Los aranceles de Donald Trump han sacudido el sector vitivinícola europeo. La dificultad añadida que suponen más políticas arancelarias para exportar a Estados Unidos lo convierte en un país mucho menos atractivo, después de años de lucha por entrar. Aunque algunos expertos afirman que no habrá un cambio muy notable en términos de ventas a los norteamericanos, es cierto que una parte de la producción de vino tendrá que destinarse a nuevos mercados o incrementarse en algunos ya existentes. Esta situación puede ser complicada para los vinos catalanes, ya que la competencia será mayor en estos otros destinos y en un contexto de incertidumbre los vinos más baratos -como los españoles- acaban teniendo más público que los de alto valor. Así pues, la entrada a nuevos mercados, un objetivo muy relevante para el sector para paliar los efectos de los aranceles, podría ser más difícil para los catalanes, productos que al tener gran valor, tardan más en ser apreciados en el extranjero.
«El impacto de los aranceles de Estados Unidos será relativo en el sector vitivinícola catalán», afirma Joaquim Tosas, presidente de la Asociación de Elaboradores de Cava (AECAVA) y director general de la bodega Sumarroca. Para él, es evidente que habrá un aumento de producto que se venderá en países que no son Estados Unidos para huir de los aranceles, pero asegura que «este teórico excedente de vino es mínimo». En este sentido, Tosas argumenta que en los países donde los vinos catalanes ya se venden lo hacen por su valor y, por lo tanto, que llegue un producto más barato no tendrá mucha afectación. No obstante, el experto reconoce que «crecerá la competencia para llegar al consumidor». Una opinión que no comparte del todo David Coll, presidente de Pimec Alimentaria, quien recuerda que todo impacto por pequeño que sea «hace daño» y pone especial énfasis en la dura situación de los vinos catalanes que «se verán más presionados dentro de Europa» por los precios competitivos del estado español.
Aunque no coinciden en la tesis sobre las exportaciones a los mercados europeos, ambos expertos concretan que en la diversificación de negocio hacia nuevos mercados sí que podría haber más conflictos. De esta manera, Tosas apunta que a la hora de entrar en un mercado desconocido, por poco que se sepa sobre vinos, se agrupan los catalanes y los españoles bajo la misma etiqueta: vinos de España. Esta falta de diferenciación, al menos al principio, podría hacer que distribuidores e incluso consumidores de nuevos mercados apuesten por un vino en una franja de precio más baja, sin tener en cuenta la calidad y el valor del producto. «En nuevos mercados sí que habría una competencia más intensa», añade el experto. Paralelamente, Coll recuerda que no solo existirá el excedente de producción que no llegue a Estados Unidos, sino que también se tendrá en cuenta el aumento de vino que se espera para los próximos años, por el final de la sequía. De esta manera, el experto de Pimec Alimentaria confirma que «este será un año de mucha producción de vino, lo cual presionará aún más el mercado a partir de enero».
Salir del estigma en los nuevos mercados
Independientemente de los efectos sobre las ventas al extranjero que tenga la diversificación de negocio, es evidente que es la salida que más se comenta. Para Coll la llegada a nuevos mercados es clave para continuar con la expansión de los vinos catalanes en todo el mundo y más actualmente con el aumento de la producción. «El sector del vino lo está pasando mal en España, Francia e Italia», explica el experto quien añade que «con la llegada de los rendimientos normales hay que encontrar nuevos mercados donde vender el producto». También el director general de Sumarroca apunta que se deben encontrar más países dispuestos a pagar por los vinos catalanes, aunque reconoce que se debe romper con el estigma que agrupa todos los vinos del estado español bajo una misma etiqueta. Para él, hay que ir a vender fuera, pero hay que hacerlo desde cada una de «las marcas tan potentes que tenemos». En este sentido, Tosas expone que ya hay Denominaciones de Origen que han conquistado el extranjero sin la necesidad de ir ligadas a la marca España y, por lo tanto, «el trabajo lo hace la DO o la misma bodega, no lo hace España como marca», comenta.

En cuanto a los mercados que tienen más posibilidades de ser buenos compradores de vino, el presidente de Pimec Alimentaria, señala que hay que analizar bien las regiones con potencial y apostar por aquellas donde la demanda pueda crecer de manera sostenida. En este sentido, reconoce que aquellos que forman parte del acuerdo del Mercosur pueden ser una fórmula de éxito para las empresas vitivinícolas catalanas y españolas que buscan expandirse. «Argentina ya tiene vino, pero Brasil no tanto«, explica Coll, quien añade que, por volumen y perfil de consumo, el gigante sudamericano puede convertirse en un cliente estratégico. Además, insiste en que «Uruguay y Paraguay son mercados interesantes», con un potencial aún poco explorado, pero con una demanda que puede ir a más. También Asia se presenta como una buena opción para abrir nuevos mercados, especialmente por su diversidad y creciente interés por el producto europeo. «Japón, Corea, Filipinas, China, India. Se trata de ir ampliando y abriendo poco a poco», afirma.
La confianza menguante del consumidor
La búsqueda de nuevos mercados no es el único reto al que se enfrentará el sector vitivinícola en los próximos meses y años en caso de que Trump no retroceda. Según explica Tosas, la confianza del consumidor podría menguar también en otros países, es decir, los aranceles podrían ser los responsables de crear una reacción en cadena de pérdida de ventas debido al cambio de tendencias de compra de los clientes. «Estos impuestos harán cambiar la estructura de la comercialización mundial», concreta el presidente de la AECAVA. En un entorno de tanta inestabilidad, los vinos catalanes, que se han convertido en productos de precio medio y alto por su valor añadido, podrían caer en el olvido en algunos países «por la crisis de confianza de los consumidores que provoca el juego de Trump», lamenta Tosas.
Además, en aquellos países donde aún no han llegado los vinos catalanes, su precio también podría convertirse en un problema, no solo por la competencia feroz con los vinos españoles, sino por el cambio de orden de prioridades de los consumidores. Estos, ante una crisis de confianza mundial, buscan hacer compras de primera necesidad y reducir aquellos productos de ocio y uso espontáneo. «No se puede confiar tanto en una clase media que consuma los productos de alto valor añadido como los catalanes», remarca Coll. Ante este contexto, las empresas del sector vitivinícola catalán deberán valorar con más precisión qué mercados ofrecen una demanda real y sostenida y diferenciarlos de aquellos que pueden ser más susceptibles a los cambios en la confianza de los consumidores mundiales.