La sostenibilidad ya no es un valor añadido, sino una condición imprescindible para la supervivencia del sector vitivinícola. En Europa, las instituciones presionan cada vez más para que las empresas se alineen con los objetivos medioambientales marcados por el Horizonte 2030. El mundo del vino, que durante décadas ha gozado de un cierto margen gracias a su tradición centenaria, comienza a ver cómo las nuevas normativas -sobre todo las relacionadas con la reutilización y la gestión de envases- se acercan también a su universo. En este contexto, y ante la evidencia de que es necesario buscar alternativas reales, Cataluña se ha sumado al debate europeo con una propuesta concreta: el proyecto “Reutilización de botellas de vino en Cataluña”, impulsado por la Asociación Vinícola Catalana (AVC) e INNOVI, con la colaboración de Rezero y el apoyo de la Agencia de Residuos de Cataluña.
El objetivo del proyecto ha sido impulsar la sostenibilidad y la economía circular dentro del sector vitivinícola, analizando el potencial de reutilización de botellas de vino tranquilo y definiendo las bases para un posible modelo de implementación general. Tal como explica Gerard Pujol, project manager de INNOVI, “la estandarización es un futuro próximo al que podemos llegar”, una afirmación que resume el sentido del proyecto y su voluntad de avanzar hacia un sistema más eficiente y sostenible. En este sentido, Pujol pone sobre la mesa la necesidad de una botella única, un modelo estándar que pueda servir para todas las bodegas y, por tanto, se pueda reutilizar de manera conjunta. Dentro del sector vitivinícola catalán se comercializan alrededor de 100 millones de botellas de vino y espumosos. Parte de estas ya se vuelven a usar, pero aún hay muchos matices y diferencias entre los tipos de reutilización que hacen las bodegas. En muchos casos, son las mismas empresas las encargadas del lavado y de la puesta en circulación nuevamente de estas botellas. Este es un método utilizado por muchos, pero poco eficaz si hablamos de cifras generales, ya que no hay un control exhaustivo, ni tampoco una apuesta colectiva. En cambio, la propuesta de INNOVI exige una cierta colectivización, un marco general desde donde «una botella consumida en el Empordà, pero producida en la Terra Alta no tiene que volver, sino que se puede lavar y devolver a la bodega más cercana», menciona el project manager de la iniciativa.
En cifras, los resultados apuntan que en Cataluña hay un potencial de hasta 10 millones de botellas de vinos tranquilos que podrían incorporarse a este sistema de reutilización en una primera fase, especialmente en el canal HORECA y en los vinos de gama media o baja. Se trata de un dato relevante que pone de manifiesto el interés creciente del sector por avanzar hacia un modelo más responsable y circular. Pujol confirma, sin embargo, que las botellas de vino espumoso deberían quedar fuera debido a “la resistencia que necesitan para soportar la segunda fermentación”. A pesar de estas limitaciones, el proyecto permite abrir un debate necesario sobre la viabilidad real de la reutilización dentro de la industria del vino. Además, las encuestas realizadas muestran un alto apoyo de las bodegas a la reutilización y a la estandarización de botellas, siempre que el modelo sea económicamente viable. Esta propuesta se ha elaborado inspirada en experiencias europeas como el sistema alemán, que básicamente asegura el lavado de las botellas y su retorno a cualquier bodega, gracias al diseño de esta botella estándar.
Falta de competencia y pérdida de identidad
La utopía alemana es un punto de partida, pero como en todos los proyectos se debe tener en cuenta la disposición del sector. Los bodegueros encuestados por INNOVI no se oponen a esta nueva visión conjunta de reutilizar el vidrio, pero sí tienen algunas reticencias con el sistema. Barreras como la logística y los gastos adicionales han sido las más comentadas por los encuestados. El project manager confirma, sin embargo, que en el caso de los gastos «este es un proceso mucho menos costoso que la compra de botellas». Además, Pujol también reitera que con un sistema funcional de reutilización en toda Cataluña, se evitarían los posibles aumentos de costos de la importación de vidrio, sobre todo después de haberlos vivido con otros materiales en las tensiones geopolíticas internacionales de los últimos años: «No dependeríamos de nadie, solo de aquella producción propia y reutilizable», recalca Pujol.

Sin duda, sin embargo, lo más preocupante para las bodegas y lo que les haría dudar de este modelo es el hecho de tener que tener una botella catalana. La estandarización del envase se ve como algo que jugaría una mala pasada a la identidad de las bodegas. En este sentido, Pujol reconoce que muchos de los encuestados transmiten su identidad y personalidad a través de la botella y, por tanto, «no les acaba de gustar la idea de solo diferenciarse por las etiquetas». Y precisamente de esta posible pérdida de identidad surge el siguiente obstáculo que es la posibilidad de que la botella estándar catalana, se tenga que reutilizar de forma diferente dentro de los restaurantes que las de otros países: «Algunos creen que esta cuestión podría crear desventajas competitivas con vinos que no tienen tantas exigencias«, argumenta Pujol.
Salir del ‘greenwashing’
Si bien es cierto que las bodegas ven algunas dudas con este posible modelo de reutilización de botellas, la realidad es que para Pujol hay más ventajas que inconvenientes. En primera posición -una afirmación que también ven con buenos ojos las bodegas encuestadas- es la posibilidad de aumentar el valor de las botellas para ser automáticamente más sostenibles: «Se trata de dejar el greenwashing y hacer una apuesta de verdad», menciona Pujol, aunque recuerda que las bodegas ya tienen cierta predisposición a cuidar del medio ambiente. Además, también se traduce en una mejora de la sostenibilidad de sus infraestructuras en sí, ya no solo por el precio del vidrio, sino que también «es el causante del 30% de las emisiones de una bodega y el primer paso para la descarbonización es reducirlo», continúa el project manager de la iniciativa de INNOVI.
En definitiva, el futuro del vino catalán para INNOVI y todos los participantes del proyecto pasa por encontrar el equilibrio entre la tradición y la necesidad de cambiar. La sostenibilidad ya no es una apuesta de futuro y es una realidad que cada vez se aproxima más. Iniciativas como la botella estándar catalana parecen utopías, pero ya son tangibles en otros países. Falta, sin embargo, que las bodegas estén dispuestas a reorganizar su manera de entender conceptos como la identidad para abordar asignaturas pendientes tan necesarias como la reutilización del vidrio.

