La brisa marina determina cómo son los vinos de Valls del Riu Corb. Pero no solo la brisa marina. También, por supuesto, la tierra y la tradición. Todos estos elementos hacen una vez al año un peculiar coupaje que da como resultado la ruta Vinos entre piedras. Una tarde de otoño, más noche que tarde, un centenar de interesados en el vino, el paisaje y la historia se reúnen en la plaza de este pueblo de Urgell de unos 250 habitantes, que parece un belén encaramado en la ladera de una colina cerca del Corb. Dirigen la operación los de Viu Guimerà, una entidad que realiza todo tipo de actividades para luchar contra la despoblación de la zona y que tiene en el vino su principal fuente de ingresos y uno de sus leitmotivs.

El gran grupo se divide en cinco grupos. Todos ya llevan un portacopas colgado al cuello, y comienza la ruta por antiguas bodegas de este pueblo lleno de subidas y bajadas. Casas particulares que conservan los espacios donde los antepasados de los dueños hacían vino –a veces junto a donde tenían los animales– y que ahora ya no cumplen esa función, pero que se abren el día de Vinos entre piedras para los visitantes. Así es como estos antiguos espacios vuelven a tener vino esa tarde, porque bodegas de la zona –que ya no se limitan a hacer vino a granel o vino base para cava– llevan sus productos. Vinos gastronómicos, bien etiquetados y ganadores de concursos. Vinos modernos que beben de la tradición.
Los blancos naturales brisados de Casa Pardet, en Cal Carbasser
Y así fue este sábado. La ruta puede comenzar, por ejemplo, en Cal Carbasser, donde esperan los de Casa Pardet, de Verdú. Tienen listo su vino natural 4 Corrals, un blanco natural brisado. Se puede degustar en la versión que, tras seis días con las pieles, ha estado nueve meses en inox, o bien el que ha estado en una ánfora, que le da «una respiración que no tiene el inox y lo hace más complejo». Todos prueban uno y otro y deciden cuál les gusta más. «Es que yo no entiendo», dice alguien. «Sí que entiendes, ¿verdad que sabes cuál te gusta más? Pues ya está», le responden los de Casa Pardet.

Los rosados premiados de Carviresa, en Ca l’Aiguadé
La siguiente parada, en Ca l’Aiguadé, permite descubrir un enorme bocoi y los vinos de Carviresa, que se elaboran en Verdú y en Tàrrega. Allí, la quinta generación de vinateros espera con el 3 Setmanes, un vino que ha vuelto del concurso internacional de Bruselas como el mejor rosado: syrah y garnacha negra, «muy gastronómico, no parece una golosina de fresa». Aquí aparece la historia: una bodega que había vivido la oportunidad que representó la filoxera en Francia y que siempre había hecho vino a granel y vino base, hace una década abrió una nueva etapa. Decidieron reservar la uva de las mejores viñas para hacer sus propios vinos, y ahora pueden ofrecer a los participantes en la ruta de Guimerà un rosado premiado en Bruselas. Pero si les hubiera tocado llevar vinos blancos –a cada bodega se le ha pedido una clase de vino diferente– podrían haber llevado el 3 Setmanes blanco, medalla de plata de los blancos jóvenes en los Premios Vinari 2024.

«¿Por qué se llama 3 setmanes?» es la pregunta más repetida. «Porque mi padre siempre quiere las cosas para ayer, y yo siempre le respondo que estarán en tres semanas. Y cuando han pasado tres semanas, le digo que tres semanas más. Y al principio de la pandemia, cuando conseguimos que nos entregaran medio clandestinamente, en una rotonda, unas etiquetas que llegaban de Igualada y que yo llevaba tiempo diciendo que las tendríamos en tres semanas, mi padre dijo, ‘el próximo vino que hagamos se llamará 3 setmanes'», explica el de Carviresa.
Los tintos sociales de L’Olivera, en Cal Ballarinc
Después toca parar en Cal Ballarinc, donde se podrán degustar dos vinos tintos de L’Olivera, el proyecto social nacido hace 50 años en Vallbona de les Monges y que actualmente también gestiona la bodega histórica de Barcelona, Can Calopa. «En el valle del Corb, hay la brisa marina, por eso en las noches de fiesta mayor se necesita una chaqueta. Y a las viñas les pasa lo mismo, no pasan tanto calor como en otras zonas, como en el Priorat o como en Raimat. La maduración de la uva es más progresiva y los vinos son relativamente frescos para ser de un lugar cálido como es el interior del área mediterránea», explica el representante de L’Olivera. Y, con esta información, los asistentes prueban el Tossudes, «más fresco y más vegetal», y el Naltres, «más basado en la concentración, en la fruta, con más grados».

Las burbujas finísimas de Analec, en Cal Ton del Castell
Con la tercera cata hecha, toca subir a Cal Ton del Castell. El nombre ya lo dice todo. Está en lo alto del pueblo. Quien quiera probar los espumosos de la bodega Analec, tendrá que ganárselo subiendo muchas escaleras o unas cuantas calles muy empinadas. Nadie renuncia, unos por las escaleras y otros haciendo el camino largo, por las costas de Guimerà. Otro grupo va de bajada y la coincidencia les hace a todos una gracia extrema -como si fuera totalmente inesperada– y se celebra con grandes fiestas. Arriba, en una casa espectacular donde tenían pozo de hielo y cuba para el vino, están los de Analec. Son de Nalec, un pueblo del valle del Corb que queda fuera de la DO cava, pero los de Analec son tercos y hacen espumosos, dentro de la DO Costers del Segre, subzona Valls del Riu Corb. Han traído dos bruts nature: uno blanco –macabeo y parellada, 50% y 50%, 24 meses de segunda fermentación– y uno rosado –trepat, 18 meses. «Nos gustan los espumosos para comer, y por eso queremos que el carbónico sea bien fino, con más aroma y sabor que gas, y eso requiere tiempo».

El vino de los anfitriones, en Cal Manseta, para despedir la ruta
Llega el momento de volver abajo. Queda la última parada. Saliendo de Cal Ton del Castell, es el momento de contemplar Guimerà desde arriba, iluminado.

Abajo, en Cal Manseta, esperan dos vinos del pueblo anfitrión, los de Viu Guimerà, la entidad que ha involucrado casas, bodegas y visitantes en la experiencia. Para montar la ruta de vinos –y otras actividades– necesitan fondos, y para tener fondos hacen vino –y lo venden. Es el vino más circular de la historia. Un blanco de macabeo y un tinto de tempranillo. De viñas de secano de Guimerà –kilómetro cero literal– y elaborado y embotellado por los amigos de Carviresa.
La guinda se pone volviendo a la casilla de salida, a la plaza. Es el momento de sacar la tarjeta y cargar vino de la tierra de cara a las fiestas de Navidad o las que cada uno quiera.




