Europa no ha sido, como demostraron las marchas que bloquearon las carreteras catalanas durante el primer trimestre de este año, aliada de los agricultores. Las regulaciones de Bruselas en el campo -como sucede en multitud de sectores, basta observar el estado de la transición sostenible en el mundo del automóvil- chocan demasiado a menudo con la realidad material de los productores. Las intensas exigencias ambientales en los cultivos, o las restricciones de productos fitosanitarios -reducidas sustancialmente a raíz de las protestas, en una de las grandes victorias del movimiento- por ejemplo, abren la puerta a la entrada de productos internacionales en peores condiciones y a precios más bajos, generando una situación de «competencia desleal» denunciada día tras día por las organizaciones campesinas; y amenazan la salud de unos cultivos más sensibles a parásitos y enfermedades que los que llegan de fuera de las fronteras de la Unión. Las amenazas globales, cabe decir, continúan a pesar del poder de convocatoria de las organizaciones sectoriales. Las frutas y verduras catalanas ven cómo planea sobre ellas el peligro de los rivales africanos o latinoamericanos. No en todas partes, sin embargo: el carácter propio de la vid del país, la ya arraigada proximidad del producto y un valor añadido que, entre los subproductos agrarios, solo tiene el vino permite al sector sobrevivir -y triunfar- donde otros temen hundirse. «Este problema no existe», sentencia en conversación con Vadevi el responsable de viñedos de Unió de Pagesos, Josep Marrugat.
Los cultivos ecológicos en el sector vinícola, que normalmente se relacionan con esta tendencia de buenas prácticas en el campo y prohibición de pesticidas, son la única salida para el futuro del vino catalán. Así lo expresan los expertos que, tras recordar que no ha sido un buen año para la producción del sector, expresan que la recuperación debe ir de la mano de la ecología. «Las bodegas catalanas apuestan claramente por el cultivo ecológico», destaca en una entrevista con este diario, Eloi Montcada, clúster manager de INNOVI. A su parecer, los beneficios de estas normativas que buscan tener mejor cuidado del medio ambiente no tienen un componente desfavorable para las bodegas. De hecho, mientras el sector agrario teme la competencia desleal que provoca el énfasis en la ecología de la Unión Europea, el vino celebra esta decisión bajo la premisa de lograr un producto «consciente, único y de valor añadido», explica Montcada. Dicho esto, sin embargo, el sector vinícola no es ajeno a las reivindicaciones del campo y, aunque no basa su supervivencia en la competencia exterior, reconocen que el cultivo ecológico no es siempre la salida más sencilla: «Este año hay muchos viticultores que se lo cuestionan», asegura Marrugat.
La calidad del suelo de los viticultores catalanes ha jugado un papel clave en el replanteamiento de la producción para hacerla más ecológica. Montcada describe cómo la viticultura regenerativa ha dado cierta esperanza a aquellas bodegas que habían perdido gran parte de su producción por la sequía. Precisamente, la falta de agua ha sido otro de los componentes que ha puesto la ecología sobre la mesa, ya que han caído en picado las enfermedades en los viñedos, lo que ha permitido un cultivo mucho menos invasivo en prácticamente todas las bodegas catalanas. «Hemos tenido pocas plagas este año, lo que ha hecho resurgir la voluntad de cultivar lo ecológico», dice el clúster manager de INNOVI. Un claro ejemplo de esta implicación con el cultivo responsable es la DO Penedès, que ya ha anunciado que a partir de la vendimia de 2025 todas las bodegas bajo esta denominación de origen serán ecológicas. El director, Francesc Olivella, firme defensor del cultivo sostenible, explica a Vadevi que la apuesta europea «va en línea con el futuro del sector y la ecología en la viticultura». Una opinión que también comparte el responsable de viñedos de Unió de Pagesos, que relata que esta nueva tendencia de hacer ecológico, más allá de las repercusiones en el medio ambiente, «se ha visto favorecida por precios diferenciados de campañas anteriores y por las ayudas agroambientales«. En otras palabras, la conciencia ha jugado un papel importante, pero la apuesta europea por este tipo de cultivo es el motor de la nueva ola de bodegas sostenibles.
El sector vinícola, sin embargo, no se salva del todo de la problemática del sector agrario con la competencia y la ecología. Si bien es cierto que el producto ecológico está bien valorado dentro del sector, el mercado aún no ha madurado del todo la idea. Tanto Olivella como Marrugat lamentan que los consumidores aún no están dispuestos a pagar por «ese valor añadido que tiene el vino ecológico», y esto supone que en muchos casos las bodegas tengan que vender este producto por debajo del precio que desearían hacerlo: «A veces no compensa el precio y el valor», explica el responsable de viñedos de Unió de Pagesos. La realidad es que el cultivo ecológico es mucho más exigente y costoso, no solo por el constante trabajo que deben realizar los viticultores, sino también por los gastos que se generan al pasar todas las inspecciones necesarias. En estos casos, cuando la producción aún no se encuentra a los niveles de antes de los tres años de sequía, algunas bodegas tienen dudas de si continuar por este camino. Paralelamente, las plagas -aunque han disminuido durante la sequía- aún son una gran desventaja para los cultivos sostenibles y este año han sido la principal queja de algunas bodegas. El director de la DO Penedès asegura que a pesar de la clara apuesta por lo ecológico, «algunas bodegas se quejan de no poder combatir las plagas de manera efectiva». Unas afirmaciones que refuerza también Marrugat, quien concreta que «hay que trabajar mucho la resiliencia del cultivo para tener plantas sanas y equilibradas».

Las pequeñas bodegas, referentes del sector eco
Los gastos adicionales que no se pueden reflejar en el precio de los vinos ecológicos no son un impedimento para que las bodegas más pequeñas se sumen a este tipo de cultivos. De hecho, para Marrugat, ser pequeño es más una ventaja que un inconveniente: «En ecológico hay que estar muy pendiente», replica el experto de Unió de Pagesos, quien alerta que las producciones más pequeñas tienen la capacidad de prestar más atención a sus cultivos que las grandes. Esta es una opinión bastante extendida en el sector y Olivella también reconoce que la ecología no necesariamente debe relacionarse con empresas muy grandes, ya que «las bodegas más pequeñas tienen las condiciones más favorables para hacer ecológico». Entre las diferentes tareas que se requieren para el cultivo sostenible está la adaptación de técnicas a mano, por ejemplo, una circunstancia que sin duda pueden adoptar de nuevo las pequeñas y medianas empresas y no las grandes. «Se necesita más dedicación, en general», argumenta el sindicalista.
La evidencia de que el cultivo ecológico se aplica tanto a grandes empresas como a pequeñas es una realidad que se vive desde la bodega Joan Grill. Sergi Pons, uno de los tres hermanos al frente de esta iniciativa, reconoce que desde el primer momento que se adentraron en este proyecto lo hicieron pensando en el vino ecológico. «Nosotros no hemos hecho nunca otra cosa», repite el propietario. Bajo la DO Penedès, esta bodega produce alrededor de 4.000 botellas de vino ecológico y aseguran que «la ecología se ha convertido prácticamente en un básico», según Pons. Para esta empresa, al igual que para muchas, su elemento diferencial es el proceso de producción eco y aunque Pons lamenta que «el vino ecológico es de complicada elaboración», se alinea con las perspectivas de su denominación de origen: «Llega un punto en el cual no ser ecológico es ir en contra de la tendencia».
Los costos de la Europa ecológica
Buena parte de la tranquilidad del mundo de la viña en cuanto al rendimiento de los cultivos ecológicos proviene de Bruselas. En la hoja de ruta de la DO Penedès, en su tránsito hacia el nuevo modelo, se descuentan las obligaciones que emanan de las normativas comunitarias: todo el continente debe aspirar a los mismos objetivos. Así, la competencia inmediata, para Olivella, no les quita el sueño. «No nos preocupa ahora -argumenta- porque todos acabarán viniendo hacia aquí»; hecho que garantiza la continuidad del proyecto penedesense. Ahora bien, cuando la nueva normalidad del vino de los 27 sea ecológica, entonces los controles, para el director general de la Denominación de Origen, deben multiplicarse. Una vez toda Europa juegue con las mismas normas, el sector vitivinícola comenzará a sufrir agravios «similares a los del tomate», entre otros ejemplos: la producción exterior, de peor calidad y menos cuidada, será sustancialmente más barata, dado que los locales adaptarán el precio final a sus nuevas rutinas. Unas rutinas que, como en el resto del vegetal, fuera del ámbito de influencia de la Comisión Europea no se aplican, con el abaratamiento que esto supone para el bolsillo del consumidor final.
«Todos deben jugar con las normas del mercado donde quieren vender», argumenta Olivella -muy en línea con las exigencias del resto del campesinado europeo, que ya sufre los estragos de la competencia extranjera-. La viña, pues, observa que la ejecución del proyecto de Europa ecológica hace imprescindible una regulación que obligue a los productores internacionales a cumplir la misma normativa que los locales para poder comercializarse, y prohíba hacerlo a aquellos que se nieguen. «No tendría ningún sentido que todos cumplamos unas normas, pero los otros no; que todos puedan vender dentro de la UE sin cumplir con las normas ecológicas y más barato», postilla el director general. La «competencia desleal que ya se ve en otros sectores del campo» es, pues, en el horizonte. Un horizonte lejano, cabe decir; uno que aún se puede evitar si las normativas avanzan al ritmo que necesita el sector.