Marià Rosàs (1984) es la cuarta generación de comerciantes especializados en vinos de su familia. Fue su bisabuelo el primero que decidió abrir una pequeña tienda que llevaba el apellido familiar en la ciudad de Rubí para acercar los vinos a la población. Con casi 30 metros cuadrados, Bodega Rosàs llenaba las botellas de sus clientes con vinos a granel de todo tipo. Años más tarde, Rosàs, junto con su padre, han continuado con el legado familiar y lo han ampliado. El experto en vinos recibe a Vadevi en la nueva tienda que desde mediados de los ochenta agrupa cerca de mil referencias de vinos catalanes en 250 metros cuadrados. Rodeado de los productos más selectos y los ganadores de más de un premio, Rosàs recuerda la historia de su familia, pero también reconoce las nuevas tendencias del mercado y cómo desde su entrada en la gerencia del establecimiento, las decisiones se toman entre la innovación y la experiencia.
Comencemos un poco por la historia. ¿Cómo se sobrevive a los cambios demográficos y del sector durante más de 100 años?
No sabría decírtelo, al fin y al cabo, la historia ha ido cambiando mucho. La tienda que ves no fue la primera, en 1920 mis abuelos solo tenían 30 metros cuadrados y vendían vinos a granel, que era lo que se demandaba en aquella época. Gracias a eso fuimos creciendo hasta que en 1984, siempre lo recordaré porque fue el año en que nací, abrimos la tienda actual, que resultó ser el espacio vínico más grande del Vallès entre los 80 y los 90.
Ha hablado del vino a granel como una parte muy importante de su historia. ¿Por qué?
Sí, de hecho, todavía hoy seguimos vendiendo vino a granel, aunque cada vez es más difícil porque las tendencias de consumo han ido cambiando. Aun así, es un producto que nos identifica muchísimo. Evidentemente, sin embargo, desde hace años nos hemos profesionalizado y estamos apostando por el vino embotellado que ya representa una parte muy importante de nuestras ventas.
¿A qué cambios de tendencias se refiere?
Hemos vivido un cambio sociodemográfico. Antes había ese dicho de: En casa, agua, leche y vino y ahora se ha perdido ese consumo diario. Además, la gente valora la identidad de los vinos, su complejidad y la elaboración consciente.
Me explicaba que distribuyen vino por el Vallès Occidental. ¿De dónde surgió esta iniciativa? ¿Cómo funciona actualmente?
Al final, es un trabajo que hacíamos sin quererlo. Es decir, restaurantes y establecimientos nos pedían consejos de cómo hacer cartas o qué productos vender. Poco a poco vi que eso era una iniciativa que nos podía hacer crecer y decidí profesionalizarlo. De momento, sin embargo, solo distribuimos en el Vallès Occidental.

¿Y se ha planteado llevarlo más allá del Vallès?
Lo más importante es afianzar la posición actual, es decir, hacerlo bien en casa y después dar el salto.
¿Le da miedo la competencia?
Yo siempre digo que no vengo a sustituir a nadie, vengo a complementar. Al final todos pueden distribuir de todo. Nuestra manera de hacerlo es poner en valor el producto de proximidad, solo trabajamos con productos de bodegas catalanas. Alguna vez hacemos entregas puntuales de vinos de fuera, pero es raro, porque estamos muy concienciados con el sector de aquí.
¿Esta conciencia de país es lo que le hace participar como jurado en los Premios Vinari?
Para mí, estos premios buscan lo mismo que busco yo para mi tienda: enaltecer los vinos catalanes de proximidad. De hecho, que el último ganador fuera Adrià Domènech, propietario de la bodega l’Antic Magatzem con su vino l’Ànima dice mucho de estos premios y de este sector en el que trabajo.
¿Qué quiere decir?
Pues que era el primer vino de un proyecto nuevo del cual solo se hicieron 300 botellas.
¿Demuestra que no es necesario ser una gran bodega para hacer un buen vino?
Precisamente, los que venden millones de botellas no suelen ganar estos concursos. Si miras los últimos Vinari no son vinos de grandes producciones, al contrario, son pequeñas bodegas. Además, me he dado cuenta de que muchas veces las medallas se repiten.
O sea, quien hace buen vino, hace buen vino?
O al menos le gusta al jurado.

Ha hablado de proyectos de gente joven, pero el sector se queja de la falta de relevo generacional. ¿Cómo lo han hecho ustedes? ¿Y el sector?
En mi caso, mi padre nunca me obligó a continuar su camino. Estudié Administración y Dirección de Empresas y terminé trabajando como consultor en una firma tecnológica durante tres o cuatro años. Cuando tenía 27 años mis padres me preguntaron si quisiera dedicarme y aunque fuera un cambio muy grande, si no lo hacía entonces, ya no lo haría.
De una tecnológica a una bodega familiar es un cambio muy más que grande, ¿no?
Fue un cambio bestial. Pero de tan bestial que era, dije que sí. Ahora, enseguida empecé a formarme y enamorarme de la profesión. Lo primero que me recomendaron fue abrir todas las botellas de vino que pudiera y empezar a probar y así lo hice.
¿Qué es lo primero que aprendió?
No desconectar nunca. En este sector si desconectas, pierdes. Los primeros años todo era bastante clásico y no había muchas novedades, pero esta última década he tenido que estar al tanto porque de repente me he encontrado con un sector donde todo vale, siempre que esté bien hecho.
¿Qué ha pasado esta última década?
Ha sido uno de los pocos sectores agrarios donde la gente joven ha querido entrar, trabajar y hacerse un hueco. Eso a mí me da mucha energía y supongo que revitaliza el sector. Al fin y al cabo, es un sector difícil, porque hacer una bodega es uno de los proyectos menos rentables que hay y cuesta mucho levantar. Por lo tanto, cuando veo gente joven que está dispuesta a dar el salto y lo deja todo atrás, pienso que todavía hay lugar para crecer más.
¿Podríamos decir que esta falta de relevo generacional de la que se habla en el campo, el sector vinícola la está esquivando un poco?
El relevo generacional falta en el campo, en el cultivo de las viñas, seguramente, por los problemas que arrastramos desde hace años. Al final el agricultor es el que se lleva la parte más pequeña en este país y precisamente debería ser lo contrario. Cuando tú viajas a otros lugares no muy lejanos, los campesinos son los dueños, porque quien tiene la tierra es quien manda. Pero aquí las cosas no funcionan igual…
¿Pero sí que hay jóvenes haciendo nuevos proyectos y bodegas?
Todo a pequeña escala quizás es más fácil de sacar adelante. Además, hoy en día tienes muchas más facilidades…Con poco puedes hacer grandes vinos.
¿Cómo se vive la digitalización en la tienda? ¿Cuál es la relación entre la física y la online que tienen?
Aquí me tocas la fibra sensible porque esta es una asignatura pendiente que tengo. No tenemos venta online, pero estamos trabajando en ello. A veces cuando lideras una empresa de este tamaño tienes que hacer muchas cosas y desgraciadamente el tiempo es limitado.
Hay que dormir…
Exacto, y mira que a mí me gusta dormir…Lo que quiero decir es que tienes que priorizar y la venta en internet no ha sido una prioridad de momento. Desde que comenzamos a organizar catas, las hemos anunciado y vendido online porque era más sencillo, pero nada más. Ahora bien, me queda pendiente porque son dos mundos que cada vez convergen más, por tanto, el online es necesario.

¿Cómo surge esta idea de diversificación de negocio de las catas?
Fue una idea mía. Todo venía del hecho de que yo cuando voy a catas disfruto muchísimo y también aprendo. Es una iniciativa para acercar a la gente al mundo del vino y a su cultura. Al final es como todo, aprender de vinos consiste en práctica, pero si tú quieres que la gente de la calle pueda valorarlo, les tienes que dar oportunidades. Y parece que el público responde, comienza a haber una necesidad interna, por eso el enoturismo en Cataluña está creciendo muchísimo. La gente tiene ganas de saber lo que come y lo que bebe. Si la gente responde, sabes que estás haciendo algo bien, que estás dando un valor añadido, porque tú puedes hacer muchas cosas, pero si la gente no viene…
Y ahora que habla de la gente. ¿Los jóvenes compran vino?
Menos de lo que me gustaría. Ahora hay una corriente que viene de Estados Unidos, que busca bebidas mucho más healthy y aquí el vino pierde posibles compradores aunque no debería ser así. Al final todo consumo de alcohol es malo, pero si ya estoy haciendo algo que no es bueno para mi salud, al menos que me lleve algo. La salud física es muy importante, pero también hay una parte emocional y psíquica que se debe cuidar. Entonces, yo creo que el vino en este aspecto ayuda.
¿Los jóvenes no entienden el vino como un producto social?
Es verdad que la gente joven es un público donde hay una competencia muy dura, como por ejemplo la cerveza. Uno de los principales motivos es la variable precio. De todas las opciones, el vino no es la más asequible, porque cada vez sube más de precio y eso complica que la gente joven pueda entrar. Por este motivo, es muy importante hacer catas orientadas sobre todo a gente amateur, para que tomen una base, pero cuesta.
¿Por qué?
La gente piensa que si no sabe, no debe beber vino. En estos casos yo pregunto si saben de cerveza. (ríe)
Parece que en la competencia por el público joven la cerveza juega un papel muy importante.
Sí, por precio, pero también por distribución. Donde vayas encuentras cerveza, lamentablemente no siempre encuentras un vino correcto.

¿Y qué puede hacer el sector aquí?
Algunos ya lo están haciendo. Hay vinos de pequeñas bodegas que se pueden equiparar a cualquier cerveza. Son vinos jóvenes que funcionan muy bien. Actualmente, además, hay ancestrales que tienen el punto refrescante, ligero y de menos grado como tiene la cerveza. Opciones hay, lo que sucede es que es verdad que cuesta más que el público joven se enganche.
Tienda centenaria, diversificación de negocio… ¿Cuál es el secreto de la supervivencia para usted?
Encontrar el equilibrio entre lanzarse a la piscina y hacer caso de aquellos que tienen experiencia. A mí siempre me preguntan si me cuesta trabajar con mi padre y la respuesta es no. Mi padre siempre me ha dejado muy claro que se debe tocar de pies a tierra, saber hasta dónde puedes llegar y qué riesgo puedes asumir. Está bien tener ideas innovadoras y seguir las últimas tendencias, pero la rueda ya está inventada y eso siempre está bien recordarlo.