La falsificación es un problema creciente en los productos de alta gama. Desde que la digitalización y el comercio electrónico forman parte de la vida cotidiana de los consumidores, más marcas ven cómo sus productos más selectos son copiados para vender a precios más bajos. En algunos sectores, las falsificaciones han llegado a estar tan bien hechas que cuesta distinguirlas a ojos inexpertos. El vino no vive ajeno a este auge, y desde la Universitat Rovira i Virgili han querido utilizar las botellas de elaborados para crear un prototipo de superficie inclonable, un avance que marcaría un antes y un después en la identificación de productos verdaderos.
Existen diferentes técnicas para certificar la autenticidad de los productos, como hologramas, códigos QR o etiquetas RFID -acrónimo en inglés de identificación por radiofrecuencia-. Ahora bien, todas estas son fácilmente falsificables para profesionales del fraude. Es por eso que desde la universidad tarraconense proponen un nuevo método, que aunque parezca salido de una película de ciencia ficción, podría ser el definitivo. Se trata de una superficie inclonable de grafeno. Toni Lázaro, investigador del grupo de investigación NEPHOS del departamento de Ingeniería Electrónica, Eléctrica y Automática (DEEEA) de la URV, describe esta firma única como “una huella digital de radiofrecuencia, extremadamente difícil de reproducir”. Esta superficie de grafeno -un material que ordena los átomos de carbono de una forma muy particular- modula las ondas de radio como lo haría un circuito integrado, pero imposibilita su falsificación.
La investigación y los primeros prototipos se han comenzado a probar en botellas de vino por una razón muy sencilla: los tapones de corcho. Este material natural centenario que siempre acompaña los mejores vinos y famoso por su elasticidad e impermeabilidad se convierte, ahora, en el soporte perfecto para esta tecnología innovadora. Sin embargo, el equipo de Lázaro también está trabajando para poder hacer esta impresión en otros materiales como la poliamida, un tipo de plástico muy popular, e incluso sobre tejidos para encontrar la manera de llevar este nuevo descubrimiento a todos los sectores.
Un proceso complejo, pero eficaz
El método para aplicar estas innovadoras etiquetas inclonables sobre el corcho es complejo, pero ha probado ser extremadamente eficaz. El proceso consiste en aplicar un haz láser muy preciso sobre la superficie del corcho, que transforma los átomos de carbono del material en grafeno, un compuesto altamente conductor de la electricidad y más eficiente que el carbón o el grafito. Ajustando parámetros como la potencia y la velocidad del láser, se puede controlar el grado de conductividad del grafeno y, por lo tanto, la manera como modula o refleja las ondas de radio. Esta respuesta eléctrica es única para cada tapón, lo que permite obtener una especie de “firma” inimitable que lo hace identificable de manera segura. Gracias a este método, los tapones pueden incorporar información de autenticación sin añadir ninguna etiqueta ni chip, abriendo nuevas posibilidades para la trazabilidad y la protección del vino de alta gama.

Sin embargo, la investigación de la URV no se ha detenido aquí. El equipo liderado por Lázaro ha querido ir un paso más allá y ha buscado una manera de aumentar aún más la seguridad de las etiquetas con un segundo procedimiento. Este paso consiste en aplicar una capa muy fina de níquel sobre la superficie del corcho ya tratada con láser. El proceso, llamado electrodeposición, sirve para recubrir el grafeno con un metal conductor que refuerza sus propiedades eléctricas y mejora su durabilidad. Aunque el grafeno ya es un material conductor por sí mismo, esta capa de níquel añade una nueva variable que hace que cada etiqueta sea aún más diferente. El tiempo que dura el proceso determina el grosor del metal y, por lo tanto, la conductividad final de la etiqueta. Esto significa que, controlando este paso, se pueden crear patrones únicos para cada tapón o botella. Además, el corcho, que es un material natural e irregular, también tiene un papel importante. Sus pequeñas imperfecciones hacen que el resultado final -la combinación del grafeno, el níquel y el corcho- sea completamente irrepetible, generando una especie de “huella electrónica” que permite identificar de manera segura cada producto.
Una doble verificación a través de etiquetas
Aparte de la irrepetible autenticidad de la combinación de níquel, grafeno y corcho, los investigadores del grupo NEPHOS también han creado un sistema especial para comprobar si las etiquetas son auténticas. Han diseñado un aparato que sostiene la botella y la hace girar mientras envía ondas de radio hacia el tapón. Estas ondas rebotan de manera diferente según cómo está hecha la etiqueta, y el aparato lee estos cambios. Así, como cada tapón genera un patrón único, lo único que tienen que hacer los fabricantes o los organismos de control de la calidad de los productos es tener un registro de cada una de estas huellas electrónicas irrepetibles. De esta manera, cuando alguien escanea una botella, el sistema compara su huella con las que ya están registradas. Si no coincide o no aparece en la base de datos, significa que la botella puede ser falsa.
Este proyecto de la Universitat Rovira i Virgili representa un paso adelante en la lucha contra la falsificación de productos de alta gama. El sistema desarrollado combina ciencia, tecnología y sostenibilidad, aprovechando materiales naturales como el corcho y componentes de alta conductividad como el grafeno y el níquel para crear etiquetas imposibles de copiar. Además, el mecanismo de lectura por radiofrecuencia y la verificación en bases de datos aportan un doble nivel de seguridad que permite identificar cada botella de manera única. Con este avance, la URV abre la puerta a nuevas aplicaciones en sectores más allá del vino, garantizando autenticidad y trazabilidad en productos de todo tipo.