El enoturismo ya forma parte de la cultura de muchas bodegas de Cataluña. Actualmente, los productores que tienen el espacio y el tiempo, prefieren presentarse al consumidor final con mucho más que un producto, es decir, con una idea, una historia o incluso una cata y una visita a las instalaciones. Esta no es solo una tendencia catalana, sino que hace años que el sector vitivinícola mundial vio en el turismo una oportunidad de diversificar el negocio. Tanto es así que hay diversas organizaciones a escala internacional que velan por las buenas prácticas de las bodegas y aglutinan un buen número de ciudades que demuestran la excelencia del enoturismo. Cataluña y su patrimonio vitivinícola, sin embargo, nunca han estado a la altura de estas organizaciones, que continúan sin contar con el país y sus ideas para combinar viña y turismo. Por primera vez, en el marco de la Barcelona Wine Week (BWW), la Agència Catalana de Turisme presenta el Fòrum Internacional d’Enoturisme, una iniciativa que pretende posicionar a Cataluña en la cúspide del turismo de vinos y demostrar que la vitivinicultura catalana merece formar parte de estas listas de élites. Para lograrlo, se presentan casos prácticos de otros países como Burdeos (Francia), Oporto (Portugal), Georgia o China que gracias a sus iniciativas ya son destinos de referencia en enoturismo.
«La cultura del vino en Cataluña es histórica», ha asegurado Cristina Lagé, directora general de Turismo de la Generalitat de Cataluña en el acto de presentación de la primera edición de este foro internacional. Según la directiva, las bodegas catalanas entendieron a la perfección que con la venta de vinos no se conseguía la excelencia y «dieron un paso muy difícil» a favor de entender y ayudar al país en su objetivo de «construir un relato de enoturismo». Además, Lagé ha señalado que el visitante enogatronómico genera un 20% más de gasto en el destino a diferencia del convencional y ha indicado que más de 400 de las 918 bodegas catalanas ya se han abierto al turismo. Ahora bien, la realidad es que hay muchas regiones que han avanzado mucho más que el país en términos de enoturismo. Por todo el mundo hay una docena de ciudades llamadas Great Wine Capitals, que pertenecen a una asociación que las presenta como la excelencia del enoturismo. En el foro ha participado el presidente de la entidad, Juan Sáez de Buruaga, quien al ser preguntado por la participación catalana de esta lista ha lamentado que solo puede haber una ciudad por país -en el caso del estado español es Bilbao-La Rioja– y, por lo tanto, «en contra de lo que él piensa Cataluña no podrá entrar».

No obstante, Cataluña sí que podría presentarse para ser anfitriona de la cumbre del enoturismo mundial. José Antonio Vidal, presidente de la Organización Mundial del Enoturismo que también ha participado en la presentación del Fòrum Internacional d’Enoturisme ha reconocido que se necesita un esfuerzo multitudinario y que todas las administraciones públicas y privadas se pongan de acuerdo para emprender este viaje. Aun así, no ha negado que sea posible que la capital catalana se convierta en una de las sedes de este evento de la organización: «Estaríamos encantados de que Cataluña fuera la primera región de España en acoger el evento», ha explicado Vidal.
Las claves del enoturismo de éxito
Si bien es cierto que Cataluña ha hecho un gran esfuerzo por tener una buena guía enoturística, todavía le queda camino por recorrer. Es por eso que los expertos han recordado algunas de las tendencias que este año podrían mejorar la calidad del turismo de vinos, no solo de Cataluña sino de todo el mundo. Las primeras necesidades que hay que tener en cuenta es la integración de la sostenibilidad y la tecnología en todas las experiencias enoturísticas. En este sentido, estas dos claves se han convertido en pilares esenciales para el sector. Paralelamente, los expertos también han comentado que el crecimiento del turismo experiencial atrae más público hacia el enoturismo. Es por eso, que han concluido que gracias a estas nuevas tendencias, se abren oportunidades para diferenciar las actividades de cada bodega. Para los directivos, la enogastronomía y el enoturismo familiar ya deberían ser un imprescindible, ya que los visitantes buscan experiencias únicas constantemente. Además, también se considera que si las actividades tienen más valor, los clientes estarán dispuestos a pagar más.