Las bodegas no solo son el espacio donde se elaboran los vinos, sino que pueden convertirse en grandes centros de investigación y estudio para descubrir nuevas plantas, fórmulas o combinaciones para mejorar la calidad del producto o incluso crear uno nuevo. La realidad es que el viñedo catalán ha pasado por diferentes crisis que han reducido las variedades autóctonas del país. Por suerte, desde hace décadas, diferentes bodegas invierten parte de su tiempo y recursos en encontrar estas variedades perdidas, independientemente de los años que cueste. Este es el caso de Albet i Noya que ha visto el trabajo de tres décadas reconocido en el Boletín Oficial del Estado (BOE), ya que el Estado ha autorizado la Belat y la Marina Rion, dos variedades hasta ahora desconocidas que actualmente se podrán utilizar para elaborar vino.

«Las hemos encontrado aquí, en el Penedès», explica emocionado Josep Maria Albet, propietario de la bodega catalana en un comunicado remitido a Vadevi. Estas dos variedades las descubrió el mismo propietario, quien además se ha encargado de llevar a cabo todo el proyecto. Concretamente, en 1997, Albet detectó estas dos variedades en sus cultivos y la lucha por validarlas ha durado casi. Al fin y al cabo, el vino es un producto de alto valor añadido y tanto en Cataluña como en el estado español hay normativas muy restrictivas. Por este motivo no basta con encontrar una variedad sino que debe ser aprobada para poder ser utilizada bajo una Denominación de Origen. Así, 30 años después de su descubrimiento, Belat y Marina Rion pasan a formar parte de las variedades autóctonas catalanas y son reconocidas oficialmente por el ministerio de Agricultura.

Para hablar del proyecto de Albet i Noya es necesario hablar de estas variedades recuperadas, ya que ambas se utilizan para elaboraciones diferentes y sus características permiten la creación de diferentes vinos. La Marina Rion, preservada de un antiguo viñedo familiar, produce vinos frescos, con una acidez vibrante. Los aromas, según explican desde Albet i Noya «pueden recordar al Riesling o al Xarel·lo», es decir, otras variedades existentes y reconocidas. Además, esta variedad es apta para hacer vinos jóvenes, con crianza e incluso podría funcionar en espumosos, según apunta la investigación de la bodega catalana. Por su parte, la Belat, localizada en una cepa abandonada en las Montañas de Ordal, podrá proporcionar vinos tintos elegantes con taninos suaves y de perfil muy fresco. «Ambas variedades presentan también un muy buen comportamiento en el viñedo que las hace fáciles de trabajar y resistentes a posibles enfermedades», aseguran.

Tres décadas de investigación

Este proyecto, iniciado en 1997, se centró en la recuperación de variedades prefiloxéricas con potencial para la viticultura moderna. El cambio climático ha sido un golpe muy duro para los cultivos de Cataluña y el viñedo no ha sido una excepción. De esta manera, intentar encontrar viñedos centenarios del territorio parece una de las pocas maneras que tienen los viticultores de cultivar plantas que sean resistentes, ya que las variedades autóctonas siempre serán menos susceptibles a los cambios meteorológicos que las foráneas. Sin embargo, en la investigación de Josep Maria Albet se localizaron una docena de variedades repartidas por toda Cataluña, pero la Belat y la Marina Rion destacaron por sus cualidades agronómicas y enológicas, así como por su adaptabilidad al territorio.

Un proyecto para compartir

El éxito del proyecto será compartido porque así lo ha decidido la bodega catalana. Para Josep Maria Albet es de vital importancia preservar el patrimonio vitivinícola catalán y más en un momento en que los cambios en el medio ambiente pueden jugar malas pasadas a los profesionales. Así, las dos variedades recuperadas podrán cultivarse donde los agricultores lo soliciten, ya que la bodega ha asegurado que quieren compartir este hallazgo: «Estamos dispuestos a compartir madera con todos aquellos que quieran plantar Marina Rion y Belat y contribuir al futuro de la viticultura catalana«, concluye el propietario de Albet i Noya e impulsor del proyecto.

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