Cada botella de vino genera una huella hídrica de 720 litros de agua. Este dato, combinado con la sequía sufrida en Cataluña en los últimos años, subraya la necesidad de procesos más efectivos para gestionar el riego. El sector vitivinícola no es ajeno a estas situaciones y, aunque es cierto que en muchos casos no es necesario regar a diario, la falta de agua afecta incluso la calidad de los vinos, dependiendo del territorio catalán en el que se elaboren. Con una base de datos precisa y soluciones personalizadas, los agricultores podrían delimitar mejor el uso del agua y concretar los momentos en que se recomienda regar. Esta es precisamente la tarea que se ha puesto en marcha en el proyecto Sensoreg, una iniciativa de INNOVI que, con la colaboración del INCAVI, ha conseguido sensorializar dos bodegas con características muy diversas. El objetivo tras este proceso es demostrar que la información sobre el comportamiento de los suelos y las plantas es clave para establecer cuál es el mejor uso que se puede hacer de un bien tan escaso y preciado en Cataluña como el agua.
«Los datos son como una droga, cuanto más gestionamos, más queremos», explica Joan Àngel Lliberia, propietario de la bodega Edetària. Su finca, junto con la bodega Alta Alella, son los dos proyectos que participan en la iniciativa Sensoreg. Para Lliberia, el conocimiento es poder y, por lo tanto, tener el control absoluto de todo lo que ocurre en el viñedo les proporciona las herramientas necesarias para hacer un vino de gran calidad, independientemente de los períodos de sequía. «Los vinos sin cierta cantidad de agua pierden esa mediterraneidad tan específica de nuestro territorio», concreta el experto, quien reconoce que los sensores han logrado que puedan monitorear el comportamiento de la planta con agua y sin ella y, en última instancia, conseguir elaborar productos de alta calidad sin renunciar al riego: «Regando cuando toca y donde toca», recuerda. Unas conclusiones que también comparte Vicenç Galbany, de Alta Alella, quien asegura que el proyecto les ha ayudado a «implementar nuevas metodologías de trabajo con el riego» gracias a la gran cantidad de información nueva que actualmente tienen la capacidad de gestionar.
Una de las principales conclusiones que extraen ambas bodegas de este proyecto es que la planta necesita un cierto «estrés hídrico«, terminología que se utiliza para denominar la falta de agua en ciertos períodos de maduración de la fruta. En otras palabras, el viñedo debe pasar por momentos en que no hay agua para mejorar su fruto. Sin embargo, llegar a cuantificar cuál es el estrés al que la planta se puede exponer sin morir es muy complicado sin un monitoreo específico. «Sensoreg nos ha servido para conocer mejor las cantidades de agua y la frecuencia que mejor le va a la planta», destaca Galbany, quien añade que «siempre se trabaja bajo la premisa de conseguir la mejor calidad del vino». Lliberia también reconoce que tener la información específica ayuda a mejorar los cultivos, pero advierte que antes de monitorizar las plantaciones «es necesario tener muy claro qué quieres hacer con tu viñedo», es decir, para el experto de Edetària, los datos deben analizarse en base a los rendimientos del viñedo y los objetivos de la bodega.

La realidad es que la sequía ha marcado un antes y un después en Cataluña y aunque parece que este año no será un problema, todo el sector está de acuerdo en afirmar que no será la última que vivirán. Por eso, proyectos como Sensoreg pretenden cambiar la forma de trabajar de los viticultores y reconocen la necesidad del riego de apoyo, es decir, el uso de agua para mantener la planta viva o bien hacer que tenga unos frutos con unas características específicas. «Con este proyecto queríamos responder dos preguntas: ¿Es necesario regar?, y ¿con qué frecuencia?», describe Lluís Giralt, investigador y técnico de viticultura del INCAVI. Para él, la participación de la entidad en este proyecto ha sido «de acompañamiento» y confirma que la voluntad de llevarlo a cabo surge de «la necesidad de optimización del agua».
Un análisis de datos exhaustivo
La solución tecnológica está diseñada para mejorar la eficacia del riego en los viñedos mediante un sistema avanzado de sensores. Este proyecto, según se desprende de la información que pone a disposición del público INNOVI, permite un despliegue inteligente de dispositivos en las plantaciones, diferenciando las diversas zonas del viñedo según sus características específicas. En concreto, el funcionamiento de los sensores es menos complejo de lo que parece. Estas herramientas monitorean diferentes variables climáticas y edáficas que influyen en las necesidades hídricas del viñedo. Entre estas características se incluyen la orientación de la plantación, la composición y estructura del suelo, así como las condiciones del microclima de cada zona. Estos datos permiten una toma de decisiones más precisa y personalizada para cada viñedo, evitando tanto el exceso como la falta de agua.
El sistema de Sensoreg se basa en dos tipos principales de sensores. Por un lado, los sistemas de humedad proporcionan información en tiempo real sobre cómo se absorbe el agua según el tipo de terreno, combinando estos datos con predicciones meteorológicas para ajustar las estrategias de riego. Por otro lado, hay sistemas específicos para monitorear el tallo de la vid sin causarle ningún daño, lo que permite obtener información detallada sobre el estrés hídrico de la planta. «Es una manera de dar resultados tangibles a los viticultores», expresa Giralt, quien también recuerda que tecnología como esta «proporciona pautas de cómo trabajar el viñedo».

Un proyecto en «la primera clase de solfeo»
Sensoreg es un proyecto «totalmente extrapolable», afirma Lliberia. En este sentido, el propietario de Edetària da por hecho que otras zonas de Cataluña querrán comenzar a implementar estas herramientas en su territorio, pero que incluso en su bodega se encuentran en fases muy iniciales: «Queremos tocar la guitarra de manera profesional y aún nos encontramos en la primera clase de solfeo», compara Lliberia. A su parecer, el uso de los datos que proporciona este proyecto ayudan a dar una visión mucho más clara y específica del viñedo que se está cultivando. De hecho, para él es un proceso clave para entender qué clase de vino logrará hacer y cómo el riego puede ayudar a mejorar o no su calidad en determinados momentos. «Creo que es un proyecto esencial para cualquiera que quiera regar», refuerza Galbany, ya que ejemplifica cómo en su finca esta información ha sido clave para «tener un conocimiento extenso sobre el viñedo».
En definitiva, el proyecto de Sensoreg busca marcar un antes y un después en un sector que, a pesar de haber sido maltratado por la sequía, «aún no tiene cultura de riego», dice el investigador y técnico del INCAVI. Ambas bodegas aseguran el éxito de la iniciativa y recomiendan su implementación en otros territorios. No obstante, Lliberia señala que «un sistema de balance hídrico no es suficiente» y aunque la herramienta es muy útil, concluye que «esto solo es el principio».