Cada convocatoria la aprueba solo un 10% de los profesionales que se presenta. Una cifra baja que demuestra la dificultad de la prueba que pide muchos meses de preparación y también una importante inversión de tiempo y de dinero. Ser

El sumiller Ricardo Herrera hace cinco años que se está preparando para poder incorporar las dos letras al nombre: MW. Falló una primera convocatoria por pocas décimas, pero continúa al pie del cañón con más firmeza que nunca de cara a la próxima prueba que ya tiene fecha por este mes de junio. Tiene el Diploma del WSET, WSET 3,
«Entré en la carrera casi sin querer, de hecho, después del diploma quería parar, estaba agotado», comparte Herrera con Vadevi. Pero una compañera de Turquía establecida en Barcelona, l‘Irem Eran, lo anima para seguir adelante y empezar la carrera que los tiene que coronar como MW. «Fue en época de la Covid-19, que yo estaba trabajando en Asia; vuelvo a Barcelona por la pandemia y aplicamos».

«Catar mucho y tener mucha constancia»
Herrera explica que no es un camino fácil. Que «hace falta probar mucho y tener mucha constancia«, es decir, dedicar tiempo «un poco cada día». Y explica que él tiene una rutina que lo lleva a estudiar un par de horas por la mañana, cuando se quita, y un par por la noche, antes de ir a dormir. Además, viaja tanto como puede, y se apunta a varias formaciones a lo largo del año. Entre estas convocatorias, hay los llamados
Algunos de estos entrenamientos son oficiales, y piden ir a Londres, pero otros se organizan directamente entre los aspirantes, que se unen para poder compartir entrenamiento. Piden el apoyo a uno

Cata guiada por el MW catalán Álvaro Ribalta
Así, estos tres días destinados a seguir preparando los candidatos han sido dirigidos por el Master of Wine catalán Àlvaro Ribalta. Catas a ciegas donde los pretendientes no solo tienen que aprender a distinguir orígenes y tipologías, sino que también tienen que determinar las variedades y aventurarse con el precio de venta al público de aquel determinado producto. «Basura simulacro de examen, para que vayan cogiendo más práctica y mejoren con los tiempos de evaluación de cada vino», señala el MW catalán. «Es un camino difícil«, añade, pero posible, como lo fue para él, que dedicó cinco años de su vida a prepararse para poder conseguir el título.
De hecho, insiste en un detalle y es que hay MW procedentes de varios campos del sector, desde sumilleres, a enólogos, periodistas o personas que, como él, vienen del campo comercial. «Para aprobar hace falta un 65%, y muchos de los candidatos se centran a acertar los vinos«, relata Ribalta, cuando los formadores, dice, «valoran mucho más la calidad general del conocimiento». Por eso, recomienda a sus estudiantes «utilizar las palabras justas, tener rigor y un criterio muy fundado en términos de calidad».
El Instituto y el proceso
El
El examen para conseguir el título está formado por tres etapas: exámenes teóricos y prácticos, y un trabajo final de investigación que se presenta al final de la tercera etapa. Para empezar, los estudiantes tienen que superar una primera evaluación al final del primer año con una prueba teórica que pide determinar variedades de uva, origen del vino, calidad, añada, potencial de envejecimiento, estilo y potencial comercial.
La segunda etapa tiene dos partes: un examen práctico con tres catas a ciegas de 12 vinos, donde hay que identificar también la variedad, origen, vinificación, calidad y estilo; y cinco ensayos escritos sobre viticultura, vinificación y negocios del vino, entre otros. Superadas todas las partes, la etapa tres pide un trabajo de investigación sobre un tema que decidirá el candidato y que tiene que tener entre 6.000 y 10.000 palabras.