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El cambio en el consumo de vino catalán en Cataluña: «Ha pasado, la ‘riojitis'»

¿Los catalanes beben vino catalán? Esta es una de las preguntas que más diversidad de opiniones genera dentro del sector vitivinícola en los últimos años. Algunos expertos aseguran que, desde que el consumo de vino ha comenzado a caer en todo el mundo, los catalanes han tendido a consumir más producto de proximidad. Otros, en cambio, apuntan que la falta de referencias de vinos catalanes en los restaurantes del país dificulta la promoción de los elaborados locales. Sea como sea, las cifras de hace cinco años indicaban un cierto descenso en el consumo, aunque vinculado a la tendencia global. Con todo, en comparación con años anteriores, parece que ha crecido tanto la satisfacción con la calidad de los vinos catalanes como el conocimiento de las diferentes Denominaciones de Origen (DO), lo que contribuye a un mayor consumo doméstico, aunque no siempre estén suficientemente presentes en la restauración.

«Históricamente, en Cataluña hemos sufrido una clara falta de autoestima», explica David Coll, presidente de Pimec Agroalimentària en una conversación con Vadevi. El experto cree que los vinos catalanes no siempre han creído del todo en la calidad que tienen y, por lo tanto, tampoco se ha sabido transmitir con el valor adecuado. Esta cuestión, sumada a la gran ola de inmigración de regiones españolas al país en los años cincuenta y sesenta, provocó que en muchos casos los elaborados catalanes pasaran a un segundo plano en el consumo de Cataluña, ocultos detrás de las preferencias de los consumidores por otros vinos, como por ejemplo los de La Rioja. «Había un artículo en un diario español que decía La Rioja habla catalán, o algo así», recuerda Francesc Reguant, presidente de la Comisión de Economía Agroalimentaria del Colegio de Economistas de Cataluña. De esta manera, el experto reconoce que antes crecía el interés por los vinos españoles, pero los catalanes no tenían tanto público. Sin embargo, Reguant también alerta que la situación ha cambiado y que «los catalanes hemos aprendido a hacer mejor vino». Además, gracias al crecimiento de la difusión en términos de calidad de los vinos catalanes, cada vez hay más gente que compra elaborados de proximidad, hechos en cualquiera de las doce Denominaciones de Origen que existen en Cataluña: «Ha pasado, la riojitis«, ironiza Roc Gramona, director técnico de la bodega catalana Gramona.

Uno de los principales factores que altera el consumo de vinos catalanes en el país es la restauración. En el trabajo que hacen los restaurantes y bares hay cierta diversidad de opiniones. Si bien es cierto que en muchos casos, los restaurantes catalanes están apostando por tener una carta variada de vinos de Cataluña, todavía hay muchos que apuestan por referencias más cómodas, como por ejemplo los vinos de Ribera del Duero o La Rioja. «No siempre te encuentras vinos catalanes en las cartas de Cataluña«, lamenta Coll. La misma opinión tiene el coordinador de la Sección de Viticultura de la ICEA, Salvador Puig quien considera que hay una «falta de profesionalización» en las recomendaciones de bebida, «se prioriza la comida», recuerda. El experto lamenta que haya poca predisposición a recomendar de acuerdo con el valor añadido y no con el precio, aunque reconoce que cada vez se está trabajando más para mejorar esta situación. Precisamente, con cierto optimismo lo ve Gramona, quien insiste en el hecho de que hay mucho vino catalán en las cartas y no solo eso, sino que también hay variedad de productos. «Antes solo veíamos o cava o champán y actualmente algunos restaurantes promocionan Corpinnat«, menciona el director técnico de la bodega catalana.

La búsqueda de identidad catalana

Si la autoestima era el problema para difundir el consumo de vino catalán en Cataluña, el aumento -o no- de este consumo está ligado a la identidad catalana. «En todas las pizzerías de Barcelona encuentras vinos italianos», ejemplifica el presidente de Pimec Agroalimentària, refiriéndose a la clara relación que tienen los italianos con su cultura y gastronomía. En Cataluña no siempre se ve tan claro este vínculo y para Coll este podría ser un obstáculo para el crecimiento del consumo de vino. En cierta manera, el experto reflexiona sobre una utopía donde la gastronomía catalana incluye de lleno el vino del país y lo reconoce como un imprescindible. Esta visión encaja con las reflexiones de Puig quien recuerda que las estadísticas no diferencian los catalanes de los turistas que consumen en Cataluña y, por lo tanto, una buena aproximación de producto podría marcar la diferencia: «Muchas veces no tienen suficiente información», expresa el coordinador de la Sección de Viticultura de la ICEA.

Brindis amb copa de vi negre
Brindis con dos copas de vino tinto | Foto: Unsplash

Relacionado con la identidad catalana, Puig también explica que las variedades autóctonas de Cataluña tienen un papel clave de diferenciación con el resto de regiones vitivinícolas del mundo. En este sentido, pone de ejemplo el xarel·lo, una variedad de uva «que se encuentra en muy pocos lugares». Para el coordinador de la Sección de Viticultura de la ICEA potenciar estas características que hacen el vino catalán diferente pueden ayudar no solo a este sentimiento de pertenencia de los catalanes, sino al hecho de que cuando los turistas visiten Cataluña, vean la necesidad de probar un vino catalán, aumentando así su consumo.

Los espumosos destacan, como siempre

Las opiniones de los expertos aseguran que aunque quede mucho camino por recorrer el vino catalán cada vez triunfa más dentro del país. Sin embargo, la joya de la corona siempre será el espumoso. Desde hace años, las tendencias de mercado apuntan a los espumosos y parece que ya no han quedado relegados a los postres, sino que tienen un papel protagonista. Los análisis de cifras de exportaciones ya los colocan como algo muy apreciado en el extranjero, pero también en casa. Gramona reconoce que han notado este aumento de interés por los espumosos y asegura que «se han desestacionalizado y van en alza». Así pues, si todo el vino catalán sube en Cataluña, los espumosos están en la punta de la pirámide, no en volumen sino en valor: «Creo que cada vez se ve más el valor añadido de nuestros vinos», dice Gramona, unas afirmaciones que también se pueden trasladar a todos los productos del sector, pero más a los espumosos, ya que van en línea con los nuevos gustos de los consumidores. «Nos estamos alejando de los vinos tintos», remarca el director técnico de la bodega catalana, quien insiste en que gracias a tener mejor autoestima, los productos de proximidad son todo un éxito.

Los catalanes beben más vino catalán que antes. Las opiniones de expertos y productores del sector apuntan hacia una nueva era del consumo de vino catalán dentro de nuestras fronteras. Quedan lejos las épocas en que el consumidor no quería saber nada de la producción del país y se conformaba con las referencias de siempre, normalmente extranjeras y cómodas. El sector, pues, aunque reconoce que todavía hay espacio para integrar más los vinos catalanes en la vida cotidiana, asegura que -en comparación con una década atrás- todo va mejor.

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