VadeVi
Carlón: un famoso vino que se producía hace 2 siglos, que ahora se recupera

A pesar de que las viñas estaban situadas por todo el Baix Maestrat el vino que se hacía se denominaba carló (abreviación de Benicarló) porque se exportaba por el puerto de esta villa marinera, desde donde los barcos lo llevaban a todo Occidente. Era un vino de mesa, hecho con garnacha blanca o negra, y Rafael Martí de Viciana habla en su Chonynica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reyno (1564); traduciremos un párrafo:

El terme de la vila de Benicarló és molt bell perquè és una plana tota plantada de vinyes, oliveres i garrofers, que donen molta fruita. I des de la vinya fins a la mar hi ha horts molt bonics i fructífers amb més de quatre-centes sénies per a regar-los. Es cullen en aquest terme moltes fruites, com ara dacsa, panís, llegums i hortalisses; hi ha dues collites importants: la de vi, blanc i negre, molt bo, que arriba fins als cent-setanta mil càntirs. I l’altra collita és la de la garrofa, de la qual fan fins a setanta mil arroves. I amb aquests dos fruits fan mercaderia, especialment del vi, que és portat ordinàriament per a proveir Orà, Mazarrón, Almeria i molts altres llocs. I fins i tot per a proveir els estols de les armades que mana fer el rei.

En vez de Benicarló, Viciana escribe ‘Benicarlon’, que es como se debía de denominar entonces esta villa en castellano, y debe de ser por esta razón que el vino recibía el nombre de carlón (con acento o sin), que ha sido siempre el más utilizado.

El negro parece que tenía cierta similitud con el Burdeos, al cual hacía de alguna manera la competencia, e Inglaterra, que compraba vino en todas partes, fue uno de los mejores clientes, hasta el punto de que los marchantes ingleses o irlandeses controlaban buena parte del comercio. Otro viajero inglés (Henry Swinburne) nos dejó sus impresiones en el libro Travels through Spain, in the years 1775 and 1776:

En la región de Benicarló encontramos una buena tierra roja, y viñas cuidadosamente situadas en hileras, sin estacas, un lugar pequeño que depende totalmente del comercio del vino. Ochocientos toneles de un vino tinto muy fuerte y dulce que es pagado en el campo al precio de cinco guineas el tonel se envían anualmente a Holanda, Alemania y Burdeos, donde los mezclan con el clarete de segunda clase para darle cuerpo y color. El vino destinado a Burdeos es transportado a la costa de Seta, a bordo de barcos españoles sin derechos de exportación. Por razones de captura de los corsarios moros, y de la posibilidad de mal tiempo, anclan todas las noches, y esto hace que el viaje tenga una duración de al menos un mes. A Seta estos vinos entran en el gran canal del Languedoc y pasan de contrabando en Burdeos como vinos de alta calidad, dado que no está permitida la entrada de vinos extranjeros en aquel puerto. Una sociedad de marineros lleva todos los bocois desde Benicarló hasta los barcos, y desde el momento que se hacen cargo son responsables de todas las pérdidas, bien sea por razones meteorológicas o por ineficacia.

En un artículo publicado en el número 55 de la revista Benicarló Actual, Joan Baptista Simó i Castillo adjunta el facsímil de una tarifa de precios barcelonesa «…disposada, y feta per lo Savi Concell de 36, tingut, y celebrat à 21 de Febrer de 1697», una lista dónde, entre otras, había vino griego, varios claretes (vinos cosecheros), macabeo, turbio o malvasia. El ‘clarete de Vinicarlò’ iba a cuatro sueldos el cuartel, pero el ‘Vinicarlò blanch’ se vendía al doble y solo era superado por la malvasía, que valía nueve; del negro de reserva no se dice nada, pero hay que suponer que debía de ser mucho más caro que el blanco.

En la obra de Joan Piqueras Els vins valencians podemos leer: ‘A finales del XVIII este “Carló” era exportado a diferentes lugares de Europa y América, aunque su fama y aceptación le protegieron del parecido con los buenos vinos franceses, de la servidumbre de los cuales no se pudo liberar hasta la primera mitad del siglo XIX’.

Demasiado tarde. Cómo en el caso del fondellol, cuando apareció la filoxera en Europa la gran demanda de vino común que se produjo las tres últimas décadas del siglo XIX y la primera del XX por parte de Francia, Occitania y otros países hizo que los vinateros olvidaran la producción de vinos de crianza, circunstancia que, desgraciadamente, y con la ayuda de la filoxera, que también hizo estragos por aquí, ocasionó la desaparición. Mientras hubo fue muy apreciado; en el sainete de Eduard Escalante Lo tio Cavila (1873) uno de los personajes aconseja a otro beber y dejarse de medicinas:

¡Bones salses

pea una paella! ¡Podíes

endurten les arbolaries!

¡Home, endugas un pernil

y una bota d’a mich cánter

de Benicarló, y arrime’s

al día sinc u sis llanties…!

El protagonista de otro sainete (Un ball de convit, de Marià Garcia a Alban, estrenado el 1 de febrero del 1861) pide benicarló cuando le dan a elegir durante una estancia en Madrid:

CRIADO   ¿Y lo vino? ¿Traigo Champañ…

Burdeos…?

TONI                                       Benicarló,

que es el ví que gaste yo,

y no en vec atre en tot l’añ.

Es el único vino que mencionó el escritor Josep Sanmartín i Aguirre en un artículo de cocina valenciana que hizo en el 1895:

Atre guiso valenciá, que per l’ordinari no sòl figurar en les taules de les fondes, es el all y pebre. Un plat d’anguiles guisades d’este mòdo, com estiga ben fet, és gustosíssim; si el qu’el menja l’arremulla ab ú que atre traguet de ví de Benicarló ó del Maestrat, no pòt manco d’acabar per juplarse’ls dits.

De resultas de la sacudida económica que produjo la filoxera, hubo gente que se vio forzada a emigrar, algunos a México y otros a Argentina, en la región de Mendoza, y allí continuaron haciendo lo que sabían: vino carló. A pesar de que era tinto y de garnacha, no debía de ser exactamente el mismo, está claro, pero los argentinos lo encontraron bueno y todavía hay bodegas que hacen. De hecho, llegó a tener alguna importancia porque hay incluso un par de tangos que hacen referencia, como por ejemplo uno que lleva por título Pucherito de gallina, que cantaba Edmundo Rivero:

Cono veinte abriles me ven para lo centro,

Mí debut fue en Corrientes y Maypú,

del brazo de hombres jugados y cono abanico,

allí quise quemar mí juventud.

Allí aprendí lo que se ser un calavera,

me enseñaron que nunca hay que fallar,

me hice en una vida mistonga y sensiblera

y entre otras cosas me daba miedo cantar.

 

Cabaré… Tropezón,

era la eterna rutina,

pucherito de gallina

cono viejo vino Carlón.

Cabaré… metejón,

un amor en cada esquina,

unos esperan la mina

pan tomar lo chocolate,

otros facturas cono mato

o lo raje para el convoy.

 

Canté en el viejo varieté del Parque Goal

y en los dancings del viejo Leandro Alem,

donde llegaban chicas mal de casas bien

cono esas otras chicas bien de casas mal.

Cono veinte abriles me ven para lo centro

Mí debut en Corrientes y Maypú,

hoy han pasado los años y no encuentro

calor de hogar, familia y juventud.

 

Cabaré… Tropezón,

era la eterna rutina,

pucherito de gallina

cono viejo vino Carlón.

Cabaré… metejón,

un amor en cada esquina,

unos esperan la mina

pan tomar lo chocolate,

otros facturas cono mato

o lo raje… o lo raje para el convoy.

La traducción de esta canción no es muy fácil, como pasa siempre con la poesía y, además, porque, en este caso, hay frases con doble sentido (o con un sentido no muy fácil de entender) y se usan también algunas palabras en lunfardo, que es el argot de los barrios más castizos de Buenos Aires, los únicos donde la canción se debe de entender sin problemas. De todos modos, lo intentaremos. Es la historia de un vividor y dice más o menos así:

(Con veinte primaveras vine hacia el centro, / mi debut fue a Corrientes y Maipú, / del brazo de hombres bregados y con dinero / quise quemar mi juventud. / Allí aprendí qué es ser un calavera, / me enseñaron que nunca tenemos que fallar, / me hice en una vida humilde y sensiblera / y entre otras cosas me daba para cantar. // Cabaré… Tropezón [era un restaurante], / era la eterna rutina, / olleta de gallina / con vino viejo de Carlón. / Cabaré… pasión obsesiva, / un amor a cada paso, / hay quienes esperan a la mujer / para tomar chocolate; / otros la cuentan del mato / o huir hacia el tranvía [se iban sin pagar]. // Canté en el viejo variedades del Parque Goal, / y en los bailes del viejo Leandro Alem, / donde llegaban chicas malas de casa buena / con otras de decentes de casa pobre. / Con veinte primaveras vine hacia el centro, / mi debut fue a Corrientes y Maipú, / hoy han pasado los años y no encuentro / el calor del hogar, familia y juventud. Cabaré… Tropezón, / era la eterna rutina, / olleta de gallina / con vino viejo de Carló. / Cabaré… pasión obsesiva, / un amor a cada pasa, / hay que esperan la mujer / para tomar chocolate; / otros la cuenta del mato / o huir… o huir hacia el tranvía).

Y Carlos Gardel cantó La violeta, de la cual transcribiremos un par de cuartetas:

Con el codo en la mesa mugrienta

Y la vista clavada en un sueño

Piensa lo tano Domingo Polenta

En el drama de su inmigración

Y en la sucia cantina que canta

La nostalgia del viejo paese

Desafina su ronca garganta

Ya curtida de vino Carlón.

El que hacen en México, en el Valle de Parras, también es tinto, pero dulce.

Y en Sant Mateu, en el Baix Maestrat, el bodega Besalduch, Valls & Bellmunt, que se dedica a hacer vinos de calidad, recuperó el 2018, con la colaboración de la Universitat Politécnica de Valencia, el carló de siempre pero puesto al día, con racimos de garnacha negra, garnacha tintorera y embolicaire. Las viñas están situadas en Las Lomas, cerca de la villa, y de allí sale la uva que, convertido en mosto y una vez fermentado, llenará las botas. Pla decía que el problema de los vinos catalanes era la salida (la entrada es cuando te lo bebes y la salida el sabor que deja en el paladar después de haber pasado garganta abajo), y seguramente tenía razón, porque, por regla general, eran muy ásperos, pero hoy han cambiado mucho las cosas en el mundo del vino y los actuales se asemejan poco a los de antes. El carló que elabora esta bodega, con las cepas de toda la vida, habría encantado a Pla porque la salida es excelente, y la entrada más todavía. Como que los productores decidieron hacerlo de manera artesanal para que se asemejara lo más posible al original, no lo filtran antes de embotellarlo y continúa llevando levaduras, con el resultado, a veces, que los azúcares residuales, si la conservación se hace por encima de los veinte grados, pueden fermentar en la botella y producir unas pequeñas burbujas, como si fuera un vino de aguja pero sin tanto gas. De todas maneras, si el problema está en el filtrado, la solución parece sencilla: solo hay que filtrarlo y en paces.

Por otro lado, el 2019 fue el año de la presentación, por parte de la ‘Bodega del vino Carlon’ de Benicarló de un tinto de la cosecha del año anterior elaborado con un 70% de garnacha negra, un 20% de carinyena, y un 10% de syrah. Está muy bien de precio (no llega a los doce euros) y ha tenido muy buena acogida por parte del público, afortunadamente. La cuestión es que el 2012 se juntaron siete personas enamoradas del vino y decidieron iniciar el proyecto, que no era nada fácil. Las viñas están situadas en el término de Benicarló y de tres pueblos vecinos (Peñíscola, Vinaròs y Càlig). Se denomina ‘Renaixença del vino carlon’ y el resultado no está mal, la entrada es buena pero yo diría que la salida es ligeramente áspera, un defecto que supongo que se podría corregir. Y también tenemos que tener en cuenta que estamos en los inicios de la recuperación y que los enólogos, con el tiempo, seguro que perfeccionarán la elaboración, como no puede ser de otro modo. Porque en el mundo del vino hay actualmente una competencia máxima, en los estantes de los supermercados hay botellas de vino tinto de una gran calidad y de unos precios al alcance de todo el mundo, y solo con el nombre de un vino que desapareció hace cientos de años y que, por lo tanto, a estas alturas no lo conoce nadie (salvo los habitantes del Baix Maestrat, y no todos) no se puede ir a ninguna parte. La calidad es esencial en cualquier actividad y en el vino mucho más todavía.

En fin, que de momento no podemos cantar victoria, pero estamos en camino de hacerlo. Y está claro que tenemos que aprobar y aplaudir estas dos iniciativas tan prometedoras. Ojalá que los artesanos de estas bodegas continúen haciendo y perfilando las virtudes (dejando de lado los defectos) porque es un vino que, bien hecho, no tendría nada que envidiar a otros de más fama. Y también sería de agradecer que la gente lo comprara, sería la mejor manera de darles las gracias por haber invertido mucho tiempo y un buen puñado de dinero en la recuperación de una de las glorias más importantes (sino la que más) que hemos tenido nunca en el sector vitivinícola de los Países Catalanes.

Nou comentari

Comparteix

Icona de pantalla completa