El sector vitivinícola mundial está en crisis de producción. Los últimos datos publicados determinan que el mundo del vino ha sufrido el retroceso más grande de las últimas seis décadas, lo cual mina la moral de los pocos que aún se quieren dedicar a uno de los oficios más antiguos del planeta. La incertidumbre geopolítica, los cambios en las preferencias del consumidor y sobre todo el cambio climático son algunas de las razones que explican estas malas cifras, pero no las únicas: la migración de algunos agricultores hacia cultivos más rentables comienza a ser una solución para algunas regiones. Los expertos reconocen que la situación crítica abre la puerta al equilibrio entre oferta y demanda, pero vigilan de cerca la solvencia de las empresas del sector que, después de estas adversidades, sobreviven a duras penas con la esperanza de que vendimia tras vendimia la situación mejore.
La producción mundial de vino fue de 225,8 millones de hectolitros en 2024, cifra que representa una caída del 4,8% en comparación con el año anterior y marca el nivel más bajo desde 1961. Así concluye el último informe de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) que destaca el cambio climático y la incertidumbre política como claves para explicar este retroceso en la producción. En el caso del consumo, los datos no mejoran. Según apuntaba la Organización Mundial de la Salud (OMS), en diez años ha bajado un 20% aproximadamente el consumo de vino, lo cual se menciona como un problema añadido en el estudio de la OIV, ya que se ha detectado que en algunas regiones como Alemania, la reducción responde a la reorganización de prioridades del mercado. “Todos los impactos suponen un reto para el sector” afirmaba en la presentación de los datos el director general de la OIV, John Barker. A pesar de la evidente mala noticia, el mismo directivo mostraba cierta esperanza y también recordaba que si había una aplicación satisfactoria de todas las medidas para paliar los efectos de estos conflictos, “podrían haber nuevas oportunidades de mercado”.
Si bien es cierto que la situación podría mejorar, no todos los países han visto su producción reducida a niveles estratosféricos. De hecho, el Estado español aumentó la producción durante 2024, aunque todavía ha sido baja si se compara con la media de la última década. En este sentido, el Estado produjo 31 millones de hectolitros, un 9,3% más que el año anterior, pero más de un 11% por debajo de la media. Lo mismo ha sucedido con Italia, que produjo un total de 44,1 millones de hectolitros, un incremento del 15% en comparación con 2023, pero un 6% menos que la media estándar del país. Sin embargo, de los países productores tradicionales del mundo, la peor parte se la lleva Francia, que en 2024 vio cómo su producción se reducía un 23,5%, hasta los 36,1 millones de hectolitros debido a las lluvias continuadas durante la floración que provocaron brotes de mildiu. Así, el cambio climático se convirtió el año pasado en la peor pesadilla para los vinos franceses, que pasaron de ser la joya de la corona a plantear nuevas maneras de cultivar por temor a perder viñedos.
El informe de la OIV deja muy claras las causas más importantes de la caída de producción del sector, pero algunas voces expertas enumeran una última causa, mucho más pequeña y sin tanto impacto, pero que denota cómo la incertidumbre mundial hace que el sector esté en tensión. “El abandono de viñedos es un conflicto real” explica Eloi Montcada, clúster manager de la INNOVI. En una conversación con Vadevi, el experto asegura que hay algunas regiones que han optado por abandonar el cultivo de la viña y cambiarlo por frutas y productos mucho más baratos de cultivar. Esta es una práctica que según Montcada se ha extendido por Chile, donde los mismos agricultores aseguraron al clúster manager “que no les resultaba rentable”. No obstante, Montcada reconoce que este conflicto “es minoritario”, pero no deja de ser una metodología que podría crecer con los años.

Ventajas competitivas del “nuevo mundo”
La Unión Europea es una de las regiones vitivinícolas más reguladas. Esta situación hace que en muchos casos todos los territorios emergentes que comienzan a cultivar viñas puedan tener cierto “ventaja competitiva”. En otras palabras, para los países de tradición vitivinícola, los emergentes son un problema añadido, ya que con mucha menos regulación en el sector se ven capaces de afrontar los conflictos de manera diferente. “Yo no hablaría de competencia desleal, pero sí que es cierto que hay ventajas”, reconoce el clúster manager de la INNOVI. Aun así, también asegura que no hay ninguna certeza de que esos países emergentes puedan gestionar mejor conflictos como el cambio climático gracias a la poca regulación. A escala de consumo y producción, sin embargo, Montcada admite que una situación administrativa mucho menos estricta puede ser un punto clave para la adaptación rápida de la nueva realidad del sector. “En Australia no tienen restricciones de plantación de viña, en cambio, en Europa hay hectáreas limitadas”, expresa Montcada, quien utiliza la plantación como ejemplo para demostrar que el sector europeo “está más limitado”.
Equilibrio entre oferta y demanda
El retroceso de la producción es una mala noticia para el sector, sobre todo porque podría provocar una disminución de las empresas que se dedican a la elaboración del vino, algo que parece que ya está sucediendo según las afirmaciones de Montcada sobre Chile. Sin embargo, la OIV también reconoce en su informe que hay una clara tendencia a la baja del consumo, por lo tanto, una reducción de la producción podría ayudar a encontrar un equilibrio entre oferta y demanda. “A pesar de las continuas caídas tanto de producción como de consumo, se espera que el equilibrio del mercado mundial se mantenga este año”, concretaba Barker en rueda de prensa. Además, gracias a esta nueva realidad se podrían reducir aún más las existencias mundiales de vino, que todavía hoy en día son muy elevadas. Por ello, el director general de la OIV también completaba que “dos años consecutivos de producción baja ayudarían a la estabilización”.
En cuanto a las exportaciones, el informe también señala el buen comportamiento del mercado en este aspecto, aunque destaca la creciente preocupación por los aranceles estadounidenses propuestos por Donald Trump. De esta manera, los volúmenes de exportación de vino se mantuvieron estables en 99,8 millones de hectolitros, aunque el valor cayó ligeramente, hasta los 35.900 millones de euros. El principal mercado importador de 2024 fueron los Estados Unidos, con compras de vino por valor de 6.300 millones de euros y un volumen de 12,3 millones de hectolitros. No es de extrañar, pues, que el informe reconozca la necesidad de buscar alternativas a los estadounidenses, ya que las políticas arancelarias podrían hacer retroceder las cifras de exportaciones, una situación que aún empobrecería más el sector a escala mundial.



