La agricultura biodinámica combina muchas técnicas, prácticas y herramientas naturales que logran sustituir los químicos que actualmente se utilizan en el campo. Se trata de remedios orgánicos, no siempre ortodoxos a ojos de quienes no conocen este tipo de cultivos, pero muy eficaces en infinidad de casos. Desde cubiertas de hierba en los viñedos, hasta cultivar de acuerdo con los ciclos lunares, los campesinos y viticultores biodinámicos buscan la manera de conectar con la naturaleza y cuidar sus cultivos a través de ella. Uno de los ejemplos más curiosos es el de las cenizas de origen animal para controlar plagas, una técnica antigua, pero que actualmente todavía es utilizada por algunos.
El doctor austríaco Rudolf Steiner fue uno de los primeros en poner sobre la mesa los estudios de antroposofía, que hace más de un siglo fueron el principio de donde en la actualidad se extraen buena parte de las prácticas de agricultura biodinámica. En su época, Steiner era un pensador que recorría el mundo dando conferencias sobre el tratamiento de la tierra y la conexión entre las personas y la naturaleza. Lejos de ser un fanático, el doctor se había convertido en toda una eminencia, no solo por sus palabras, sino por los resultados. Entre las técnicas más descabelladas que Steiner propuso estaba la del uso de las cenizas para mantener a raya las plagas de animales en algunos cultivos.

En la primavera de 1924, el conde Keyserlingk, en Silesia, tenía un gran problema con los conejos. Los campesinos y agricultores de sus tierras se habían reunido en varias ocasiones con el conde para explicarle todo lo que los pequeños animalitos habían destrozado. Durante la búsqueda de maneras de hacerlos desaparecer, Keyserlingk se topó con las prácticas de Steiner, que habían demostrado ser muy eficaces. El doctor aseguró que la clave era utilizar las cenizas de un conejo para hacer desaparecer la plaga. A pesar de ser una opción poco conocida, Steiner argumentaba que instituciones como el Hospital Homeopático Real, en Austria, se habían especializado en estos remedios naturales que podrían salvar las plantas. En conjunto, el uso de las cenizas era muy complejo, pero podía resultar efectivo.
Según se explica en uno de los últimos capítulos (XXIV, pág. 371 a 378) del libro de Trevor Ravenscroft The Spear of Destiny, Steiner extrajo el bazo, los testículos y una parte de la piel del conejo y redujo estas partes a ceniza. Las cenizas fueron mezcladas con un polvo neutro, lactosa, y «potenciadas» homeopáticamente más allá del alcance de la existencia ponderable. En otras palabras, homeópatas titulados de la época con estudios e investigación lograron una mezcla de cenizas y productos naturales que hiciera la función. Steiner quería que aquellas cenizas se esparcieran por los campos afectados por las plagas de conejos con la idea de que lanzaría un mensaje de inseguridad para el resto de animales vivos, que no querrían volver a pisar esas tierras. Aunque los primeros días no pasó nada, el mismo relato afirma que al cabo de unas semanas las tierras del conde Keyserlingk quedaron completamente vacías de conejos, lo que dio la razón a Steiner y convirtió las cenizas en una parte clave de los cultivos biodinámicos de la época, pero también de la actualidad.