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Adrià Domènech: «Deberíamos ver el vino como mucho más que un producto»

Adrià Domènech es un joven entusiasta de Porrera. La única vez que ha vivido fuera de este pueblo en el Priorat fue los seis meses que intentó estudiar fuera, en Reus. De familia campesina, Domènech se considera tanto campesino como viticultor. Recibe a Vadevi en su bodega, el Antic Magatzem, donde en una vitrina está expuesto el Vinari de Oro que ganó en la edición de los Premios Vinari de 2024. Recuerda ese momento aún con mucha alegría y asegura que siempre estará emocionado y agradecido de haber conseguido ganar un galardón como este. Domènech sabe muy bien que su bodega es de las nuevas de la DOQ Priorat y aún no tiene una gran fidelización de la clientela, pero se mantiene optimista y corrobora que todo le va bien. No oculta sus opiniones y es crítico con la gestión de la sequía, el cambio de hábitos de consumo y la demonización del alcohol. Considera el Antic Magatzem como su proyecto personal y pasional y recuerda que el vino aún forma parte de la cultura catalana.

¿Podría darnos un resumen del origen del Antic Magatzem y cómo ha terminado haciendo vinos?

Yo soy campesino y viticultor. Digo campesino porque cuando vienes de una familia campesina pasa de padres a hijos y viticultor porque desde los 19 años me quedé en casa a trabajar las tierras. En mi familia no solo cultivábamos vides, también había avellanos, almendros y olivos, pero no nos engañemos, hoy en día, el monocultivo de la vid es lo más rentable. A finales de 2022, sin embargo, es cuando salió a la luz mi proyecto personal del Antic Magatzem. Es verdad que tengo el Ànima de Cal Pagès 20219 -el vino con el que gané los Premios Vinari- que es de antes, pero ese año solo registré los 225 litros del Ànima.

El inicio de mi historia está dividido. La familia por parte de mi madre, la casa familiar se la conoce como el Magatzem y cuando estaba buscando un nombre para la empresa decidí ponerle el Antic Magatzem, porque ya desde el siglo XXI en este edificio se comercializaba vino, aceite y frutos secos. Por parte paterna, el nombre de la familia de mi padre es Cal Pagès, y por eso añado el nombre a todos los vinos que hago. Es un homenaje a los viñedos de mi padre y la bodega de mi madre.

Adrià Domènech, propietario de la bodega el Antic Magatzem. 25.09.2025, Porrera foto: Jordi Play

Fue el ganador del mejor vino de los Premios Vinari. ¿Cómo le ha cambiado esto la vida, cuál ha sido el antes y el después?

La vida, por suerte, no me ha cambiado en nada. Cuando trabajas la tierra, sabes que hay que sudar. Pero en el aspecto del vino y del proyecto del Antic Magatzem ha sido agua caída del cielo en máxima sequía. Me presenté al concurso como una experiencia. Al fin y al cabo, llevaba un año trabajando solo. Actualmente, la gente todavía me pregunta por la calle si sabía que ganaría y la realidad es que no. Para mí el premio ya era participar en los premios. Podía llegar a pensar en llegar a la final, cenar en Vilafranca, hacer contactos… pero ganar el primer premio no me lo podía imaginar ni en mis mejores sueños. Además, esto me ha abierto puertas en la comarca y alrededores. Tampoco tanto en venta directa porque ya me iba todo bastante bien, pero sobre todo en reconocimiento. Cuando tienes un proyecto pequeño es importante que la gente te vea y te sienta.

¿Cuándo vio por primera vez que el premio le había hecho ganar reconocimiento?

Durante la cata de Porrera, que fue poco después, venía a verme mucha gente y me hablaba de mi premio. Siempre explico que esa gala fue la primera vez que dejamos a mi hija con los abuelos y estaba muy preocupado por eso. Una vez llegamos a casa de mis padres se lo explicamos, pero no les pareció tan grande. 10 días más tarde fueron a pasear a Falset y la gente los paraba por la calle. Allí vieron que realmente ese era un galardón importante. Para mí esto pasa una vez en la vida, me encantaría que fueran dos, pero ganar el premio más grande es muy complicado, es tocar la tecla en el momento justo.

Hablemos un poco del sector. Hay una caída de consumo general muy grande en el mundo. Como proyecto nuevo, sin tanta fidelización, ¿cómo se vive la caída de ventas?

A diferencia de la crisis de 2013, esta no sabes cuándo acabará. Al final hace años eran crisis económicas que tarde o temprano tenían que acabar, pero esto es peor. Esta es una crisis de nuestro sector y en concreto en el consumo del vino. El sector está bastante colapsado, hay muchas bodegas que trabajan muy bien para la poca demanda. En mi caso, quiero pensar que la «Q» de la DOQ Priorat nos hará aguantar un poco más, pero acabaremos cayendo. Personalmente, no sufro tanto. Solo exporto a Suiza, por lo tanto, a mí esto aún no me ha llegado. Yo todavía estoy en subida, pero tampoco soy tonto y ves cómo las bodegas ya no producen toda su uva, venden la mitad o incluso más. Una bodega ya no quiere ciertas clases de uva o los campesinos no pueden vender todo lo que cosechan. A mí por suerte no me conocía nadie y estoy captando nuevos clientes, pero sé que la situación no es la mejor.

Esta tendencia también responde a un cambio de hábitos de consumo, que cada vez se demoniza más el alcohol. ¿Se ha planteado hacer un vino sin alcohol?

No, y creo que no me lo plantearé nunca. No concibo el vino sin alcohol. Podría hacer un mosto para las visitas. Una alternativa para cuando la gente no bebe o traen niños. El mosto me lo podría plantear, pero un vino sin alcohol no.

Usted vende parte de la uva que cultiva. Cada vez hay más tensión con el precio de la uva, ¿cómo lo ve precisamente usted que es bodeguero y campesino?

En la DOQ Priorat en concreto, vemos la situación que comentaba antes. Muchos campesinos que venden más o bodegas que también deciden producir menos. Todo está cambiando y sí que me encuentro campesinos que me dicen que por depende de qué precio ya no se ganan la vida. Cada vez más bodegas han bajado los precios, incluso las que más se habían esforzado hace años en mantenerlos los más altos de la DOQ. Es una situación preocupante porque trabajar la tierra es un trabajo de todo el año y encontrarte que tienes que malvender el producto es una barbaridad.

Es la cuestión de siempre, ¿no? Dar el valor que merece al trabajo…

El problema de la agricultura va mucho más allá, es estructural. Tampoco es un conflicto solo del sector vitivinícola, es un problema de todo el sector primario. La gente no valora el trabajo que hacemos. No se trata de los cultivos, también nos encargamos del cuidado de los bosques, la prevención de incendios… Como te decía no es una cuestión del precio de la uva, es toda la cadena de valor.

También ligado a la caída del consumo, dicen que los jóvenes no beben vino…

Los jóvenes no beben vino, el vino blanco es el que sube y las graduaciones más bajas gustan más. Esta última nos afecta mucho en el Priorat y ya hace tiempo que se está buscando hacer graduaciones más bajas y maceraciones más cortas. No te engañaré, es un problema. No puedes apuntar a nadie con una pistola para que beba, pero de cara a un futuro cada vez menos gente beberá vino.

Es cierto, sin embargo, que no todo ha desaparecido. Desde el sector comentábamos que ahora las tiendas de vinos ya no tienen los vinos más baratos en el escaparate, sino que toda esa gente que antes bebía cada día, ha comenzado a beber gamas más altas y solo el fin de semana. Aquí también incluyo algunos jóvenes que se llevan una botella para llevar a una cena con amigos y los precios pueden llegar hasta los 15 euros. Con esto quiero decir que los que tienen y tendrán más problemas, son aquellas bodegas que hacen un volumen muy grande de vino y precios extremadamente ajustados.

Adrià Domènech, propietario de la bodega el Antic Magatzem. 25.09.2025, Porrera foto: Jordi Play

¿Puede ser que ahora la gente comience a valorar más el valor añadido de los vinos?

Sí. A ver yo soy muy optimista, también porque acabo de empezar y si tuviera que pensar que esto se acaba, ya no habría comenzado el proyecto. Además, estas tendencias son cíclicas, de aquí 10 y 15 años de repente los hijos de estos jóvenes querrán volver a beber vino, vaya a saber.

El relevo generacional también se ha convertido en un problema en este sector. Usted es un bodeguero joven, ¿piensa que es la excepción que confirma la regla?

Repito que soy optimista y creo que somos bastantes jóvenes. Queda claro que había tanta cantidad de gente mayor que hacía falta un relevo. Mi padre, por ejemplo, tiene 80 años y continúa yendo cada día al campo. El cambio se encuentra en la formación, sube gente mucho más preparada, con otra manera de ver las cosas. Es verdad que habrá menos personas que se dedicarán y de cada 100 que se retirarán, entrarán 10, pero la calidad del producto que harán será excelente.

Antes ha mencionado la sequía, ¿qué hemos aprendido de aquellos años?

Quiero pensar que hemos aprendido cosas y cada vez lo tengo menos claro. Me parece que hay variedades que les cuesta mucho adaptarse a estos nuevos climas. Tenemos muchas variedades en Cataluña que en su época funcionaron muy bien en Francia, pero que a los franceses les vaya bien, no quiere decir que a nosotros también. Hemos aprendido que difícilmente volveremos a comenzar las vendimias la segunda quincena de septiembre, por lo tanto, tocará hacer las vacaciones más temprano. [ríe]

En esta añada, tuvimos una primavera y un invierno generosos que han podido devolver la fuerza a la cepa. Por fin tuvimos nuevos brotes y los viñedos tomaron fuerza. En el Priorat no hemos vuelto a ver la lluvia desde junio. Entonces, la cosecha de este año ha sido flojita, pero dentro de las medias. El problema es que dicen que la cepa tiene memoria y si este año sufre, el año que viene no dará tanto fruto.

Entonces se realizan nuevas prácticas que antes no?

Y tanto. La banda norte de la montaña, por ejemplo, era una parte que no se utilizaba, en cambio, el sur y el sureste estaba lleno de viñedos. Pues bien, el cambio climático ha hecho que esto comience a cambiar. Los lugares más húmedos también se comienzan a plantar porque ya ves que esto volverá. Estamos cambiando la manera de plantar las cepas, evitar los lugares muy calientes. Por no hablarte de los Pirineos y Prepirineos, que cada vez se podrá plantar a más altura.

¿Y el riego?

Hay que esperar a saber qué pasará. Soy de los que piensa que hasta que no llegue el agua no haré nada en cuanto al riego. Estoy totalmente en contra de regar por regar, porque no es más sostenible. Pero, en años extremos, iría bien poder salvar las cepas. Más allá de eso, no, nosotros no hemos regado nunca y no lo hemos necesitado.

¿Cree que el problema principal del cambio climático es que hay mucho misterio sobre cuándo o cómo llegarán estos ciclos de meteorología extrema?

¡Exacto! Aquí no se trata solo de la sequía, el cambio climático significa extremos, granizadas cuando no tocan, que los viñedos broten en el mes de marzo, cosas que trastocan completamente la manera de cultivar.

Hay algunas DO catalanas que se quejan de la falta de ayuda que hay en la promoción del vino catalán por parte de la administración pública. ¿Usted cómo lo vive?

Toda la razón. Esto no se trata de hacer un gran anuncio, volvemos a encontrarnos con un tema mucho más estructural. Hay muchas familias que trabajan en este sector y esto debería reflejarse. Lo que no puede ser es que cada vez sea todo más complicado. Desde Europa querían poner imágenes similares a las del tabaco en las etiquetas de las botellas de vino y todavía hay gente que lo defiende…

Parece que cada vez hay más fijación con el alcohol…

Nos tenemos que quitar un poco el lastre del alcohol y recordar que el vino es algo cultural. En Francia lo han trabajado mucho mejor que nosotros.

Aún cuesta colocar el vino como un alimento más…

Deberíamos dar un giro y ver el vino como mucho más que un producto, porque es mucho más que un producto.

Más allá de la promoción institucional, el enoturismo ha demostrado ser una rama muy rentable para algunas bodegas. ¿Cuáles son sus propuestas enoturísticas?

Hago visitas con cuentagotas, no tengo un horario cerrado. De momento, trabajo a demanda y si puedo encontrar un hueco. Hay dos opciones: la primera es una cata que puede durar una hora o una hora y media. Eso sí, los clientes pueden catar todos los vinos que hago. Mi proyecto es pasional y para entenderlo bien, se deben poder beber todos los vinos que he hecho. La segunda opción -que aglutina un 95% de la gente que me visita- es para ver los viñedos centenarios. También es verdad que los viñedos los promociono mucho, porque pienso que solo catando el vino no acabas de conectar de verdad con la historia que hay detrás del proyecto.

Adrià Domènech, propietario de la bodega el Antic Magatzem. 25.09.2025, Porrera foto: Jordi Play

¿Le llegan más turistas de Cataluña o de fuera?

De Cataluña. Como no estoy en ninguna plataforma, porque aún es un proyecto pequeño y ya me va bien trabajar de vez en cuando en las actividades enoturísticas, la gente me conoce por el boca-oreja.

¿Podría hacer el perfil de su enoturista?

Dos parejas jóvenes catalanas y que se encuentran dentro del mundo del vino. No tengo turistas que no saben nada de nada, la persona que llega hasta aquí o bien me conoce por los Premios Vinari o porque en algún momento ha probado mis vinos.

Usted ha mencionado Suiza como su máximo importador. ¿Cómo llegó a obtener esta conexión?

La asociación Cellers de Porrera funciona muy bien. Aquí tenemos algo muy bueno: no nos vemos como competencia. Tú vas a una calle de restaurantes y esos restaurantes no son competencia uno del otro; porque si uno no funciona, irás al otro. Pues en Porrera nos pasa un poco lo mismo. En Raimon Castellví, de la bodega d’Encastell estaba en la feria Prowein de Alemania y me llamó para decirme que había unos distribuidores suizos que tenían muy buena pinta. En ese momento, Raimon ya tenía sus contactos en Suiza y estas personas estaban buscando algún Priorat; y él decidió pensar en mí. 15 días después me contactaron, les envié muestras y les gustó mucho el vino. Pidieron un pedido con unas cantidades que eran prácticamente imposibles para el tamaño de la bodega. Hubo algunas dudas, pero decidieron continuar con el contrato porque creyeron mucho en el proyecto.

Todo por el contacto de otra bodega…

¡Exacto! He llegado a Suiza por ellos y esto me hace estar muy agradecido de la bodega d’Encastell, pero también de tener esta relación tan cercana con todos de la asociación.

¿Y fuera de Suiza, qué otros países tiene en mente?

Hay diferencia entre gamas altas y bajas. Los suizos no solo pagan cuando toca y todo se hace con mucha seriedad, sino que quieren las gamas altas. Por otro lado, los vinos más baratos los exporto a México, unas 20 o 25 cajas. También a Riga, donde un catalán ha montado una tienda solo de vinos de Cataluña. Estonia, Letonia y Lituania tengo un poco de contacto. Acabo de entrar en Suecia, pero con los vinos de gama baja. Y finalmente estoy esperando respuesta de un distribuidor francés.

¿Y en Cataluña?

Priorat y alrededores, sobre todo. Después también tengo contactos en Lleida, en Girona, El Celler de Can Roca y en Barcelona hay dos pequeños distribuidores porque cuesta.

¿Cuesta Barcelona o Cataluña?

Cuesta mucho Barcelona ciudad, también Cataluña, pero sobre todo la capital catalana. Y de España ya ni hablemos…

¿Lo ha intentado en España?

No. [ríe]

Hablando de exportaciones, ¿Estados Unidos se lo había planteado antes de los aranceles? ¿Y ahora?

Bueno, no es que no quiera. El año pasado vi muy claro que tenía que pisar calle y hacer país. Este año me lo he planteado para intentar dar un paso más adelante e ir a la Barcelona Wine Week (BWW), que creo donde se podrán hacer más contactos importantes.

También entró en un programa de expansión de Pimec. ¿Qué nos puede decir de esta colaboración?

La gente de Pimec vino a hacer una fotografía del proyecto. Se centraron mucho en la experiencia enoturística, porque es donde vieron más salidas. No nos engañemos, no es lo mismo un distribuidor, que la venta directa. Y no solo hablo del tema económico, tú al final llegas directo al cliente y eso fideliza mucho más. Desde Pimec enumeraron todos los puntos que ellos creían que podían fortalecer. Canal web, estrategias para llegar al consumidor, facilitar a la gente la compra y las visitas… Mucho trabajo que me ayudó mucho y que yo no había pensado porque, sinceramente, a veces me falta tiempo.

¿Es difícil llevar un proyecto tan emocional como este?

Mucho, porque hay un punto en el cual ves que siempre estás trabajando. Yo soy autónomo y tengo una familia, entonces tengo que intentar desconectar siempre que llego a casa. Es muy complicado, pero también muy gratificante. Yo no trabajo haciendo bombas hidráulicas, yo hago vino y este es un proyecto que me apasiona.

Adrià Domènech, propietario de la bodega el Antic Magatzem. 25.09.2025, Porrera foto: Jordi Play

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