Hay dos tipos de personas: aquellas que eligen el vino por su etiqueta y aquellas que compran siempre el mismo o una recomendación. La etiqueta del vino es el lienzo en blanco que permite añadir valor cualitativo al producto que pone poesía y palabras a una bebida que siempre será juzgada al primer sorbo.
La etiqueta es, sin duda, un elemento fundamental para destacar en el competitivo sector vitivinícola catalán. Según el informe más reciente de Acció sobre este mercado, Cataluña cuenta con 1.384 bodegas operativas que generan una facturación de 3.267 millones de euros al año, lo que representa aproximadamente el 1,2% del PIB del territorio.
Dentro de un mercado tan heterogéneo hay etiquetas de todos colores, tamaños y diseños. No obstante, los expertos en marketing subrayan que una elección adecuada del packaging puede aumentar las ventas de un vino hasta un 20%. El socio y director de la agencia Bas-Capo especializada en branding, Miquel Capo, coincide en que “la inmensidad de propuestas vinícolas del territorio, imposibilita que el consumidor conozca todas las marcas”. “En este contexto, la etiqueta se vuelve esencial para comunicar qué representa el vino: frescura, desenfado o, al contrario, elegancia y tradición”.
La etiqueta, el elemento visual diferenciador
El estudio presentado durante el festival Pentawards 2023 de UPM Raflatac (empresa de etiquetado internacional), recuerda la influencia de las etiquetas a la hora de elegir un vino. Tanto el material como el diseño exterior del vino influyen en el comportamiento de compra y la percepción del gusto de los consumidores. En esta línea, el estudio demuestra que las etiquetas, como herramientas de neuromarketing, tienen el poder de reforzar la percepción de calidad y autenticidad de los vinos. Capo explica a Vadevi que normalmente los vinos por debajo de los 15 euros se caracterizan por llevar etiquetas con colores vivos: “Están pensadas para atraer a un público más joven o casual. Ahora hay una tendencia de jugar con mensajes gamberros, animalitos o gráficos atrevidos. Es una técnica que ha permitido a las bodegas captar nuevas audiencias, alejándose de la excesiva seriedad tradicional del sector”. En cambio, en los vinos de gama alta, a partir de los 35 euros, encontramos diseños más sobrios, tipográficos y minimalistas.

Los vinos que quieren distinguirse por calidad, según Capo, están heredando un etiquetado similar a los vinos franceses de los viñedos de Borgoña. “La etiqueta debe reflejar el origen y la variedad con una arquitectura gráfica ordenada y elegante, que transmita serenidad y calidad”. Sin embargo, según este experto en branding, la comunicación técnica y excesivamente seria aleja a los consumidores más jóvenes, que son el sector más olvidado por el mundo del vino.
Etiquetas que hablan de autenticidad y de tradición
“Las etiquetas han servido para redefinir las gamas y explicar nuestro proyecto”, dice la propietaria de la Bodega Enlaire (Ordal), Mar Capdevila, a Vadevi. Esta productora de vino ha utilizado el etiquetado para reflejar la identidad de su bodega y transmitir al público la coherencia de un proyecto que busca revalorizar los viñedos viejos en laderas de Ordal. En Enlaire trabajan siguiendo la filosofía de la agricultura biodinámica, y producen “vinos tranquilos y espumosos de variedades tradicionales”.
Para Capdevila la etiqueta debe ser un testimonio de todo aquel proyecto que hay detrás del vino: “Decidimos rediseñar nuestras etiquetas, en primer lugar, para diferenciar las gamas, pero también para hablar de las raíces y de la familia”. Es por este motivo que las etiquetas de Enlaire son muy minimalistas y están compuestas por objetos: “Nos hemos inspirado en los objetos que hay dentro de la masía donde vivimos, los antiguos hablan del legado, de aquellos que ya no están, y los nuevos hablan de los que estamos vivos”. Concretamente, desde Enlaire han apostado por una idea conceptual de etiquetas, basada en fotografías de objetos a tamaño real, sobre un fondo blanco. Además, han distinguido las gamas por colores: los vinos jóvenes con rojo, los de crianza con verde, y los espumosos de crianza con negro. Esta decisión nos ha ayudado a explicar mejor nuestro proyecto a través de las etiquetas”.
“Ahora podemos explicar nuestro proyecto a través de las etiquetas”. Capdevila, de la mano de los diseñadores Íngrid Picanyol y Albert Porta, ha logrado aumentar la notoriedad de su marca. Además, este trabajo de redefinición de marca y conexión con las raíces, ha sido reconocido con un premio Laus de bronce, uno de los galardones más prestigiosos en diseño gráfico en Cataluña.
Sea como sea, las etiquetas en el vino van mucho más allá de una enumeración de ingredientes. Son una ventana al alma del vino. Un espacio para que las bodegas puedan distinguirse, dar su opinión y transmitir todo lo que hay detrás de cada copa.