«Lo peor que le puede pasar a cualquier sector económico es la incertidumbre«, recuerda a Vadevi Joaquim Tosas, de la bodega Sumarroca. Desde que las amenazas de Donald Trump hicieron tambalear la poca estabilidad que tenía el sector vitivinícola catalán y español, la falta de conocimiento sobre el futuro de las exportaciones sigue preocupando a los elaboradores. Con el aumento de los aranceles, los vinos catalanes podrían perder buena parte de sus ingresos en exportaciones, sobre todo porque una gran parte de las ventas al extranjero de vinos y espumosos se destinan a Estados Unidos. Esta semana, el presidente estadounidense debía dar una respuesta definitiva después de meses de negociaciones y lo ha hecho, pero no en Europa. Según la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, siguen trabajando «día y noche» para acabar con esta guerra arancelaria y parece que hasta el 1 de agosto nadie sabrá con certeza su afectación real. Nueva información, pues, que deja otro mes de incertidumbre en el sector de los vinos, que ya preparado para comenzar a vendimiar, aún vivirá unos días más de dudas antes de saber si su producto se encarecerá o no.
Trump salió el pasado martes día 8 de julio a leer las cartas que había enviado a varios países sobre los aumentos e imposiciones de nuevas políticas arancelarias a prácticamente todos los productos. Europa quedaba fuera de estas declaraciones y no por la retirada de las amenazas sino porque todavía se está negociando qué pasará con los productos europeos. Los vinos y espumosos de Europa están en el punto de mira desde el primer día que el presidente estadounidense exigió más aranceles. La realidad es que Estados Unidos es un mercado bastante importante en términos de exportaciones. A escala catalana, en 2024 se facturaron un total de 77,6 millones de euros en ventas de vino a los estadounidenses. Esta cifra, traducida en kilos, llegaba a los 16,89 millones de kilogramos. Unas cifras muy altas que constataban una tendencia creciente. Mientras Alemania y otros países como el Reino Unido dejaban de consumir productos catalanes -hasta reducir a casi la mitad las compras de cava en el caso de Alemania- Estados Unidos se posicionaba como uno de los primeros mercados donde el vino catalán ganaba adeptos y también calidad.

“Los aranceles no benefician a nadie”, exclamaba la empresaria e importadora de vinos en Estados Unidos, Núria Garrote en declaraciones a Vadevi a principios de año. Para ella la situación como distribuidora se complicaba y justo el vino catalán se estaba haciendo un lugar en las estanterías de las tiendas de vinos del mundo, con estas nuevas normas perdía uno de sus principales mercados. Casi medio año después, sin embargo, la situación no ha cambiado. Los aranceles de Trump a los vinos y espumosos aún no se han implementado, pero nadie niega que de un día para otro puedan aplicarse estas nuevas políticas. «Es la incertidumbre lo que complica la situación», añade Tosas, quien explica a este diario que el hecho de «no saber qué pasará, impide la preparación». En cierta manera, Tosas confirma que si tiene que haber aranceles porque Trump los exige que se hagan, pero lamenta el desequilibrio donde «nadie puede hacer planes porque todo está por decidir». Así pues, a pesar de la evidencia de que los aranceles no harán ningún bien a las bodegas catalanas y tampoco a los distribuidores, la parte más conflictiva son los meses a la espera de los acuerdos a los que lleguen Von der Leyen y Trump.
La eterna diversificación de negocio
Si bien es cierto que la preparación para las posibles nuevas políticas arancelarias de Estados Unidos es complicada sin una resolución clara de las intenciones de Trump, lo que sí comienza a predominar entre los intereses de las bodegas es la diversificación de negocio. La idea, que es mucho más antigua que las amenazas del presidente estadounidense, implicaría encontrar nuevos mercados donde el vino catalán tuviera alguna oportunidad. Fuera de Europa, países como Japón o incluso el Brasil podrían ser buenos candidatos para esta introducción, pero no hay certeza de que sean propuestas de éxito. De hecho, en una reciente conversación con este diario Jordi Portillo, director general y fundador de la empresa distribuidora de vinos españoles en todo el mundo, Big5, reconocía que Japón se había interesado por los vinos catalanes y españoles en algún momento, pero que la tendencia no era del todo positiva en la actualidad. Así pues, el país podría estar interesado en los productos vitivinícolas catalanes, aunque no con suficiente potencia para recuperar las posibles pérdidas que generarían los aranceles de Trump.
También el acuerdo del Mercosur ha resurgido en las últimas semanas. Sin ligarlo directamente con las amenazas de Estados Unidos, las bodegas europeas instaban a la Comisión Europea la redacción del texto legal que eliminara los impuestos a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Con esta norma, estos países podrían ser nuevos mercados donde vender vino. Ahora bien, algunos expertos argumentan que no todos serían buenas oportunidades y que seguramente no podrían suplir el poder estadounidense a escala de compras. En este sentido, también Portillo reflexionaba que solo Brasil era un buen mercado para abordar, pero, aún así, solo podría representar el 2% de las exportaciones de vinos. Una cifra irrisoria en comparación al 12,7% que aglutinaban los Estados Unidos en los datos de 2024 que publicó Prodeca.



