Estos aromas de miel y pastelería, esta mousse de burbujas, esta complejidad larga y con cuerpo… Cuando -algunos- enólogos levantan el pie del acelerador y regresan al tacto de las manos expertas y la oscuridad de los años pasados dentro de la cava es cuando, si hay uva, oficio y tradición, el cava también sabe llegar a la máxima expresión de las burbujas catalanas. De ahí que la DO Cava eligiera el hotel más emblemático del Paseo de Gracia, el Majestic, para poner su escaparate de aromas, sabores y sensaciones.
La misa enológica ha sido oficiada este martes, a cuatro manos, por un sumiller de referencia, Ferran Centelles, y un periodista de larga crianza como Ramon Francàs. Y el espectáculo ha confirmado a los creyentes y convertido a los agnósticos, con una exhibición de seis cavas de Paraje Calificado y dos más de larguísima crianza. Los nombres son ya un clásico entre los espumosos de este país: Gran Vintage Paraje Calificado de Can Bas (2015), de Pere Ventura; Claror Paraje Calificado Can Prats (2016), de Vins el Cep; Mirgin Exeo Paraje Calificado Vallcirera (2017), de Alta Alella; Ars Collecta Paraje Calificado El Tros Nou, de Codorniu (2010); Can Sala Paraje Calificado, de Vins Família Ferrer (2013); La Capella Paraje Calificado de Juvé & Camps (2011); Kripta (2016) y, finalmente, Mas Via (2008), de Celler Mestres. La mayoría de ellos con base xarel·lo, pero con una clara reivindicación del conjunto de las variedades más tradicionales. ¿Quién dijo que el macabeo no envejecía bien?
En definitiva, el cava va mucho más allá de los postres y es una realidad incontestable que -a este nivel- tiene un gran recorrido gastronómico. Nadie ha pronunciado creencias cismáticas como «Corpinnat» porque no ha sido necesario, ni de otras religiones, como Champán, porque la referencia son ellos mismos. Por eso Ferran Centelles ha cerrado la ceremonia diciendo que «ha sido una cata impresionante» y Ramon Francàs recordando que «tenéis suerte de estar aquí»… Suerte y devoción.
