La Unión Europea y los Estados Unidos no se ponen de acuerdo con los aranceles. A una semana de que Trump implemente nuevas políticas arancelarias, una llamada con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen lo ha pospuesto hasta julio. A pesar de la pequeña victoria, la realidad es que parece que el presidente estadounidense no cesa en sus intentos por incrementar los impuestos a los productos europeos, una situación que tensa todos los sectores, incluido el de los vinos y espumosos. En las últimas declaraciones, Donald Trump hablaba de aranceles del 50% a Europa, una cifra más alta del 20% que se esperaba cuando anunció estas subidas. Sin conocimiento sobre quién tendrá que asumir estas subidas y con una gran dependencia de los estadounidenses en el ámbito de las exportaciones, los expertos en el sector vitivinícola catalán, así como algunas entidades públicas, continúan en un mar de incertidumbre. Todos están a la espera de que llegue un acuerdo in extremis entre Trump y Von der Leyen que apacigüe las preocupaciones de una gran caída del volumen y el valor de las ventas al extranjero.
Los aranceles del 50% a los productos europeos no se implementarán hasta julio. Así lo explicó Trump tras una llamada telefónica con Von der Leyen, quien solicitó más tiempo para avanzar en las negociaciones comerciales en curso. La conversación tuvo lugar justo una semana antes de la fecha inicial prevista para la entrada en vigor de la medida, el 1 de junio. Todo comenzó, el pasado 2 de abril, cuando el presidente estadounidense anunció la imposición de aranceles del 20% para todos los productos procedentes de la Unión Europea, aunque días después Trump decidió suspender la implementación del gravamen durante 90 días, dejando en vigor una tarifa universal del 10%. Actualmente, tras asegurar que las conversaciones con la Unión Europea «no iban a ninguna parte», el presidente estadounidense recomendó unos aranceles directos del 50%.
En el caso de Cataluña, las exportaciones catalanas dependen mucho del mercado estadounidense. En concreto, el sector del vino y el espumoso venden al alrededor del 12% de sus productos exportados a los Estados Unidos, lo que en 2024 supuso unos ingresos de 77,6 millones de euros. Actualmente, si se tienen en cuenta estas cifras, la aplicación de las nuevas políticas arancelarias afectarían de manera directa al 50% de estas exportaciones, es decir, se calcula que el impacto de los aranceles de Trump subiría hasta los 38,8 millones de euros, aproximadamente. Unos datos bastante alarmantes para un sector que a pesar de la diversificación de negocio, aún depende mucho de los estadounidenses.

No solo los catalanes tienen cierto miedo a estos aranceles, también a escala española diversas organizaciones ya han asegurado que los aranceles de Trump podrían marcar un antes y un después en las exportaciones. Vinetur recoge en un artículo cómo la Federación Española del Vino (FEV) y la Interprofesional del Vino (OIVE) han expresado su preocupación ante la posibilidad de que el nuevo arancel se haga efectivo en julio. Según ambas entidades, un aumento del 50% en los aranceles afectaría directamente el precio final de cada botella, encareciendo su presencia en el lineal frente a vinos de producción nacional o de países con acuerdos comerciales en vigor, como Australia o Chile. Importadores y distribuidores estadounidenses podrían dejar de comprar productos europeos ante una menor rentabilidad, lo que repercutiría en las ventas y comprometería la rentabilidad de muchas bodegas, especialmente las pequeñas y medianas.
Asumir la subida o repercutir en el precio
Entre las diferentes incógnitas que han ido tomando fuerza en los últimos meses con relación a los aranceles está la pregunta sobre quién asumirá los gastos extras. En este sentido, con unas subidas asequibles se podría esperar que bodegas y distribuidores se repartieran los costos y, por tanto, esto no repercutiera en el bolsillo del consumidor. Ahora bien, cuando se pone sobre la mesa este 50% esta alternativa se aleja cada vez más y ya se plantea que los estadounidenses serán los que tendrán que decidir si pagar más por los vinos europeos o no. Un estudio de Liv-Ex reconocía hace unas semanas que los compradores estadounidenses podrían estar dispuestos a pagar lo que sea necesario por los vinos europeos, sobre todo porque en el momento que el stock se reduzca, habrá quien quiera tener en la despensa aquel vino que tanto le gusta. Sin embargo, las mismas bodegas no pueden jugárselo todo a la voluntad de los estadounidenses y, en muchos casos, se está recomendando que hay que encontrar nuevos mercados donde exportar.
Los espumosos en el centro del conflicto
Si las exportaciones de vinos tranquilos catalanes se ven claramente afectadas por los aranceles de Trump, las de espumosos del territorio aún más. El cava y otras clases de espumoso que se elaboran en Cataluña son un gran reclamo en los Estados Unidos y en los últimos años las estrategias de promoción se han centrado en el consumidor estadounidense. De hecho, el mismo presidente de la DO Cava, Javier Pagés, aseguraba en unas declaraciones a los medios que «no era momento de abandonar el mercado de los Estados Unidos». En cifras, los vinos espumosos han tenido históricamente un papel central en el mercado estadounidense. Solo durante el 2024, las ventas de espumosos catalanes en EE.UU. alcanzaron los 48,9 millones de euros, lo que convierte este segmento en el más expuesto ante la nueva posible medida arancelaria. Teniendo en cuenta los datos del año pasado, si se llegaran a aplicar los nuevos impuestos del 50%, se calcula que se podrían poner en riesgo hasta 24,4 millones de euros, aproximadamente.
En definitiva, aunque las amenazas de Trump aún no se hayan hecho realidad, cabe recordar que la repercusión podría ser preocupante. Algunas fuentes del sector aseguraban a este diario que la parte positiva podría ser que todos los vinos europeos aumentarían de precio y, por tanto, el mercado continuaría siendo el mismo. No obstante, la inestabilidad reina en el sector y las repercusiones reales son un misterio. Así pues, por más que se haya evitado de momento la aplicación inmediata del nuevo arancel, el escenario de incertidumbre se mantiene.