Las amenazas de Trump se han hecho realidad. La próxima semana se harán efectivos los aranceles del 20% a todos los productos que Europa exporta a Estados Unidos. La medida también incluye los vinos y espumosos catalanes, un sector en el que las ventas a los estadounidenses representan alrededor del 12% de las exportaciones generales. La incertidumbre ya se apoderaba de bodegas e instituciones cuando el presidente estadounidense lanzó la bomba, y ahora que ya se ha puesto en papel, la presión aumenta. La repercusión de estos aranceles podría indicar un claro incremento del precio de estos productos que si bien es cierto tienen cierta notoriedad en Estados Unidos, aún no son tan famosos. No obstante, algunas voces del sector afirman a Vadevi que los importadores americanos no estarían dispuestos a pagar la fiesta de su presidente y, por lo tanto, serían las bodegas que sin capacidad de absorción tendrían que reducir sus márgenes. Una situación que sin solución inmediata mantiene al mundo del vino a la espera de una respuesta concreta y un análisis de daños sectorial por parte de la Unión Europea.
«El cliente americano no querrá pagar más», explica Jordi Bort, director general de Llopart. En una conversación con este diario, el experto asegura que la primera reacción de los importadores norteamericanos ha sido preguntar por la capacidad de absorción de las bodegas, como si fueran estas las únicas responsables del crecimiento del precio y, por lo tanto, las encargadas de que los aranceles no afecten las carteras de los consumidores de Estados Unidos. No es ningún secreto que el anuncio de Trump genera muchas preguntas y pocas respuestas, ya que aún no se sabe con exactitud quién será el encargado de asumir los gastos. Para Bort no parece que el mercado americano esté dispuesto según las primeras reacciones de algunos importadores. Xavier Clua, propietario de la bodega Clua, en cambio, asume que «habrá seguro un aumento de precio», pero también afirma que en ese momento, la elección la tendrán los mismos clientes americanos: «El consumidor tendrá que elegir entre seguir comprando el producto o no».
La realidad empresarial del sector vitivinícola catalán -igual que la de todos los sectores del país- es que está construida a partir de pequeñas y medianas empresas, las cuales confirman que sin ayudas gubernamentales no podrán afrontar reducciones de márgenes tan grandes. «Se necesitarán ayudas públicas», concreta David Coll, presidente de Pimec Agroalimentària. De hecho, el mismo presidente español, Pedro Sánchez, ha declarado este jueves que se abrirán ayudas al tejido empresarial por valor de 14.100 millones de euros, aunque no se han especificado las cuantías por sector: «Es una situación que mutará con los días, por ahora no podemos esperar respuestas para sectores determinados», reconoce Bort, quien confirma que en Llopart ya han hecho las primeras reflexiones sobre la cuestión, aunque no menciona qué conclusiones han sacado.
Lo que no niega el director general de Llopart es la gravedad del conflicto, que pone en juego no solo puestos de trabajo y ventas en el extranjero, sino el trabajo realizado por parte de las instituciones para posicionar los vinos y espumosos catalanes en el mercado estadounidense. «Buscar otro lugar no se hace de un día para otro», menciona Coll, quien hace referencia a la posibilidad de paliar los efectos de la crisis arancelaria con Estados Unidos encontrando nuevos mercados donde introducir los productos vitivinícolas catalanes. La misma opinión tiene Clua, quien recuerda que no todas las bodegas tienen capacidad para no operar en el mercado americano: «Cada bodega será un mundo; si tienes otros mercados podrás prescindir de los americanos». De hecho, el mercado americano ha sido una meta muy importante para las empresas exportadoras del sector. Solo en Cataluña, las exportaciones de vinos y espumosos a Estados Unidos suman un total de 78,8 millones de euros, lo que representa cerca del 2% de toda la exportación catalana al país de Donald Trump. EE.UU. es el primer país de destino de las exportaciones de vino y cava catalanes, con un 12,6% de las ventas globales de estos dos productos en el mundo en el año 2024, según datos de la Promotora de los Alimentos Catalanes (Prodeca). «Mañana mismo no podremos encontrar un país donde conseguir estas cifras», continúa Coll.

Incertidumbre y prudencia por parte de las instituciones
La incertidumbre se apodera de expertos y elaboradores, que no pueden hacer más que esperar las posibles respuestas de las administraciones públicas. En unas declaraciones en una comparecencia en las Tierras del Ebro, el consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, Òscar Ordeig, ha lamentado el anuncio de Donald Trump y ha reconocido que «es una mala noticia para el mundo en general que haya una política proteccionista y de cierre y laminación de las relaciones comerciales». Sin embargo, Ordeig también ha asegurado que «los primeros perjudicados serán los americanos» y ha lanzado un mensaje optimista hacia las empresas de todos los sectores afectados: «Cataluña saldrá adelante». Mientras tanto, otras organizaciones como el INCAVI o Prodeca han preferido no hacer declaraciones ni valoraciones de estas nuevas medidas al ser preguntados por Vadevi. La tónica general, pues, es mantenerse a la espera, tal vez hasta la comparecencia del presidente catalán Salvador Illa, que el próximo lunes tiene previsto abordar la cuestión. Tampoco se ha pronunciado de manera específica la Unión Europea, que aún no ha detallado un plan de acción concreto para el sector vitivinícola y parece que de momento está en manos de las empresas configurar los primeros pasos tras el anuncio.
Un consumidor de prestigio sin producto
Los vinos catalanes y españoles han ganado cierto prestigio en Estados Unidos. En este sentido, son los terceros extranjeros más comprados y valorados, por detrás solo de Francia e Italia, que también se ven afectados por estos aranceles. Por eso, Coll reconoce que hay cierta esperanza en el hecho de que a los consumidores americanos que compran estos vinos no les importe pagar más por el producto. «Los vinos catalanes son de gama media y alta en Estados Unidos», repite el presidente de Pimec Agroalimentària. A juicio de Coll, el prestigio podría salvar parte del volumen exportado al país americano, ya que podrían ser los mismos consumidores de alto poder adquisitivo americanos los que se giraran en contra de las políticas de su presidente: «Puede ser que los mismos importadores o incluso los consumidores perciban que no es una decisión favorable para su economía», dice el experto. Sin embargo, todo aquello que no llegue a estos límites de alta calidad se verá claramente afectado e incluso en peligro: «Las cosas nunca son absolutas, pero nos afectará a todos».
Una visión muy diferente del papel de los importadores tiene Bort, quien recuerda que su primera reacción ha sido asumir que serán las bodegas las que absorberán los aranceles. De hecho, esta fue una de las claves de la solución a los aranceles que Estados Unidos impuso años antes. En aquel momento, muchas bodegas decidieron reducir sus márgenes a la espera de que la situación mejorara, y lo hizo. El ejemplo de aquella táctica es lo que podría hacer pensar a los importadores que esta vez los elaboradores se comportarán igual. Muy alejada se encuentra la visión tanto de Bort como de Coll que recuerdan que haría falta una solución que no estrangulara a las empresas vitivinícolas catalanas, sino que se repartiera el gasto. También hay una parte del sector que respira un poco más tranquila, ya que en algunos casos los pedidos se hicieron antes de la aplicación oficial de los aranceles por prevención. Este es el caso de Familia Torres que a pesar de insistir en el hecho de que la medida «será perjudicial para el sector en general y tendrá un impacto negativo en la economía nacional y europea», también reconocen que este año les afectará parcialmente. «Afortunadamente, algunos de nuestros importadores han adelantado pedidos», responden desde la empresa vitivinícola a Vadevi.
Repartir los costos entre todos
Precisamente, según el presidente de Pimec Agroalimentària, la teoría que más se ajusta a la situación actual sería una distribución equitativa del impacto entre bodegas e importadores. Esto permitiría que el mercado estadounidense no viera un incremento brusco de los precios, mientras que las bodegas e importadores solo tendrían que asumir una reducción parcial de sus márgenes de beneficio. «Si hablamos de un 20% de aranceles, se podría plantear una solución de 10% y 10%», argumenta el experto, subrayando que «aún es demasiado pronto para ver cuál sería la solución ideal». En este contexto, la expectativa recae en la respuesta de Europa, un actor clave en el mercado del vino, ya que representa el 28% del total importado por EE.UU. Ante esta situación de incertidumbre, Coll insiste en la necesidad de mantener la calma y evitar reacciones precipitadas. «No pagarles con la misma moneda», alerta, abogando por una estrategia medida. En este sentido, recomienda un análisis riguroso de las posibles repercusiones económicas antes de tomar cualquier decisión. Según el experto, el mejor enfoque pasa por una evaluación de los daños y la elaboración de un plan de acción, en lugar de responder inmediatamente con un aumento de los aranceles, lo que podría desencadenar una escalada de tensiones comerciales.