El vino forma parte de la Dieta Mediterránea y, como tal, puede llegar a tener efectos beneficiosos para la salud. Si bien es cierto que con los años la imagen del alcohol se ha visto demonizada, el sector vitivinícola intenta luchar contra esta categorización sistemática. A su lado, las organizaciones y asociaciones con el mismo objetivo han logrado llevar a cabo varios estudios que en las últimas décadas han aportado claridad sobre el consumo de bebidas alcohólicas, sobre todo el vino. La Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN) ha presentado en la Universidad de Barcelona los resultados de los estudios científicos más recientes sobre el consumo moderado de vino y su relación con la salud. Las nuevas evidencias refuerzan el papel que puede tener el vino, integrado dentro de un estilo de vida saludable y especialmente en el contexto de la Dieta Mediterránea, en la reducción del riesgo cardiovascular. FIVIN destaca que estos posibles efectos beneficiosos solo se observan cuando el consumo es moderado y responsable, y recuerda que la clave es siempre la medida.
Uno de los estudios más relevantes es el publicado en European Heart Journal, elaborado a partir del proyecto PREDIMED y basado en una muestra de 1.232 participantes. Esta investigación se ha distinguido por introducir un nuevo biomarcador, el ácido tartárico urinario, que permite medir de manera más precisa el consumo real de vino. Las conclusiones indican que un consumo diario situado entre media y una copa de vino se asocia con una reducción notable del riesgo de eventos cardiovasculares graves, mientras que con menos cantidad los beneficios también se detectan, aunque en menor intensidad. En cambio, cuando el consumo supera una copa y media al día, los efectos positivos desaparecen completamente.

El documento también recoge otros estudios que apuntan a posibles mecanismos implicados en estos resultados, como la reducción de la inflamación sistémica o la relación entre el consumo moderado y una menor mortalidad. Además, una revisión recién publicada en Nature Aging sugiere que puede existir una asociación entre el consumo moderado de vino y un menor riesgo de demencia, aunque los expertos remarcan que estas conclusiones aún son preliminares. FIVIN subraya que las evidencias disponibles hasta ahora son principalmente asociativas y que se necesitan aún más estudios experimentales —como el ensayo clínico UNATI que está en marcha— para establecer con más precisión la relación entre consumo y salud.
La OMS, en contra
FIVIN intenta por todos los medios poder cambiar la visión que tiene la población sobre el consumo de vino. Ahora bien, la entidad recuerda que el vino no se puede desligar del contexto en el que se consume: los beneficios solo aparecen cuando forma parte de un estilo de vida saludable, que incluye una alimentación equilibrada, actividad física y otros hábitos positivos. En todo momento, FIVIN insiste en que cualquier consumo debe ser responsable y moderado, y que las personas que no beben no deberían empezar a hacerlo por motivos de salud. Sin embargo, argumentan que no se pueden quedar con los brazos cruzados cuando hay organizaciones más grandes que castigan sistemáticamente todas las bebidas alcohólicas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) es una de las instituciones que más lucha por acabar con el consumo de alcohol, sin hacer diferencias ni tampoco tener en cuenta estudios como los presentados en la UB que se elaboran en todo el mundo.
La realidad, pues, es que FIVIN lucha por encontrar el equilibrio y dotar al sector vitivinícola del apoyo que necesita para continuar elaborando vino de calidad. Todo siempre desde un punto de vista científico y con estudios que han probado ser muy efectivos para determinar qué uso se debe hacer del vino para que no sea nocivo. Parece, sin embargo, que la organización está sola frente a otras grandes instituciones que mantienen su postura y ponen en el mismo saco todo tipo de alcohol. Una opinión que estos últimos años también crece entre la población y deja en un punto complicado a bodegueros y vinicultores, que ven cómo los stocks se reducen cada vez más, a pesar de tener estudios que confirman el vino como un elemento clave -y sano- de la Dieta Mediterránea.
