, y que debemos saber aprovechar porque nos permitirá posicionarnos como productores de vermuts de calidad», comparte el presidente. Ojo que la historia no se repita: tienen producto, un premio que les reconoce la calidad, y solo les hace falta, de nuevo, una buena campaña imaginativa que los permita posicionarse a lo alto a través del marketing y la comunicación.
Pessigolla es un vermut hecho con base de garnacha blanca y la suma de varios botánicos que recuerdan «aromas del Mediterráneo», dirán. «Un vermut personal, intenso, profundo y conceptualizado -como decíamos- para la coctelería», describen.

48 familias, 20 pesetas, 50 kilos
Así se funda la Cooperativa agrícola con 48 familias, entre las cuales predominan los propietarios de propiedades medianas. El acta fundacional exponía las condiciones para asociarse en la Cooperativa: ser del pueblo y aportar 20 pesetas y tierras (si no tenían, aportaban su trabajo) y tenían que pesar más de 50 kilos para evitar así el trabajo de menores.
Un préstamo y un buen arquitecto
Los primeros socios hipotecaron tierras y propiedades para pedir un crédito al Banco de Valls. El 19 de febrero de 1919, Josep Maria Serres (fundador y primer presidente del ‘Sindicato’) y Jaume Fontanet (miembro de la junta) encargaron el proyecto de construcción al arquitecto modernista Cèsar Martinell. El edificio se hizo con la colaboración de los cooperativistas que se implicaron para levantarlo con las propias manos.
